lunes, 27 de junio de 2016

Pureza





Esta vez solo le ha costado unos cinco años escribir este libro. Teniendo en cuenta que sus novelas se cuecen a fuego lento y durante una década me esperaba lo peor. Pero no. Simplemente estaba más inspirado. O con más ganas. Porque esta novela es tan buena como la anterior o mejor. Sí, así, de manera subjetiva y muy en general, pero que al menos quede claro que a algunos les levanta pasiones. Franzen no escribe al gusto de todo el mundo aunque este es de los que pagan peaje por tener demasiado éxito e intuyo que se les mira con más severidad que a los que acaban de llegar. 
Esto es alta literatura pero también literatura para todos los públicos y comercial. Es difícil vivir en ambos mundos pero en "Pureza" se demuestra. No hay forma. Y yo amo la forma. Pero aquí la narrativa es pura como el título, libre de metáforas o grandes hallazgos lingüísticos. Adoro esos libros de forma así que admito que en su primera parte ya me temía que esto podía ir hacia abajo y que del mismo modo que "Libertad" me parecía algo inferior a "Las correcciones" (aunque finalmente interesante), "Pureza" bajaría todavía más. Pero no.
Franzen sigue escribiendo varias novelas en una. Sus personajes, incluso con esa prosa desnuda que solo quiere narrar sin artificio alguno, son interesantes y profundos y te demuestran que se puede escribir plano y aún así se puede escribir diferente (ya lo sabíamos pero por si acaso).
Como un obsesivo McEwan, coge su objeto de estudio y pone la lupa sobre él, luego el microscopio, lo amplia, se va en dirección a su pasado para entenderlo mejor, lo relaciona con los otros personajes. A diferencia de Ewan admito que Franzen construye personajes más creíbles a nivel psicológico, más perfectos. McEwan es obsesivo pero con los temas. Franzen con las psicologías de sus personajes. Apura hasta su última neurona de criatura ficticia y nos las enseña desnudas, con el cableado al aire.
Aunque eso sí, el libro se titula "Pureza" como se pudo titular "bocadillo de atún". Hay una chica que quiere ser personaje principal y lo abre y lo cierra y se llama así, Purity (o diminutivo en Pip) y se supone que el resto gira alrededor de ella pero yo creo que hay personajes que la acaban desplazando un poco o están a su nivel de relevancia. Cuando lees sus setecientas páginas te encuentras partes en las que cada uno te cuenta su vida. Hay otros personajes como la madre de Purity que son explicados a partir del punto de vista de su hija o de su amante pero parecen tan reales como los que escriben o hablan o piensan en tercera persona. Y así tenemos algunos viajes al pasado del personaje principal (aunque ya he dicho que entiendo varios personajes principales), tenemos regresos al presente, cambiamos de capítulo o parte y otro personaje aparece y nos cuenta la suya o el que ya nos la había contado nos cuenta su presente.  Todo con parsimonia, con tantos detalles que más de uno se bajará de este coche y dirá exasperado que no tiene tiempo para tanto pero si llegas al final y ves lo que te han contado y cómo encaja con tanta naturalidad... entonces tal vez te sientas tan agradecido al escritor como yo. Se escuchan voces por ahí que le quieren quitar páginas. Son respetables. Pero entre tanto personaje y viajes temporales una redundancia o un subrayado de más tampoco son pecado grave, tal vez le recuerdan al lector algo que puede haber olvidado con tanto trajín. En cualquier caso el orden y la estructura rozan lo perfecto. Este no parece escritor de "a lo que salga". Al menos desde fuera da la sensación de que todo está muy controlado y meditado.
Finalmente decir que me ha vuelto a resultar casi inhumana su capacidad para describir el cerebro o el comportamiento de ciertas personas. Qué método seguirá para construir esos personajes. A veces tengo la sensación que son cierta gente que yo mismo he conocido en mi vida (cierta gente no muy sana mentalmente, eso sí). Pero imagino a Franzen dándole vueltas y vueltas a cada página, por sencillo que nos resulte leerlas. Y ocasionalmente tenemos párrafos sorprendentes con pensamientos ciertamente interesantes por si el interés decaía y ya no te interesaba lo que estaba contando sobre aquel activista alemán a lo Assange, o esa niña que busca a su padre, o su madre que se lo quiere ocultar todo, o la periodista que asciende como puede o le dejan en un mundo de hombres, o el escritor fracasado, o el periodista que busca la verdad de la prensa pero también oculta lo suyo o... Da igual. Contar demasiado un argumento es como hacer un tráiler de esos dónde ya está narrada casi toda la película. Mejor leer el libro y dejarse de historias
resumidas. 

