lunes, 14 de diciembre de 2015

"Los años de peregrinación del chico sin color"


Escribir de Murakami ahora es llegar tarde a casi todo. Se habla y se escribe tanto que poco nuevo puedes decir. Sólo tu opinión personal. Una de tantas. Todo el mundo lee a Murakami. Tengo amigos que no leen nunca salvo cuando Murakami saca libro y entonces sí, cogen un libro. Alguno me preguntó por escritores que se le parezcan. Los japoneses no le servían y tenía razón. Murakami no escribe del todo al modo japonés. Hay mucha occidentalización en él. De ahí tal vez que tenga éxito fuera de su país (aunque también hay mucho de su patria, es más bien un híbrido occidente-oriente, un puente entre dos civilizaciones no tan opuestas como se piensan). Creo que lo más cercano que encuentro a este hombre es Paul Auster. Por lo extraño de sus ambientes, esa realidad kafkiana (Kafka es un punto en común entre ambos escritores), esas citas casi frikis de los libros que les gustan, las películas, el convertir lo cotidiano en materia de lo fantástico y hacerlo de un modo poco evidente (sabemos que estamos en el mundo de lo irreal pero no siempre está claro, a veces es más una sensación que un hecho palpable). Ambos son también oníricos.
Pero volviendo a Murakami tengo que decir que yo no soy uno de sus mayores admiradores. He leído cuatro de sus novelas con esta y sí, nunca me ha desagradado del todo pero siempre o casi me costaba entrar en su mundo. Decenas de páginas dedicadas a contarnos lo que come. Leerle es desear picar algo. Su estilo se construye de pequeñísimos hechos como ir a la cocina y hacerse café, fumar, tomar Cutty Sark, comer sushi o ver cómo se cocina algo muy japonés. Después hay algo de historia. Alguna mujer de la que se enamora o se enamora de él (de carácter fuerte normalmente). Sólo en “Tokyo Blues” el ambiente me parecía menos onírico de lo normal, más posiblemente autobiográfico. En “Kafka en la orilla” todo parecía normal hasta que a la mitad del libro un gato le hablaba al personaje y ya me dije “estos japoneses dando la nota, no sabes por dónde pillarlos, y yo que me estaba creyendo el libro…”  Así que hasta la fecha sus libros no me disgustaban pero tampoco me apasionaban. Me sobraban páginas en algunos casos salvo en “Tokyo Blues” que era mi preferido a pesar de no contar gran cosa (pero la literatura japonesa es así, contemplativa y estética por encima de narrativa, o la aceptas o te vas a hacer otra cosa como lavar los platos o cualquier faena que se te esté quedando atrasada, no pierdas el tiempo que nadie te obliga a hacerlo).
Luego entraba a ver esos entusiastas blogs dónde elevan a Murakami a Nobel obligado, youtubers que lo ensalzaban (algunos hasta elogiaban las portadas del libro, hecho que me hacía salir corriendo de la crítica, los libros no se juzgan por la portada, anormales), gente que pedía como mi amigo, más escritores como este o clonar al japonés.
Cuando cogí este “Los años de peregrinación del chico sin color” lo hice más que nada porque parecía más escueto. A menos páginas, menos paja y menos escenas de charla, comida, café… Me engañaba. Murakami alimenta a sus personajes en cualquier situación. Debe pensar que si no les da de comer se morirán como si fueran reales. Pero no importa. Creo que eso le da un ritmo al libro muy particular. En este caso particular es incluso agradable. Comes con ellos y ya te puedes sentar a tomar café (yo tomé café mientras leía a Murakami para apuntarme a la fiesta gastronómica, lo admito, y hasta sugerí ir a un “japo” a mi compañera).
En este libro un tipo de treinta y seis años recuerda a los cuatro únicos amigos que tuvo en su adolescencia. Estos le rechazaron y le sacaron del grupo sin mediar excusas. Esto le marcó profundamente hasta el punto que actualmente sigue sufriendo de un modo subconsciente por aquello, eso marca sus relaciones con las mujeres. Pero Sara, la última novieta que se echa, le dice que tiene que solucionar esa cuenta pendiente con su pasado y este, un chico sin color, “un vacío que espera que lo llenen”, se deja llevar por esa opinión y se va a buscar a esos viejos compañeros de correrías. Todo eso sucede más o menos sobre la mitad del libro. No hay prisa. Esto es muy japonés, ya lo he dicho. Aunque luego debo admitir que los personajes están bien construidos, que todos tienen motivaciones y parecen reales, que sus puestos de trabajo también parecen auténticos y bien documentados, que las observaciones sobre la vida del personaje principal me parecen interesantes, que también me lo parece el misterio abierto, que el libro me entretiene y que sin ser obra maestra es de lo mejor de Murakami que he leído. Me recuerda al mencionado “Tokyo Blues” en que es menos fantástico que sus otros libros, más personal. Salvo algo relacionado con un espíritu maligno que se puede interpretar casi metafóricamente, la historia es verosímil desde nuestro mundo cartesiano.
Algunos “peros” que le achacan son que el mundo japonés es alienígena, que piensan diferente a nosotros. Que por eso mismo el final queda abierto y sin resolver.
Eso sucede por un motivo, bueno, es mi teoría. Como este escritor ha conseguido muchísimos adeptos jóvenes se enfrenta también a críticos inexpertos, algunos de ellos sólo han jugado a la consola, han visto anime y le han leído a él. No les des algo que no esté previamente masticado o se ponen nerviosos. Dicen que el libro no tiene final, que los japoneses son muy distintos a nosotros y bueno…  
La sociedad japonesa será muy distinta a la nuestra pero este autor precisamente es el más occidentalizado de los suyos que he leído, te puedes identificar con algunos de sus pensamientos tanto como cualquiera.  En cuanto al final deja cabos sueltos premeditadamente pero también suficientes claves como para que te lo montes tú mismo. No voy a contar nada porque es mejor leerlo y no estropearlo pero a mí sí me parece un libro bien rematado. En dos minutos yo mismo escribí mentalmente esa conclusión, no es difícil. Y sea como sea da para debate si te gustan esas cosas.
Este es uno de sus libros más maduros, creo que el penúltimo. Uno de los más humanos y reflexivos, altamente entretenido. Lo esencial queda explicado. El resto queda para el lector.
Creo que tendré que volver a Murakami. Y será gracias a esta novela.

