Claudia Piñeiro es escritora,
dramaturga, guionista y colaboradora de distintos medios gráficos. Se nota. Porque
sin saber nada sobre su vida esta novela se lee fácilmente, en poco tiempo, en
cualquier lugar aunque haya ruido. Me ha parecido más una película que una
novela. Y sin embargo tiene la estructura perfecta que se necesita en una
novela. De hecho, casi no hay diálogos y solo están para que no se te haga tan
pesado el mazacote de letras (o eso pienso yo suspicazmente que hacen ciertas
editoriales, porque siento que tendemos a darlo todo muy bien masticado para
que los lectores no se sientan abrumados).
La novela va sobre una señora que
regresa a la tierra que abandonó por Boston. Le ocurrió algo terrible y
traumático en su patria argentina que la obligó a hacer las maletas y
desaparecer para todo el mundo. Hasta tal punto que ahora regresa disfrazada
con una peluca y lentillas y con una oportuna afonía para que su voz suene como
la de Batman y nadie intuya que ella es ella. No me lo creí ni un segundo.
Temía que toda la historia fuera a
dar vueltas alrededor de este misterio y no hubiera más. Especialmente cuando
llevaba un cuarto de libro y no pasaba nada y la autora solo tomaba café, un
avión, reflexionaba obviedades como que los aeropuertos se parecen mucho o que
los silencios entre dos desconocidos son incómodos. Yo sí que estaba incómodo
viendo que si bien la novelita era corta, poco más de doscientas páginas, se me
iba a hacer larga. Pero no. El misterio se resuelve antes de lo previsto y
luego empieza con otra historia. Durante buena parte de la novela ya podemos
sentirnos atraídos o no por lo que cuenta pero es entretenida, se pasan las
páginas pensando que estás en buenas manos. A Carla Piñeiro le fascina la
estructura. Desde la cita de Alice Munro del principio (autora que se suele
llevar mucho a los talleres de lectura) asistimos a eso. Literatura impoluta,
bien pergeñada, cada detalle lleva inexorablemente a otro, un ir soltando la
información poco a poco y darle la sensación de crescendo al lector. Parece que
este párrafo de la novela en su página 83 es una declaración de intereses:
“Volviendo
a ella”, a la Historia, dice, “por un hecho que deriva en otro llegamos a una
guerra, a la Revolución Industrial, a un genocidio, a un tratado de paz, o al
mal llamado descubrimiento de América. Nunca me atrajeron tanto los hechos en
sí mismos como sus porqués. Y la Historia siempre tiene un porqué, en cambio la
vida no”.
Aparentemente escribe todas y cada
una de sus frases con un porqué. Y maneja muy bien todas sus piezas que no son
pocas, aunque lo parezca. Hace fácil lo que no debe serlo.
Pero sigo sin sacudirme la idea de
que la novela acierta en eso pero fracasa en profundizar en ciertos temas y en
caer en lo que, ahí no podía con eso, escribir personajes arquetípicos. El
marido aburrido y soso frente al hombre idealizado y casi perfecto (solo superado por
el gran Grey de la famosa trilogía, claro, ese es Dios). Sus hombres no tienen contrastes. O son lo más o son lo peor. Y luego, cuando la cosa se pone
rosa tirando a tonta me saca de la novela. Por más que estaba interesado en temas
como ese grupo de gente ignorante y analfabeta que no perdona a su personaje principal (un asunto
interesante de la historia, todo hay que decirlo) o por lo inútil y dañina que
es la culpa para un ser humano (y lo útil para los que rodean a ese ser
humano). Insisto, ideal para generar debates y diversiones varias en los
talleres de lectura.
El estilo es cristalino. No hay
interés por trabajar los artificios de la lengua. O no se puede. Papilla
literaria para que no se aturullen ni los más torpes del equipo.
Lo siento, sé que esta escritora
gusta mucho. Tiene buenas calificaciones en muchos lugares. Pero es que lo
simple enamora más fácilmente. No se trata de que me explote el cerebro cada
vez que leo una historia pero sé que esta escritora no es para mí cuando no leo
absolutamente nada entre líneas. Creo que le sucede como a Donna Tart, que
vuela entre la alta y la baja literatura y en esa incertidumbre me pierdo yo.
Pero léanla. Apuesto que gusta más que la mayoría de los libros de los que
estoy tan enamorado por aquí. Y lo cierto es que no me he aburrido casi nada.
No deje que la juzguen, no acepte el juicio de los otros, algunas
comunidades son muy cerradas, muy… admonitorias. Ése es el término:
admonitorias. Y algo hipócritas también, si me lo permite. Gente que no sabe
ponerse en el lugar del otro. Levantan el dedo y juzgan con la certeza de que
ellos nunca estarán sentados en su propio banquillo.
Pág. 153
Lo leí hace unos meses y me gustó mucho. Y aún así, coincido plenamente en lo que dices :) Primero tengo que tener en cuenta las lecturas insulsas que rodearon a esta, que la engrandecen, llegó en el momento justo. Segundo, en verano, cuando no apetece leer cosas muy serias porque las neuronas están como están. Y tercero, que obvié muchos de los puntos negativos que comentas: la forma en que están creados los personajes masculinos o el no creerme del todo la situación de Mary en su barrio. Es que su marido y su vecina (la ex del marido, si mal no recuerdo) son taaaan tópicos. Y me da rabia, quizás porque Claudia Piñeiro me cae bien y hubiera querido que no cayera en esos clichés.
ResponderEliminarSí, me molestaron los tópicos. El único personaje con matices es la voz de la personaje principal. Suele ser así porque muchas veces es algo tan sencillo como prestarle algo de ti mismo-a al personaje principal. No es tan fácil hacerlo con los demás. El resto del elenco de mujeres tampoco es que salga muy bien parado. La primera novia del marido es casi una de las malas de la función. Y del grupo que la rechaza casi todos son ignorantes salvo una persona que la apoya, menos mal. Todo eso es maniqueísmo. Lo bueno es muy bueno y lo malo es muy malo. Pero sí, aún así me sorprendí pasando páginas fascinado por lo bien que encajaba las muchas piezas del relato. Para mí es una novela con la que tengo sentimientos encontrados, no sabría decir si me ha gustado o no. Por suerte puedo matizar en el post y en los comentarios. La apruebo finalmente porque no me aburrió. Y eso ya es mucho. Saludos
ResponderEliminar