Próximamente una serie de televisión con Daniel Craig de protagonista que ya no quiere a James Bond ni por ochenta millones de dólares y participación en sus beneficios.  Él es “pureza” de artista y quiere interpretar un personaje de este impresionante nuevo libro de Franzen. 

lunes, 20 de junio de 2016

Cicatriz



Para los que nos movemos más por Internet que por el pasillo de casa, este libro ya tiene sobrados atractivos. Sólo la sinopsis ya es un reclamo para interesarse. Se trata una vez más de una extraña relación entre dos personas que se conocen en un chat literario. Él es como rarito. Ella en principio es más normal pero como a todos-as le puede la curiosidad de ese tipo que le envía regalos en forma de libros o CD,s que va robando en El Corte Inglés o la Fnac.

No sé. En parte, supongo, por no defraudarlo, por no hacerle daño. Lo veía tan ilusionado mandándomelos… Cómo iba a rechazárselos. Hubiese sido cruel. Y otro motivo es… Se detiene unos instantes. La vanidad. Es tentador sentirse el centro de atención de alguien hasta ese extremo. Imagina que un tipo te regala todo eso sin que tú se lo pidas. Sin exigirte nada a cambio. Porque sí. Simplemente porque quiere halagarte. Porque se lo aceptas. Eso es: simplemente porque estás ahí para recibirlo
Y claro, entramos en esa historia con apenas dos personajes de verdadero peso y se te va pasando la mañana de Domingo sin nada que hacer (de momento) pasando páginas a buen ritmo. Porque me hipnotiza el ritmo sin prisa pero tampoco moroso de la autora. Ese tipo me desagrada y quiero saber al igual que la protagonista, qué narices quiere o a dónde nos lleva. Y ocasionalmente, también, podemos entenderla en sus dudas.

Pero en serio, te digo: verlo o no verlo era lo de menos. Una cara, o un cuerpo, ¿qué más da? Me cuesta darle consistencia de persona real. Más bien lo sentía como un personaje; yo misma actuaba como un personaje”   

La ironía es que efectivamente ambos son personajes de una novela, no puede haber más sinceridad en ese párrafo.
Y así va transcurriendo esta novela que te puedes llevar a cualquier lugar. Podría ser una de esas lecturas de verano para cuando el calor no te deja ganas de más. Un entretenimiento agradable pero no exento de calidad. Desde luego, sin tanto exceso formal, supera con mucho el libro de su premiada amiga Marta Sanz (en la misma editorial) a la que cita nada más comenzar la novela. A veces menos es más.
El tipo que se nos describe en esta novela, ya lo he comentado, me parece desagradable y lo suficientemente sospechoso como para dejar de aceptar sus regalitos y cortar rápido la comunicación pero no es tan sencillo. Si la protagonista lo bloquea en la primera página nos quedamos sin novela. Y el hombre también tiene su lado amable e interesante y sabe lo suyo de literatura (gran placer para mí que se hable de literatura en un libro) o consejos tan sencillos como necesarios.

“¿Crees que has luchado con verdadera perseverancia para cambiar las cosas, o simplemente te has dejado llevar y ahora te quejas?”
“¿Sabes lo que decía Proust de la mentira?... La mentira es esencial porque la verdad es incomunicable”
“El cine, entendido como creación artística conlleva demasiados peajes económicos y sociales. El cine es una producción grupal, mientras que la literatura es, por defecto, el fruto espiritual del individuo sin más, enfrentado a solas consigo mismo”  

Algo de razón tiene el pájaro con lo del cine pero como se va volviendo cada vez más raro y ella le va siguiendo el juego, poca redención le veré yo a este hombre. Claro que a mí lo que me gusta es cómo la autora va desplegando la historia sin prisa pero sin pausa y nos lleva hacia un final que para mí, tal vez, pudo ser mejor, pero que no me estropea el libro. Sara Mesa sigue siendo autora de cuentos y esto es novela pero es novela corta o cuento largo (si os parece lo segundo malo porque supone páginas de sobra pero no, yo creo que está todo bastante ajustado a lo que quiere contar, se cuece a la temperatura adecuada y con los tiempos bien ajustados).
Y así acabé el domingo. Entregado a averiguar qué quería el individuo este. O qué esperaba ella de esa relación.  
A diferencia de otros comentarios que he leído yo no creo que la protagonista sea tonta o sus dudas exageradas. Sólo se deja llevar por una situación en la que el misterio y la curiosidad mandan.