Sí, en ocasiones el talento es divertido. Es vistoso, llama la atención. Y si tienes suerte, incluso ganas dinero con él. También atrae a las mujeres. En fin, supongo que es mejor tenerlo que carecer de él… pero solo puede desplegarse cuando estás concentrado. Y si algo no funciona bien en tu mente o en tu cuerpo, si, pongamos por caso, se te afloja un tornillo o se te estropea alguna conexión, entonces la concentración, y por lo tanto el talento, se esfuma como el rocío en la madrugada. Por ejemplo, si te duele una muela o tienes molestias en la espalda, no puedes tocar bien el piano”  Escribir de Murakami ahora es llegar tarde a casi todo. Se habla y se escribe tanto que poco nuevo puedes decir. Sólo tu opinión personal. Una de tantas. Todo el mundo lee a Murakami. Tengo amigos que no leen nunca salvo cuando Murakami saca libro y entonces sí, cogen un libro. Alguno me preguntó por escritores que se le parezcan. Los japoneses no le servían y tenía razón. Murakami no escribe del todo al modo japonés. Hay mucha occidentalización en él. De ahí tal vez que tenga éxito fuera de su país (aunque también hay mucho de su patria, es más bien un híbrido occidente-oriente, un puente entre dos civilizaciones no tan opuestas como se piensan). Creo que lo más cercano que encuentro a este hombre es Paul Auster. Por lo extraño de sus ambientes, esa realidad kafkiana (Kafka es un punto en común entre ambos escritores), esas citas casi frikis de los libros que les gustan, las películas, el convertir lo cotidiano en materia de lo fantástico y hacerlo de un modo poco evidente (sabemos que estamos en el mundo de lo irreal pero no siempre está claro, a veces es más una sensación que un hecho palpable). Ambos son también oníricos.
Pero volviendo a Murakami tengo que decir que yo no soy uno de sus mayores admiradores. He leído cuatro de sus novelas con esta y sí, nunca me ha desagradado del todo pero siempre o casi me costaba entrar en su mundo. Decenas de páginas dedicadas a contarnos lo que come. Leerle es desear picar algo. Su estilo se construye de pequeñísimos hechos como ir a la cocina y hacerse café, fumar, tomar Cutty Sark, comer sushi o ver cómo se cocina algo muy japonés. Después hay algo de historia. Alguna mujer de la que se enamora o se enamora de él (de carácter fuerte normalmente). Sólo en “Tokyo Blues” el ambiente me parecía menos onírico de lo normal, más posiblemente autobiográfico. En “Kafka en la orilla” todo parecía normal hasta que a la mitad del libro un gato le hablaba al personaje y ya me dije “estos japoneses dando la nota, no sabes por dónde pillarlos, y yo que me estaba creyendo el libro…”  Así que hasta la fecha sus libros no me disgustaban pero tampoco me apasionaban. Me sobraban páginas en algunos casos salvo en “Tokyo Blues” que era mi preferido a pesar de no contar gran cosa (pero la literatura japonesa es así, contemplativa y estética por encima de narrativa, o la aceptas o te vas a hacer otra cosa como lavar los platos o cualquier faena que se te esté quedando atrasada, no pierdas el tiempo que nadie te obliga a hacerlo).
Luego entraba a ver esos entusiastas blogs dónde elevan a Murakami a Nobel obligado, youtubers que lo ensalzaban (algunos hasta elogiaban las portadas del libro, hecho que me hacía salir corriendo de la crítica, los libros no se juzgan por la portada, anormales), gente que pedía como mi amigo, más escritores como este o clonar al japonés.
