domingo, 6 de noviembre de 2016

Departamento de especulaciones






Este es el segundo libro de Jenny Offill. El primero, Last things, es de 1999. Este es del 2014. En quince años una escritora como por ejemplo Donna Tartt lo justificaría plantándote un novelón de mil doscientas páginas. Pero Jenny Offill ni eso. Ella aparece con una aparentemente modesta novelita de ciento sesenta páginas, con enormes espacios entre párrafo y párrafo, escrita como a ratos, hecha de jirones de información. Porque esa es su estructura, la de la brevedad. Notas informativas donde poco a poco vamos desgranando la historia de amor y desamor de una pareja casada. Explicaciones que va buscando la escritora y ya de rebote el lector, sobre por qué llegó aquella ruptura, el momento en que lo hizo, las razones… si es que estas se pueden localizar.
Ella es profesora en la vida real y en la novela. Y hasta parece que hay una alusión nada disimulada a su tranquilidad a la hora de escribir su segunda novela, Jenny no busca motivos, solo se ríe del tiempo en que no apareció la continuación de su proyecto literario.

“Creo que se me ha pasado por alto tu segundo libro”, dice
No-digo- no ha habido un segundo libro.
Pone cara de apuro. Los dos empezamos a calcular los años que han pasado, aunque a lo mejor soy yo la única que lo hace.
¿Pasó algo?, dice muy amable tras una pausa.
Sí- contesto.” Pág.55

Las notas en las que narra la historia propiamente dicha que por cierto, solo arranca hacia la segunda parte del libro, se intercalan con frases y aforismos propios o ajenos, con pensamientos que de algún modo se relacionan con lo que sucede o con su estado de ánimo. Imagino que esta originalidad le ayudó a quedar finalista del premio Pulitzer más el resto de reconocimientos. Es fresca y original sin resultar pedante o aburrida.

“Un experimento mental por gentileza de los estoicos: si te cansas de todo lo que tienes, imagínate que lo has perdido todo”.  Pág. 68

Un libro en el que se habla del divorcio. Pero sin maniqueísmos. Ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos que a ratos no resulten patéticos. Su personaje principal tiene un par de momentos tan magníficos como tristes en los que bastan escasas frases para definir la desesperación, el ridículo y la vergüenza del despecho, el talento de la escritura está en que ha reducido lo accesorio a su mínima expresión, no hay una palabra de más, esta vez de verdad.
Un libro que si no se basa en un hecho real es sólo porque describe muchos que sí lo han sido. Y lo siguen siendo. Y lo seguirán siendo mientras haya bodas.   

“Mi plan consistía en no casarme nunca. En vez de casarme me iba a convertir en un gigante del arte. Las mujeres casi nunca acaban convertidas en uno porque los gigantes del arte solo se preocupan del arte y nunca prestan atención a las cosas prosaicas. Nabokov no era capaz ni de cerrar el paraguas. Vera tenía que pegarle los sellos.” Pág. 16  

“Cuesta creer que el amor haya llegado a parecerme un asunto tan frágil. Una vez, cuando él aún era joven, vi el cuero cabelludo que asomaba a través del pelo y aquello me dio miedo. Pero no era más que un remolino. Ahora se le ve de verdad y solo siento ternura” pág.81

“Pero mi agente tiene una teoría. Dice que todos los matrimonios son una chapuza. Incluso los que desde fuera parecen razonables, por dentro se mantienen en pie con chicle, cuerda y alambre”. Pág. 93

2 comentarios:

  1. qué buena pinta! Y qué bueno ese antepenúltimo párrafo que citas, el de Nabokov y los gigantes del arte.
    Un abrazo.

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  2. Pues sí. Para mí especialmente que empecé en esto de leer literatura de cierta calidad gracias a Nabokov. Un abrazo

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