lunes, 27 de marzo de 2017

MAN



Hace años, unos amigos míos visitaron Vietnam. No sé el recuerdo o el conocimiento que les reportó su visita. Yo no he estado nunca tan lejos. Más que el esfuerzo de hacer maletas, me costaría el esfuerzo de superar varias horas de fobia al avión (por eso tolero mejor los viajes aéreos a Europa, el pavor no llega a agotarme, antes de que me dé cuenta ya estoy en tierra). Pero como soy un friki de la literatura (y de los comics, el cine, la música… un friki punto y aparte) puedo viajar a muchos sitios sin moverme de casa. A muchos les parecerá menor el uso de la imaginación para emprender aventuras pero yo me pregunto, una vez leída esta novela… ¿Qué diferencia hay entre el recuerdo que tendrán mis amigos de su viaje a Vietnam y el que yo tengo de las costumbres de Vietnam? ¿Quién conoce mejor el país? ¿Ellos que se pasearon por los lugares turísticos y programados o yo que me he paseado por la mente de Kim Thúy, la escritora autóctona que me cuenta sus historias? Como no es una competición lo voy a dejar así.
Esta novela es ideal para la editorial Periférica. Una vez más se decantan por la estructura original y la ruptura de la historia Inicio, nudo, desenlace… No hay una narración lineal. La escritora nos cuenta su vida en su Saigón y su posterior trayecto hasta Montreal y su exilio allí. La dureza de su Vietnam y sus historias fuertes (todas las historias como las de los dictadores se parecen, compiten entre ellas para ver cuál es la más horrible) se cotejan con las de Montreal donde se casa con el propietario de un restaurante Vietnamita. Su vida occidental es infinitamente más amable que su vida en oriente. No es muy sorprendente. La gente suele emigrar por ese orden o más bien en esa dirección. Oriente está muy castigado y no todo el mundo se resigna a que le pisen la cabeza y decide abandonar su tierra aunque nunca lo hagan del todo. Thúy cuenta su historia a base de párrafos que son como capítulos pues vienen introducidos por una palabra vietnamita y su traducción. En cada uno de estos fragmentos un plato de cocina le evoca un recuerdo que nos va dando una pista nueva sobre su pasado. No hay un conflicto claro que te enganche así que esto no es más que una especie de retrato que acabas entendiendo más o menos cuando acabas la novela. El estilo es lírico y en ese terreno es dónde la novela se mueve mejor ya que se trata de una buena escritora. Hay pequeñas historias que relacionadas entre ellas por la voz de la narradora hacen que tu montes el puzle a tu manera en tu cabeza y prácticamente sea el lector quien acabe la novela. Muy Periférica, ya lo he dicho.
La escritora me cae bien, es inteligente, sabe seleccionar bien sus platos y condimenta con anécdotas adecuadas lo que escribe. Sus personajes son tan creíbles que probablemente sean reales o sigan muy de cerca a gente que ha conocido. Sólo echo en falta de vez en cuando ese conflicto. Creo que las novelas pueden ser tan ambiciosas que aún estando enamoradas del estilo no renuncien a desarrollar una historia que te atrape. Esto último no sucede aquí. Tal vez la situación de amor y adulterio que no voy a spoilear por aquí sea ese conflicto que busco, pero es tan breve y tardía que no da para decir que esto sea otra cosa que una mini-historia más dentro del plano general.
Por último decir que la novela es corta así que tampoco aburre.
Espero haber dado una idea de lo que te puedes esperar. Me consta que esta narración no es para todos los públicos pero sí merece la pena para escapar ocasionalmente de los trillados caminos de lo convencional. Y ahora sí, me vuelvo a Inglaterra o a Norteamérica (desde mi sillón español, claro). Pienso seguir picando platos exóticos. Aunque acabe regresando a dónde ya sabéis si leéis mucho por aquí(al lugar donde medio país se apuntó al Brexit pero la botella medio llena dice que otro medio no).
    
Las tradiciones culinarias se transmitían en secreto, como trucos de magia que pasasen de maestro a aprendiz, un gesto por vez, según el ritmo cotidiano. Pág.10   

En el sur de Vietnam nunca hablamos del tiempo. Nunca hacemos comentarios, quizá porque no hay estaciones, no hay cambios, como en esta cocina. Pág. 33 (¿De qué hablan en los ascensores vietnamistas?)     