Cuando cogí este “Los años de peregrinación del chico sin color” lo hice más que nada porque parecía más escueto. A menos páginas, menos paja y menos escenas de charla, comida, café… Me engañaba. Murakami alimenta a sus personajes en cualquier situación. Debe pensar que si no les da de comer se morirán como si fueran reales. Pero no importa. Creo que eso le da un ritmo al libro muy particular. En este caso particular es incluso agradable. Comes con ellos y ya te puedes sentar a tomar café (yo tomé café mientras leía a Murakami para apuntarme a la fiesta gastronómica, lo admito, y hasta sugerí ir a un “japo” a mi compañera).
En este libro un tipo de treinta y seis años recuerda a los cuatro únicos amigos que tuvo en su adolescencia. Estos le rechazaron y le sacaron del grupo sin mediar excusas. Esto le marcó profundamente hasta el punto que actualmente sigue sufriendo de un modo subconsciente por aquello, eso marca sus relaciones con las mujeres. Pero Sara, la última novieta que se echa, le dice que tiene que solucionar esa cuenta pendiente con su pasado y este, un chico sin color, “un vacío que espera que lo llenen”, se deja llevar por esa opinión y se va a buscar a esos viejos compañeros de correrías. Todo eso sucede más o menos sobre la mitad del libro. No hay prisa. Esto es muy japonés, ya lo he dicho. Aunque luego debo admitir que los personajes están bien construidos, que todos tienen motivaciones y parecen reales, que sus puestos de trabajo también parecen auténticos y bien documentados, que las observaciones sobre la vida del personaje principal me parecen interesantes, que también me lo parece el misterio abierto, que el libro me entretiene y que sin ser obra maestra es de lo mejor de Murakami que he leído. Me recuerda al mencionado “Tokyo Blues” en que es menos fantástico que sus otros libros, más personal. Salvo algo relacionado con un espíritu maligno que se puede interpretar casi metafóricamente, la historia es verosímil desde nuestro mundo cartesiano.
Algunos “peros” que le achacan son que el mundo japonés es alienígena, que piensan diferente a nosotros. Que por eso mismo el final queda abierto y sin resolver.
Eso sucede por un motivo, bueno, es mi teoría. Como este escritor ha conseguido muchísimos adeptos jóvenes se enfrenta también a críticos inexpertos, algunos de ellos sólo han jugado a la consola, han visto anime y le han leído a él. No les des algo que no esté previamente masticado o se ponen nerviosos. Dicen que el libro no tiene final, que los japoneses son muy distintos a nosotros y bueno…  
La sociedad japonesa será muy distinta a la nuestra pero este autor precisamente es el más occidentalizado de los suyos que he leído, te puedes identificar con algunos de sus pensamientos tanto como cualquiera.  En cuanto al final deja cabos sueltos premeditadamente pero también suficientes claves como para que te lo montes tú mismo. No voy a contar nada porque es mejor leerlo y no estropearlo pero a mí sí me parece un libro bien rematado. En dos minutos yo mismo escribí mentalmente esa conclusión, no es difícil. Y sea como sea da para debate si te gustan esas cosas.
Este es uno de sus libros más maduros, creo que el penúltimo. Uno de los más humanos y reflexivos, altamente entretenido. Lo esencial queda explicado. El resto queda para el lector.
Creo que tendré que volver a Murakami. Y será gracias a esta novela.