“¿Qué sabe Sonia de él? Muy poco, en realidad... ¿Su tono seco, aséptico? ¿Su suficiencia? ¿Esa impresión de desapego, o de que posee claves o conocimientos a los que los demás jamás tendrán acceso? Provocador, pero también educado. Solitario, pero siempre con interés por analizar el comportamiento de los otros.”   

Pues Sonia sabe lo que Sara Mesa quiere que sepamos. Las cartas se van enseñando pero sin prisa que si no, no tiene gracia.
Y por si sois de los que una narración sin pretensiones no es cosa de adultos, la contraportada nos resume muy bien las intenciones. Seguro que lo ha escrito la autora que para algo sabe el plato que nos ha conocido y por qué lo ha hecho:

“…no solo es una inquietante historia de amor descompensado… es también una reflexión sobre la sociedad de consumo y los robos a gran escala en grandes almacenes, la sumisión y el poder, la anulación del deseo y la carnalidad, el refugio de la infancia, la fantasía como alternativa, la culpa y la expiación, la escritura y la vocación literaria”.  

Sí, es sobre todo eso con desigual resultado. No hay espacio para profundizar en todos los temas pero muchos quedan para el debate si sois de esos.

Ya tenemos el primer libro recomendable de verano pero no os fiéis de mí. A la que os descuidéis os reseño otro ladrillo "gafapastero" (o un clásico, que a esos también les pego). 

