lunes, 17 de abril de 2017

Estimado señor M.





Hace tres años leí “Tres noches” de Austin Wright, un libro de los años noventa que recuperaron en dos mil diez. Era un libro fascinante. Metaliteratura de la buena. Había dos líneas de acción. La de la familia que tiene un encuentro en la noche con unos matones y la del escritor que está escribiendo una novela con el argumento de una familia que tiene un encuentro con esos matones. El escritor le entrega esa novela a su ex. Esta lee el libro y trata de separar la ficción de lo real. Tanto si te interesa como si no te interesa el argumento te aseguro que su desarrollo era inteligente, adictivo, original… podría seguir.
Y ahora, leyendo esta novela he recordado aquella porque vuelve a tratarse de metaliteratura y hay intriga, inteligencia, una buena estructura… Aunque el tiempo pondrá a cada uno en su sitio y seguramente me quede con el desaparecido Wright.
Aún así a esta novela no le falta su miga. Es del holandés Herman Koch y yo ya le seguía por “La cena” y “Casa de verano con piscina” que en su momento me hicieron reír pero también me hicieron pensar.
Aquí la historia va de un narrador en primera persona que parece dirigirse a un tú que no es el lector. Le habla en su mente o le escribe o ya luego le habla en persona. Es su vecino, M., un escritor de perfil medio cuyo mayor éxito fue una novela que escribió sobre dos adolescentes que hicieron desaparecer a su profesor. En aquella novela el profesor, Jan Landzaat se lía con la adolescente Laura pero esta se cansa rápido y acaba con su compañero Herman. En un fin de semana aparece el profesor para pedirle patéticamente explicaciones a Laura y luego desaparece. Les echan la culpa de la desaparición a los adolescentes pero como no hay pruebas no hay crimen. En la novela del señor M. los adolescentes son claramente responsables de la desaparición. En la realidad… ya tenemos la intriga montada. Debemos averiguar quién es el narrador y qué quiere. Tenemos un largo capítulo que es prácticamente esa novela de la que se habla encajada en el centro de la novela que tenemos en las manos. Cotejamos la realidad con lo que se escribe. Asistimos a la vida de un escritor y sobre todo a sus miserias. A veces el mundillo literario y sus mezquinas gentes me recuerda el de los poetas de “Ávidas pretensiones” de Aramburu sólo que sin hipérboles, el del holandés es más mesurado en ese sentido.
Casi todo el libro se resume en la contraportada pero al final aún hay una sorpresa que no esperamos aunque eso es lo de menos. El disfrute aquí está más relacionado con  el mundo de los escritores y con todos los trapos sucios que Herman Koch saca a la luz (nótese que uno de los personajes se llama como él aunque es más fácil imaginarle como el señor M., el escritor). 
Un auténtico artefacto de intriga y reflexiones que a pesar de todo baja un poco el listón en la para mí, nada interesante historia central de instituto y niñatos pero que aún así, se recupera enseguida y lo cierto es que no te permite dejarlo. Este hombre es como el eslabón perdido entre la buena literatura y la literatura de género o best-seller. Aunque creo que más cae del lado del mainstrean, su calidad como escritor está en el lado correcto. Y si no, lean los anteriores libros que incluyo arriba. Son incluso mejores. O eso, o es que después de hacerlo tan bien, para mí ya solo podía bajar.
Para escritores en ciernes o para escritores ya consagrados. Para escritores.

Dicen que para la mayoría de los escritores todo está fijado, que después de cierta edad ya no se acumulan nuevas experiencias” pag.36

“Ni en “El año de la liberación” ni en “Ajuste de cuentas” se deja nada a la casualidad. La casualidad hace que tanto escritor como historia pierdan credibilidad, y usted es tan consciente de ello que en sus libros se asegura meticulosamente de que cada consecuencia tenga su causa” pag.75

“Antiguamente las bibliotecas eran espacios polvorientos y de recogimiento, piensa; hoy todas intentan parecer la terminal de salidas de un aeropuerto.” pag. 97