Sí, en ocasiones el talento es divertido. Es vistoso, llama la atención. Y si tienes suerte, incluso ganas dinero con él. También atrae a las mujeres. En fin, supongo que es mejor tenerlo que carecer de él… pero solo puede desplegarse cuando estás concentrado. Y si algo no funciona bien en tu mente o en tu cuerpo, si, pongamos por caso, se te afloja un tornillo o se te estropea alguna conexión, entonces la concentración, y por lo tanto el talento, se esfuma como el rocío en la madrugada. Por ejemplo, si te duele una muela o tienes molestias en la espalda, no puedes tocar bien el piano”  

lunes, 30 de noviembre de 2015

"El Reino"


De Emmanuel Carrère leo casi todo lo que se publica en España. Lo descubrí con “El adversario” y desde allí hasta ahora me suelo interesar por lo que escribe. Unas veces me convence más que otras. Pero hay algo en sus libros que se me hace muy cercano. En estos casi siempre emplea una estructura similar. Mezcla su vida o lo que podría ser su vida con la del personaje real del que suele escribir. Confecciona una vida cotejando la autobiografía con la vida ajena. “De vidas ajenas”, por cierto, es otro de sus libros más premiados. Hace años hicimos una lectura conjunta una bloguera y yo. En esos comentarios yo empiezo despreciando un poco al autor y al final me acabo rindiendo a su libro. Y eso es tal vez porque se muestra tan supuestamente íntimo en sus confesiones que realmente parece que sea él y que lo narrado sea su vida y esta no sea precisamente ejemplar (a la interpretación de cada cual dejo si inventa o actúa).  
En “El Reino” nos habla de los evangelistas. Desde el punto de vista de alguien que creyó hace más de veinte años y luego se hizo agnóstico. De algún modo entiende mejor a los creyentes porque se ha contado como uno de ellos, ha militado en sus filas. Actualmente está en las filas de los escépticos y se le nota en sus pasajes más humorísticos.
Aquí regresamos con las supuestas confesiones sobre su vida. Abrimos el libro con un larguísimo prólogo en el que nos habla de su participación en la serie de muertos que resucitan para televisión que le tuvo como guionista. Entiende que Jesús también es un famoso muerto que resucitó. Como en la serie francesa, fue un resucitado entero, nada de un cadáver apestoso a lo “Walking dead” con ganas de comer carne humana. Esto le hace reflexionar al autor sobre su relación con esta religión. Cómo pudo creer algo tan bizarro como que alguien resucitara. Yo también me lo pregunto así que me leo sus quinientas páginas y bueno, independientemente de que la respuesta sea satisfactoria, sí es satisfactorio el recorrido por ese mundo en el que todavía Jesucristo sólo era un mesías más que decían que había regresado del otro lado. Cómo se forja una religión tan importante y cómo el tiempo que la vivió ignoraba por completo lo que le esperaba. Para eso está la Historia, para desmitificar. Porque a muchos se les van a venir algunos mitos a pique.
En cualquier caso creo que es un libro disfrutable para creyentes o no creyentes. El autor no se dedica a la burla, lo deja claro en sus pasajes más importantes (el título del libro sale de uno de esos máximos pasajes clave de respeto que no desvelaré por no matar las sorpresas a nadie). Simplemente busca en las fuentes y lo hace durante años. Se apoya en gente de la Iglesia y en gente que está fuera de esta. Se esfuerza por ser objetivo, algo que no se puede lograr al cien por cien pero premiemos siempre el intento. Alguien dice por ahí que está en estado de gracia cuando lo escribe. Yo creo que también. Le gusta lo que hace y se le nota. Pasado ese largo prólogo que para mí supone el único pero de la novela, consigue que me interese por las vidas de Pablo, Marcos, Lucas, Juan… algo que hasta la fecha debo admitir que me resbalaba bastante. Se convierte en novela y en novela interesante. Yo he disfrutado especialmente con las incoherencias de un libro como “La Biblia” que se supone dictado por Dios y que sin embargo, visto desde la mente de un novelista deja cabos sueltos, tiene redundancias, contradicciones clarísimas, un dibujo incoherente de los personajes (ese Jesús iracundo en unos evangelios y tan pacífico en otros es impagable). Pero es lo que hay. Tenemos Biblias en cualquier lugar si no creemos a Carrère. Y no creo que a ningún Dios verdadero le importe que la gente ría. Estoy seguro de que le debe molestar más lo de matarla o torturarla. Pero dejémoslo. Tampoco soy objetivo. Sólo recuerden que esto no es novela histórica, novela moderna o autobiográfica, ensayo, comedia, blog novelado… es un poco de todo y más.
Para mí, lo mejor de Carrère.