viernes, 10 de junio de 2016

Cinco esquinas



Vargas Llosa ha vuelto a escribir libro y es uno de los pocos escritores que podemos considerar mediáticos sin ser exactamente televisivos (aunque últimamente esté viviendo una cuarta o quinta juventud o decimoctava con alguien muy mediática). A la que hay libro suyo en la calle, los periódicos en su sección cultural y las revistas literarias y hasta los programas de televisión nos avisan cada día, no se nos vaya a olvidar.
Yo le llevo leyendo casi veinte años. Desde que marcó mi experiencia como lector con “La tía Julia y el escribidor”. Un libro que sumaba las estructuras faulknerianas sofisticadas al sentido del humor, a la construcción inteligente de personajes entrañables… Era la modernidad literaria en Sudamérica. Yo lo leí tarde pero seguía siendo un libro nuevo, no envejecía. Estoy seguro de que si lo releyera sería igual de bueno. O su “Elogio de la madrastra”. Un poco menos su segunda parte “Los cuadernos de Don Rigoberto” pero también. Y luego también me gustaron “La fiesta del chivo”(política dictatorial y heavy), “Las travesuras de la niña mala”(travesuras de escritor calentorro pero divertido sin más), “La guerra del fin del mundo”(ambicioso y bien llevado), “Conversación en la catedral” (obra maestra de estructura a la que tengo que dar una nueva oportunidad porque leí con prisa y mal), “El hablador”(bueno) “Como pez en el agua”(autobiografía de su periodo como candidato presidencial de lo más reveladora, maravilloso libro), sus ensayos literarios (inspiradores), sus obras de teatro (menores), sus cuentos (pichí, pichí pero bueno, más o menos), “Pantaleón y las visitadoras” (como la tía Julia, entrañable, bueno y divertido), “Lituma en los Andes” (un premio planeta que no fue lo mejor de su obra pero interesante como novela negra, mejor de lo que suele dar ese género), “El paraíso en la otra esquina” (quise ser Gauguin aunque luego en la realidad no sé si hubiese podido), “Quién mató a Palomino Molero” (no me acuerdo así que…), “Historia de Mayta” (no le pillé la gracia, creo que hablaba de cuando él era rojillo peruano y por mí vale pero creo que me aburrí, otro a revisitar), artículos periodísticos (me encanta el género periodístico así que no digo más) y luego… le dieron el premio nobel con “El sueño del celta”. Creo que le pasó como a Dicaprio. Que había que dárselo porque se lo debían y no se lo dieron por lo mejor de su obra. Es el primer libro suyo que parece de otro. Narrativa plana sin imaginería lingüística marca de la casa. Sin casi nada. Si no sabes lo que Bélgica le hizo al Congo te entretendrá pero yo ya llevaba la literatura al respecto de Sebald o de Conrad.  Para mí, este libro sin forma ya estaba de más. Lástima.
Es por eso que llegué a su penúltimo libro, “El héroe discreto”, sin esperar mucho. Pero me lo pasé bien. Tampoco era su estilo pero era divertido. Un libro sin pretensión alguna. Ganas de divertirse de manera comercial pero con un algo de calidad. Como “Travesuras de la niña mala” pero más light. Y aquí empezó mi conspiranoia. Vaya por delante que yo me río mucho a cuenta de los conspiranoicos pero a mí este libro me parecía escrito por Jaime Bayly, su compatriota más dicharachero. Bayly hace literatura con acento peruanísimo y dejes locales de lo más simpáticos, cargado de sexualidad equívoca, de humor, de ganas de epatar. A mí me divierte, he ido a que me firme algunos libros por Sant Jordi. Es un tipo ingenioso y polémico.
Aunque creo que ya no se lleva bien con Vargas Llosa. Este odia a Fujimori. Bayly defiende a su hija como presidenciable futura del Perú. ¿Entonces? Pues no sé porque tanto el libro mencionado del héroe y este que nos ocupa (y del que debería escribir algo y llevo una entrada larguísima sin mencionarlo todavía), parecen escritos por Jaime y no por Mario. Pero vamos, que a veces los maestros aprenden tanto de sus discípulos que acaban imitándoles. Son maestros que copian a discípulos que en su día les copiaron a ellos. Feedback artístico.
Y este último libro parece más Bayly que Llosa por el modo en que trata el lenguaje. Ya no hay imaginería ni hallazgos formales. Se usan las palabras de manera funcional para hacer reír. Todo su ejercicio de estilo ha desaparecido. Se mueve entre la gracia fácil, el deseo epatante a lo Bayly (el modo en que trata la homosexualidad casi es exhibicionista, sorprendente en este octogenario en proceso de resurrección, no hay sugerencia, hay evidencia y subrayado grueso, las escenas lésbicas parecen la forma en que él fantasea cuando se tiene que poner a tono, no es amor lésbico, es sexo de peli porno para hombres, sin más). Hay un capítulo de los finales que retoma esa estructura difícil pero con un truco repetido de los suyos, creo que de “Lituma en los andes”. Varios personajes viven sus experiencias paralelamente, el lector tiene cada dos párrafos un cambio de lugar y personajes y tiene que adivinar dónde está y quien habla. Pero lo dicho. El truco es viejo. No hay un verdadero alarde experimentador. Este hombre escribe ya como el abuelo que mete barcos en la botella. Es su afición para cuando su nueva y flamante mujer esté ocupada. Como ya hizo historia literaria, ahora se dedica a hacer historietas. O a lo mejor es el modo de llegar a más público. Los grandes premios te dan prestigio. Los libros comerciales te dan dinero. Pero… ¿a él le hace falta el dinero? No, prefiero ver este libro y el anterior como divertimento de escritor que se lo puede permitir.
Aún así el libro es agradable de leer si no te apetece nada fuerte. Hay que llevarse algo a la playa y la gente no suele apostar por cosas como “La república” de Platón. Esta novela sirve para eso, para el verano y las neuronas perezosas y no es tan desastrosa que nos sintamos insultados, hay grandes momentos y los personajes están muy bien dibujados(también las situaciones). Es literatura comercial, muy comercial para venir de quién viene. No llega a Best Seller (aunque venderá mucho) pero se queda a medio camino. Hay que entender que no todos los libros quieren ser obra maestra. Algunos solo quieren que pasemos un buen rato. Y a mí, contra algunas críticas que lo destrozan por su falta de ambición, debo decir que de tanto en tanto prefiero algo así, menos engreído, más natural. Este escritor en zapatillas de andar por casa se lo está pasando bien. En su vida y en su escritura. Ahora ve y dile lo que tiene que hacer. Con ochenta años. Aunque lo de Panamá no se lo voy a perdonar, eso no. La literatura, eso sí, es otra cosa.