“…Mamá, que me recordaba que el éxito atrae al rayo y que por eso los recién nacidos especialmente bonitos recibían apodos espantosos… Si no, llamarían la atención de los espíritus errantes celosos, capaces de lanzar maleficios.” Pág. 109

lunes, 6 de marzo de 2017

La mano invisible



Hace años, en uno de esos muchos trabajos que he tenido y me han dado pesadillas y a los que llamaba alimenticios pero en realidad todos lo son porque todo trabajo es para darte de comer salvo los que haces por gusto pero entonces ya son aficiones o pasiones, soñé toda una noche que trabajaba, tuve la sensación de que hacía un turno perfectamente descrito con sus minutos y tiempos y con la sensación de que había durado las mismas ocho horas que duraba el trabajo real. Al día siguiente tenía la sensación de que había trabajado un turno doble. O de que había despertado de una pesadilla para empezar otra peor. El sueño era malo pero la realidad me parecía peor porque se continuaría hasta que decidiera acabar ese trabajo (afortunadamente me echaron y tuve trabajos que raramente fueron peores, da igual, el trabajo mencionado era algo de fábricas, me dan alergia los trabajos mecánicos, rodeados de machos o de mujeres de papel sobre calendarios, olor a humos o a líquidos del lado de la tabla periódica más nocivo para mi salud, yo no podía estar mucho tiempo en un sitio así ni por dinero).
Y este libro me ha recordado a esos trabajos. Una novela dónde cada capítulo te describe hasta lo obsesivo la faena de un personaje. Le vemos trabajar línea a línea. El escritor nos vuelve albañiles, administrativas, vigilante, informáticos, camareros, carniceros… Los personajes interactúan levemente entre ellos, hay como un misterio por resolver en la novela pero no os hagáis ilusiones con eso porque esto es literatura de premio que es como decir que el trabajo de resolverlo todo no solo no te lo van a dar mascado sino que tal vez ni te lo den, te quedarás en un lugar más o menos cerrado o abierto, según veas las cosas y a otro asunto.
Y sí, sé que mucha gente no apreciará estos terrores que tan bien nos desbroza Isaac Rosa en “La mano invisible” y que probablemente se aburrirá pasando páginas de trabajo y trabajo sin historia en la que apoyarse o aliviarse, sólo sufriendo el tedio de los trabajadores en carne propia o dejándose caer en la sensación de la cita que abre el libro:

Y no creas que esto me ha suscitado impulsos de rebelión. No, sino todo lo contrario, la cosa que más lejos estaba de imaginar: la docilidad. Una docilidad de bestia de tiro resignada. Me parecía que había nacido para esperar, para recibir y ejecutar órdenes; que toda la vida no había hecho más que esto, que nunca haría nada más.
Simone Weill,
Carta a Albertine Thévenon

Pero sus frases largas y repletas de subordinadas que abusan de las comas y hasta del ocasional punto y coma son hipnóticas, me recuerdan los paseos de monólogo de la literatura de Bernhardt. Pero  este da vueltas sobre la misma queja mientras que Isaac Rosa tiene más bien la intención de ser exhaustivo y de explicar todo lo que ha aprendido sobre el mundo que nos describe. Y vaya si se documenta. Nivel Foster Wallace de aporte de datos (aunque sin notas a pie de página ni humor surrealista, Isaac Rosa tiene su propia voz, te guste o no). A mí lo que tal vez me ha hecho terminar el libro sin dificultades y con más placer que padecimiento ha sido la cadencia de su prosa. Porque escribe muy bien. Ciertas voces de ciertos blogs dicen que sus otros libros eran mejores. Tal vez yo he entrado por la puerta equivocada y tal vez lo hagas tú si entras en su mundo por “La mano invisible” pero por si acaso es un escritor a seguir. Si los otros “son mejores”, cómo serán. 
De aquí se sale asustado, a veces aburrido y sobre todo muy deprimido. Pero también un poco más sabio. Esto es sobre lo peor de nuestro primer mundo. No siempre será tan malo como nos lo describe pero seguro que lo es en más casos de los que pensamos.

Sinceramente no creo que exista nada que se pueda definir como primer mundo. Pero me voy a descansar.