Dice que es extraño, si te paras a pensarlo, que personas normales, inteligentes, puedan creer en algo tan insensato como la religión cristiana, algo del mismo género que la mitología griega o los cuentos de hadas”    

Sobre la conversión de Pablo:

El Pablo de antaño se había convertido en un monstruo para él, y Pablo se había convertido en un monstruo para el hombre que había sido antaño… Habría rogado a Dios que le matase, como los héroes de las películas de vampiros obligan a jurar a sus compañeros que les traspasarán el corazón con una estaca si llegan a morderles. Pero eso es lo que se dice antes. Una vez contaminado, sólo piensas en morder a tu vez…”     

lunes, 23 de noviembre de 2015

Ventajas de viajar en tren




Dos personas se encuentran en un tren. Pero no, antes hay un párrafo que te introduce vertiginosamente en la novela. Una mujer encuentra a su marido totalmente ido y lo interna en un psiquiátrico. Luego es cuando se produce ese encuentro ferroviario. Y en esta corta novela no para de suceder de todo. También podría ser tomada como un montón de narraciones independientes. Porque todo se va enredando hasta que finalmente nos lo desenredan con limpieza. Pero antes hay personajes hablando y contándonos su vida. Y qué vidas.
Aunque ya veis que lo mío no son los argumentos. Estoy más por la labor de ver qué tal escribe el que las cuenta. Y Antonio Orejudo, un madrileño cosecha del 63 es bueno de verdad. Tiene un ritmo que ya lo quisiera para sí cualquier adolescente pastillero de fin de semana, es un chunda, chunda literario total. Orejudo te engancha y más vale que estés atento porque te explica historias dentro de otras historias y a su vez dentro de otras.
Este libro ya empieza a estar cubierto por el polvo de los años, es un premio Andalucía de Novela del 2000 pero aún goza de cierto culto en ambientes blogueros y literarios. Lo he visto reseñado en varios blogs más recientes. Creo que no me equivoco al decir que se sigue leyendo. Y se ha reeditado sin lugar a dudas. Yo lo he leído en versión de Alfaguara pero me ha parecido verlo en Tusquets. Bueno, son editoriales en las que recalo con frecuencia si bien soy muy de Anagrama. De hecho soy un adicto a Anagrama que ya se va abriendo, por fin, a otros territorios como Periférica, Destino, Random House… Lo que sea. Da igual. Los editores ya son muy variados. En el mismo sello y colección te encuentras autores cada vez más variopintos. Si no te gusta uno de la empresa no lo pagues con otros que tal vez sí sean interesantes. Luego está que ciertos diseños de ciertas colecciones te gusten más o menos pero bueno, que los libros no se juzgan por las cubiertas.
Esta novela me ha animado con unos cuentos propios que tenía por ahí a medias muy transgresores. Si a Orejudo le dejan publicar estas barbaridades ya es que se puede con todo. A ratos rozan el absurdo pero tengamos en cuenta que alguno de sus personajes están literalmente para que los encierren y de hecho ya lo están. Encerrados. Con camisa de fuerza. Así es creíble que lo que ocurra quede a medio camino entre el delirio de un loco y la realidad. ¿Es real lo que sucede? ¿Es una mentira del personaje más loco de la historia? Piensa lo que quieras pero me he sorprendido riéndome bastantes veces con las salidas más cafres de este autor. Parece que le gustan los caminos grotescos.
Me gusta de un escritor que descubro, el saber que cuando acabe la novela me esperan otras suyas y la posibilidad de repetir las gratas experiencias vividas con la que te ha hecho disfrutar tanto. Tengo unas cuantas más pendientes que caerán fijo.
Como siempre, hablo de lo que leo sabiendo que este libro (como cualquier otro) no es para todos los públicos. Tú verás.
Por si acaso te dejo el primer párrafo para que veas por dónde va el asunto y ya si eso, seguro que lo tienes en tu biblioteca. Puede que en la librería pero aquí tirarán por las novedades.  

“Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pegunta tan peregrina:
-      ¿Le apetece que le cuente mi vida?”       

