lunes, 27 de agosto de 2018

El príncipe Lestat y los reinos de la Atlántida




Porque lo vi en el estante de novedades. Creo que fue por eso. Y porque era extraño. Los cantos del libro eran azules con lo que llamaba mucho la atención. Me atrajo como la mariposa a la luz dónde se acaba quemando. Como uno de esos youtubers que critican libros y dicen que está muy chulo, muy guay y que la portada es genial. No muy adultos, claro, ya crecerán y empezarán a leer lo de dentro o por lo menos a valorarlo más que la cubiertas.
Pero en mi regresión vi el nombre de Anne Rice. Lecturas juveniles de mi ídem. Yo leí su “Confesiones de un vampiro” (más película). “Lestat el vampiro”, “La reina de los condenados” (más espantosa película). También le pegué a sus brujas de Mayfair o a su momia. Incluso a un no demasiado lejano hombre lobo. Pero sólo me quedo con los dos primeros y no sé si resistirán una lectura con mis cansados ojos de adulto. Esta señora ha escrito más de cuarenta novelones y ha vendido más de cien millones de libros alrededor del mundo. Influyó tanto a Stephenie Meyer que si yo fuera su abogado la demandaba por plagio. Pero lo cierto es que los primeros vampiros de Anne Rice cambiaron la forma de entender este mito. Pasaron de monstruos a superhéroes con glamour. Mucho menos románticos y cursis de lo que haría la otra señora copiona de “Crepúsculo”, más filosóficos, rompiendo barreras de sexo, muy bien vestidos y guapos (Anne Rice es una amante del esteticismo, como opción no se puede reprochar aunque eso en su degeneración actual, se queda en cómico). 
Quise en definitiva regresar a una vieja amiga. Yo caí por el cuarto libro de los vampiros “El ladrón de cuerpos”. Pero ellos siguieron mordiendo diez libros más. En esta catorceava novela de la saga (aunque todas sus sagas de brujas, momias o lo que quieras comparten escenarios, mundo y hasta personajes), Lestat se ha hecho príncipe de los vampiros y lleva el espíritu que los anima desde el principio de los tiempos, Amel. Como es consciente de que muchos hemos pasado de leer sus anteriores novelas, hay índice de personajes, diccionario de conceptos y la sensación de mucha complicación para tan poca historia. Porque ahora nos hablará de unas nuevas criaturas que se saca de la manga, los replimoides. Cada libro de la saga es ir atrás en el tiempo y conocer al maestro del maestro del maestro, cada vez más poderosos todos. En plan videojuego o dragon ball. Pero aquí a más viejo, te suben el nivel. Y en esta novela hay un malvado que viene del libro anterior(se ve que el libro trece fue el regreso vampírico después de haber cerrado la saga en el doce y ahora ya vamos por la siguiente entrega de lo que podríamos llamar la nueva temporada de Lestat y amigos).
Durante casi seiscientas páginas los personajes hacen algo que yo no supe o quise ver ya en “La reina de los condenados”, sentarse y hablar de sus cosas. Todo eso da la sensación de que no hay acción. Simplemente historia vampírica o de espíritus. Ciencia ficción de serie B o de tebeo de los años cuarenta (muy dirigido a los niños). Se inventa incluso un material nuevo parecido al polímero que a mí me recuerda al Adamantium de Lobezno pero más útil y multiusos.
Los personajes hablan todos igual y Lestat ha perdido su carisma. Todos tan emocionales como siempre pero un poco rutinarios en sus descripciones de vestuario y cabellos largos y perfumados y blah, blah, blah de lo mismo. Está claro que este libro no estaba dirigido a mí. Lo terminé porque me gusta acabar lo que empiezo y porque me lo llevaba para el tren y lugares de difícil concentración intelectual. Y esto es como papilla literaria. Pero ya no más.
Cuando tenía el grupo de música le dediqué una canción a Anne Rice y sus inmortales. Me fascinaron sus dos primeros libros sobre todo. Pero luego todo ha sido repetición. Su mitología está bien atada y sorprende lo bien que controla su mundo (hay escritores que se pierden en sus propias creaciones pasados los diez libros). Y tengamos en cuenta que tiene más de ochenta años. Una edad en la que ya muchos no pueden escribir ni una carta coherente.
Por respeto a lo que fue diré que pudo ser peor. Y por seguir respetando creo que no la leeré más.       

miércoles, 8 de agosto de 2018

Como el agua que fluye




Antes de llegar a este libro pasé por otros dos de la autora. Me refiero a su más que célebre “Memorias de Adriano” y al tal vez menos conocido “Opus Nigrum”. A mí el segundo casi me gusta más que el otro. Pero sobre gustos no hay nada escrito… que valga la pena.
Como el agua que fluye” es otra reedición. Esta es ya una señora que vive gracias a que ciertas editoriales siguen apostando por autoras del siglo XX cuya literatura ha envejecido poco. Aunque antes nos costaba, ya podemos considerar autores clásicos a los señores y señoras del siglo pasado. Creo que ya hay perspectiva suficiente para entender cuáles eran flor de un día y cuales han sobrevivido sin envejecer ni un día lo que escribieron.
Marguerite Yourcenar escribió mucho y bien sobre la Historia. Me sorprende que todavía se siga apostando por ella. Tiene un estilo clásico muy poco dado al dialogo donde sí prima la descripción (más de pensamientos o paisajes mentales que de escenarios pero a veces, también de estos últimos) por encima del diálogo. En un mundo de capítulos cortos, mucho diálogo, mucha separación de páginas en blanco, cuerpo de letra tirando a enorme, etc. es grato entender que hay mucha gente por ahí que todavía es capaz de leer la Historia vista a través de una mirada menos complaciente.
Esta novela son en realidad tres cuentos. La misma autora explica que los escribió con veinte años. Eran tiempos en los que la gente de veinte años debía tener una capacidad para resultar profunda y hasta una erudición que las tablets y los móviles están matando. Pero no me gusta llorar sobre la leche derramada o sobre la cultura evanescente. Es lo que hay. Y estos cuentos, todo hay que decirlo, fueron revisados posteriormente por Yourcenar.
En estos tres cuentos tenemos una historia de amor entre hermanos que Hollywood no aceptaría debido a que Hollywood a su manera es más conservador y viejo que la buena literatura clásica. Hay otra historia sobre un hombre que vive y muere y pasa por diversas vicisitudes del siglo XVII sin una gran cultura en su haber pero con una capacidad no inferior para extrapolar lecciones. Viene a decirnos que a los leídos de los no leídos solo nos separa el lenguaje. Es una excelente lección de humildad aderezada con más episodios sórdidos que no contaré aquí por no desvelar demasiado. 
El tercer y más breve de los cuentos nos habla del hijo del señor que aparece en el segundo cuento. Quiere dedicarse al teatro y vivir muchas vidas. Como los que leemos o los que escribimos.    
Otro buen libro de la autora aún perteneciendo a su obra menor y primeriza.
En cualquier caso siempre es mejor empezar por lo mejor que ha hecho. O no. Este es un libro breve.
Para amantes de la historia bien documentada y la filosofía.