          

lunes, 9 de noviembre de 2015

"Nosotros caminamos en sueños"

A Patricio Pron le conocí porque era uno de los listados entre los veinte escritores jóvenes iberoamericanos más importantes que salió hace unos años. Eran la generación Granta 2010. Desde luego qué fácil es inventarse una generación. Coges unos cuantos individuos de edades similares que escriban más o menos bien, los juntas, los fotografías y ya tienes generación. Aunque luego entre ellos se parezcan como un huevo a una castaña.
También disfruté del mal rollo que tenía con Alberto Olmos, un compañero de generación. Patricio le reseñó malamente en un blog y el otro se picó. Lo curioso es que el ofendido, Albertito, tenía y tiene un blog de literatura llamado “Lector mal-herido” dónde ha apuñalado a montones de escritores y libros. Divertido sí, mucho, pero sólo es una de esas diversiones malsanas que te hacen sentir mal contigo mismo. Patricio no es tan provocador como el otro pero sí dijo que no le convencía mucho “Ejército de Salvación” de Olmos y lo argumentó.
Debo decir que en algún momento he disfrutado con lo escrito por Olmos y en otros con lo escrito por Pron. A mí me da igual que no se quieran entre ellos. Yo soy público de ambos. Como ese amigo que está peleado con otro y tu les sigues hablando a los dos, en esto no tienes que meterte.
Pero hablando de este libro… Bueno, decir que aunque esta es una edición reciente y ampliada salió originalmente con el título “Una puta mierda” en el 2008 y es novela primeriza del escritor argentino. Tal vez por eso no me ha gustado tanto. Yo he leído todo lo que le sigue y me pareció bueno, especialmente sus cuentos. En sus cuentos coge un pequeño detalle irrelevante y lo estira y le saca jugo como el monologuista español Luis Piedrahita que quiere ser el Dios de las cosas pequeñas. En esta novela hay atisbos de lo que vendría después pero no me sorprende. Y además le veo todas las referencias que son tantas que ya me salgo de la narración. Habla de una guerra imaginada en las Malvinas y contra los ingleses. Sí, imaginada. No se adapta a la realidad. Es kafkiana. También me recuerda al teatro absurdo de Beckett. La guerra es en las trincheras y contra un enemigo que no vemos y recuerda muchísimo a “Senderos de gloria” de Stanley Kubrik basada a su vez en la novela de Humphrey Cobb.
Aún así tiene sus momentos y es divertida. Siguiendo con las comparaciones con monologuistas hay escenas que me recuerdan a Gila. Hay una dónde unos turistas japoneses que pasan por las trincheras se quejan al alto mando porque en la agencia les prometieron que podrían fotografiar muchas mutilaciones y no están cumpliendo con el acuerdo.
En fin, diría que de la guerra ya se ha hablado más y mejor en por ejemplo “El miedo” de Gabriel Chevalier, “Trampa 22” de Joseph Heller, y muchos más. Y que algunos lo hicieron muy bien porque la vivieron y saben mucho de lo que cuentan. Pero Patricio Pron por lo menos, no aburre. Incluso aunque no estuviera allí y solo toque de oídas(y se base en las mentiras que daban los informativos o sus profesores sobre el conflicto).  
Claro que esto es comedia. O surrealismo. O no sé. Patricio Pron no es muy clasificable.

Pasable. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

"Sólo de lo perdido"

Carlos Castán es un escritor muy estiloso. Pero eso sí, no le pidas que te cuente historias muy originales con grandes giros sorprendentes, con personajes muy diferentes que hablan cada uno con sus particularidades, con argumentos que te atrapan y quieres saber qué es lo próximo que va a ocurrir. Para eso último tenéis a Dan Brown. Para lo demás tenéis a esa maestra literaria que escribió
“Cincuenta sombras de Grey” y nos dibujó personajes tan alucinantes como la chica “monguis” y el tipo duro (aunque un poco imposible) que le daba la caña que necesitaba. Y no, no es que por aquí no vaya a salirme de la pedantería y algún día no vaya a reseñar autores más comerciales pero últimamente me apetece algo más adulto. Ya os avisaré cuando me apetezca leer y escribir sobre estupideces. Hay un momento para todo.
Carlos Castán es muy suyo, muy “él mismo”. Este libro es de cuentos pero recientemente también escribió una novela “La mala luz” dónde nos demostraba lo poco que le importa lo que cuenta. A él lo que le va es el cómo. Sí, podría haberse dedicado a la poesía y no hacernos creer que nos va a explicar una historia al uso pero bueno, que de todo tiene que haber en literatura. Y bueno, a mí me lo hace pasar muy bien.
En este libro volvemos a ver a sus personajes simétricos caminando por bares de mala muerte y con poca luz, por librerías o grandes superficies dónde se lleva muchos discos y mucho papel impreso por Junio o Julio (dos personajes en dos cuentos distintos tienen esta costumbre con lo que adivinamos que el autor también y bueno, yo mismo de peque acumulaba cómics para llevarme al pueblo en verano, hacia más compras por esa época). También le vemos apasionarse por mujeres que pasan un poco de él y a las que tiene que matar porque ya sabemos que en España o eres mía o te asesino un poco. Y porque es tan romántico eso de pegar hachazos en la cabeza a por ejemplo, el amante de la que te ha dejado plantado… ¿A que sí?
Pero no os dejéis engañar por esta ironía o sarcasmo que al igual que el desodorante no me abandona. El tipo escribe bien. Y no es porque naciera en Barcelona como yo. Creo que actualmente da clases o algo así por Zaragoza, no sé, vosotros también tenéis wikipedia. Escribe bien porque su literatura fluye como una buena melodía.
Su estilo esta hecho de frases largas pero fluidas (ya lo he dicho), uso y abuso de las comas, enumeraciones múltiples, primera persona del singular como la narrativa a partir del siglo XX que es muy egocéntrica pero así somos, melancolía, el pasado ganándole la partida al presente y no siempre para bien, bastante tristeza…

Tu vida es eso, es esa despedida que no se nombra ni se acaba, el deseo que regresa de vacío, el ruido del ascensor que te sobresalta en medio de la noche pero que siempre va a otro piso, más arriba o más abajo, y te despiertas solo y sin saber ya qué ocurre, qué ocurrió, dónde demonios se jodió todo”   

Ese párrafo lo dice porque espera que la chica que perdió sin saber cómo no regresa y él la espera, de ahí sus problemas con los ascensores que no paran en su piso. Un poco obsesivo-compulsivo.  

A veces un barrio se queda de pronto vacío, Mucho antes de que los amigos comiencen a dispersarse en matrimonios incomprensibles, en provincias de risa, en trabajos sin sentido perdidos por el mundo. A veces pasa eso y todo un tiempo de golpe se desmorona como una torre, cambia la luz de las tardes, y sobre las cosas se va dejando caer despacio una borrosa nube de cansancio.”    

¿Veis lo que digo sobre lo que le gustan a este hombre las comas? Pero si podemos jugar mucho a que somos Carlos Castán. A ver, vamos a hacerlo un momento “Y llegó la España de la crisis, con los presidentes tristes de los brotes verdes que nunca llegaban o los que sólo se le aparecían a los periodistas a través de un plasma, con las reuniones para comer junto al contenedor de basuras, con el artículo de la Constitución que te aseguraba el derecho de la vivienda abolido, con…” ¿A que es fácil? Intentadlo, es divertido. Llevo todo el día jugando a que soy Castán.
Por último decir dos cositas. La primera que desde que le recomendé este libro a un amigo bloguero siempre me pide más recomendaciones de este estilo. Es un amigo al que se lo recomendé porque tenían estilos muy similares. No puedes recomendar el mismo libro a personas diferentes.
Otra anécdota es que cuando terminé de leerlo comprendí que hace años ya lo había leído. Pero claro, todo lo que escribe este hombre es tan homogéneo que pensé que mis repetidos Déja vu eran producto de que Castán se repite más que el ajo. Me he convertido en esos viejos que cuando era crío y los veía preguntarle a la señora del videoclub si habían visto o no cierta película me hacían gracia. ¿Cómo podían no recordar si habían visto algo? Pues ya veis. El espíritu de aquellos señores que seguro que ya no existen ha venido a vengarse. ¿Acabaré preguntando si he leído esto o aquello a un tercero-a?

Saludos y leed lo que queráis. Y si es algo bueno recomendarlo.      

lunes, 26 de octubre de 2015

"Meridiano de sangre"

Cormac McCarthy es uno de los cuatro escritores vivos que según Harold bloom, crítico reputadísimo americano, se sitúa entre los mejores cuatro escritores estadounidenses vivos actuales. Aunque uno nunca sabe hasta cuándo durará esto. No porque dejen de ser buenos escritores sino porque debido a sus avanzadas edades, el más jovenzuelo no baja de los setenta y muchos, dejen de estar vivos. Este McCarthy es cosecha del 33. Un escritor misterioso pero no tanto como por ejemplo Pynchon del que ni tenemos su rostro (bueno, de este ya hablaré en profundidad cuando toque). McCarthy no concede entrevistas pero al final parece que se desvirgó con la famosa Oprah Winfrey. Me hubiese gustado verla.
Le he leído bastante. Y vosotros también puede que lo halláis hecho sin saberlo.  Si habéis ido al cine a ver “La carretera” o “No es país para viejos” o alguna más ahí lo tenéis. Se le ha adaptado bastante.
No así sucede con este libro. “Meridiano de sangre” es un libro de casi cuatrocientas páginas en edición de bolsillo. Quítale ciento y pico en edición de las de tapa dura y vete a saber cuántas en edición pirata virtual. Pero de esas no hablaremos aquí.
Este libro podría pasarse al cine. Hace poco vi en Sitges “Bones Tomahawk” y había una brutal escena hacia el final con indios y americano torturado que me recordaba al menos en espíritu a lo que me cuenta este libro. Porque este es un libro sobre la crueldad humana. Parece el “Infierno” de Dante versión Salvaje Oeste (dónde salvaje podría ser también “slasher” o cualquiera de esas películas de terror con mutilaciones ya que incluso Jason o cualquiera de estos monstruos se echarían las manos a la cabeza viendo tanta casquería y tan creativa reunida).
Los blogueros críticos reduccionistas han dicho que esto es una historia del Oeste y se han quedado tan anchos. Pues vaya manera más simple de definirlo. Todo libro se puede reducir a algo y dejarlo en nada. “Moby Dick” es la historia del correcaminos, todo Faulkner es un montón de habitantes de un pueblo inexistente hablando a la suya, Proust es un tío que se comió una magdalena y se acordó de cuatro tonterías… ¿Lo veis? Si no te gusta un libro lo reduces a su esencia y lo ridiculizas. Y no es así. La literatura es descompresión. Coger lo pequeño y estirarlo y sacarle partido al detalle.
Aquí es cierto que hay cierta monotonía de la matanza pero incluso eso es genial. Es todo tan horrible y tan seguido que llega a dejar de importarte en algún momento. Se produce esa anestesia del horrorizarse. Ciertos verdugos masivos aseguran que cuando has cortado muchos brazos o mutilado a mucha gente o la has matado ya es como un trabajo más. ¿Terrible? Mucho. Pero cierto. Pues creo que eso puede pasar con este libro. Que alguno se descuelgue porque al final hay una sucesión de masacres que pueden resultar redundantes. Pero dejadme decir que esto es una parte más de lo que hay en estas páginas.
Porque Cormac McCarthy es más que eso. Este escritor es descripción brillante del paisaje duro que conoce bien. Y adapta el paisaje al alma de sus personajes. En eso es muy brillante. Y también hay ideas escondidas en sus páginas, cierta filosofía hobbesiana un tanto exagerada pero vamos, que viendo como está el mundo tampoco anda muy desacertada…  Y además tiene estilo. Porque la poesía que luego veríamos más ampliada en otras de sus obras nunca le falta. Hay metáforas en mitad de tanta sangre, y personajes bien explicados aunque lo cierto es que aquí no hay ni uno solo que sea eso que se dice “buena persona”, todos son de natural Neanderthal (el juez es el mal hecho carne y tal vez parezca de una pieza pero no, leer sus disquisiciones o pajas filosóficas es un toque más que curioso en ciertas partes de la novela). Aún así hay estructura. Hay inteligencia.
Puedo entender a los que quieran desviar la vista porque no tengan estómago para tanto pero oye, no me lo descalifiques como si estuvieras leyendo “Viernes 13” porque esto es otra cosa. Si no te van los platos fuertes este pica como el demonio. Es como si te va la comida con sal y te metes un taco mejicano con extra de salsa de guindilla. Si quieres literatura feliz espérate a que yo tenga el día optimista y te reseñe algo más ligero o pregúntale a otro bibliotecario cerca de tu casa pero no leas “Meridiano de sangre”. Porque no es duro, es lo siguiente.
El pistolón brincó en su mano y dos puñados de los sesos de Owens salieron por la parte posterior de su cráneo y cayeron al suelo con un ruido fofo. Owens se desplomó y quedó tumbado de bruces con un ojo abierto y la sangre manando de la destrucción que mostraba la parte posterior de su cabeza
 ¿Os parece poco? Pues lo es. Es el ejemplo más suave que he encontrado. El resto son exterminios que incluyen niños, cachorros, mujeres… Tu mismo-a.
Y en cuanto a la filosofía mirad las cositas que dice el curioso juez del que nada y todo sabemos.
Incluso en este mundo existen más cosas sin que nosotros tengamos conocimiento de ellas que en todo el universo y el orden que observamos en la creación es el que nosotros le hemos puesto, como un hilo en el laberinto, para no extraviarnos”.  
Para venir de una mala bestia la reflexión es interesante. El orden no existe. Todo es caos pero nosotros nos hacemos la ilusión de que hay un propósito, un orden, un caos, un creador. Y luego llegan los científicos para recordarnos que tendemos al desorden o entropía.

Los científicos o Cormac McCarthy haciendo hablar a su muñequito cabrón, el juez.