lunes, 19 de diciembre de 2016

Experimento de amor



Hace un par de años leí Una reina en el estrado de Hilary Mantel. A esa novela la avalaba un Man Booker Prize, el segundo que recibía su autora estableciendo un récord (única mujer en recibir dos veces este premio, el primero lo tuvo por En la corte del lobo, primera parte de Una reina en el estrado). Ambas novelas son parte de una trilogía todavía inacabada sobre la vida de Thomas Cromwell, ministro al servicio de Enrique VIII. Estos dos premios sirvieron para que en España no solo conociéramos a Hilary Mantel sino para que comenzasen a ponerse con su obra anterior y editarla más. 
Esta novela que nos ocupa hoy tiene copyright del 95 así que es anterior a sus exitosas novelas históricas. También he visto que por las bibliotecas cercanas a mi casa hay alguna recopilación suya de cuentos El asesinato de Margaret Thatcher. Todo esto demuestra que nunca hay que hacer el chulo o la chula e ir despreciando premios. Estos pueden tener sus intereses ocultos pero desde luego ayudan a la carrera de los escritores. Hilary Mantel era una gran escritora antes de los premios. Ahora sabemos que lo era gracias a estos. Y lo sabemos porque la publican. Y la publican porque la premiaron. Al menos en esta península que es dónde a mí me interesa por motivos obvios.
En esta novela de hoy cambiamos de escenario. Nos cuenta la relación de dos amigas. Una hija de un matrimonio católico-irlandés. La otra inmigrante polaca(sabemos que su madre estuvo en un vagón e intuimos que de los campos de concentración nazis pero no se cita el episodio, ni siquiera es necesario). La amiga católico-irlandesa, desde una nada casual primera persona del singular nos cuenta sus vivencias en una universidad de Londres a la vez que hace continuos flash-backs al pasado, a su niñez. De ese modo entendemos mejor esta relación en la que hay más discusiones que otra cosa. Yo llego a pensar que son amigas porque eran vecinas pero en otra situación serían enemigas. La narradora tiene problemas alimenticios y digamos que se nutre poco. La palabra anorexia no aparece pero es que esa primera persona desde la que nos habla acota la percepción del problema. Nosotros podemos darnos cuenta pero ella mantiene la narración de una joven de dieciocho años que parece comer bastante poco mientras que su amiga engorda y engorda. Bueno, la palabra anorexia aparece solo así, una vez:

Pero no quisiera que pensarais que esta es una historia sobre la anorexia, ya se han escrito demasiadas. pag.90   

La diferencia entre los cuerpos de la narradora y su amiga se va haciendo mayor a medida que pasa el tiempo. Pero también la diferencia entre ellas. La universidad las va separando a todos los niveles.
Con un estilo de narración muy directo se nos cuenta la vida en sus colegios y universidades de señoritas donde las monjas diseñaban mujeres a su manera. Para ser criadoras de hijos y todo eso. Leyéndolo recordé el recientemente libro que leí de Edna O’Brien. Y no es nada casual:

-      Estaría bien ir por ahí hablando como si fuéramos personajes de Edna O’Brien. Va con nosotras.

La novela deja pasar muchos capítulos en algo que hace sospechar mucho que Hilary Mantel sea muy parecida a su personaje. Incluso estudia derecho como lo hizo la autora. Tal vez esta novela con mucha menos ambición que sus posteriores novelas históricas le deba mucho a su biografía pero aún así no es mero diario personal. Nunca hay que escarbar mucho con eso. La novela tiene entidad por sí misma, como obra de ficción. Porque la intrascendencia de sus primeros compases ya tiene un camino marcado. Solo al final entenderemos que la autora nos estaba escondiendo su último truco final y este nos hará entender que no se trataba de una novela costumbrista ni habla sobre viejas batallitas de la autora. Sobre el título no acabo de verlo por más que la traducción sea la adecuada An experiment of love. Pero vamos, que no voy a preocuparme por cómo se titule una novela si esta me ha gustado. A lo mejor es que si cuela y alguien se cree que es una historia de amor venda más. Porque amor aquí hay, sí. Y algo de sexo, muy sutil, pero también. En cualquier caso no hay lo suficiente como para decir que esto trate sobre el amor o su experimento. Y sobre lo que sienten estas dos amigas… Mejor no doy más claves. 
Aunque al principio pensé que la escritora de algo tan maravilloso como Una reina en el estrado me decepcionaría, terminé felizmente la novela sabiendo que su versatilidad podía ya con todo. Pienso leerme todo lo que pueda de Hilary Mantel. Una escritora elegante, sutil, irónica, inteligente. Una escritora que sabe lo que quiere contar y lo hace sin excesos ni retórica vana. Su fuerte es la construcción de personajes pero también la reconstrucción histórica (esta novela no es tan contemporánea después de todo, calculo que habla de los setenta del siglo pasado). Ya solo queda un año (o menos) para que acabe su trilogía. Y será maravillosa. Y de momento, ahí está Destino desempolvando su bibliografía. Muchas gracias.

Tal vez debería lamentar haber echado a perder esos años de juventud, compadecerme de mí misma por haberme divertido tan poco. Pero el carpe diem es un sentimiento vacío, ahora que la vida dura tanto tiempo. Pag. 175


lunes, 5 de diciembre de 2016

La gran novela americana



Si hubiese sabido de lo que trataba esta novela no me la hubiese llevado para casa. A duras penas me gusta el deporte nacional de mi país, el fútbol, como para que me cuelen una de béisbol que es el deporte nacional norteamericano. Pero se trataba de algo escrito por Phillip Roth.
Le conocí hace años por una bloguera que lo recomendaba mucho. Yo sólo había leído al clásico austriaco Joseph Roth pero sabía que había otros dos escritores importantes más con ese nombre, Henry y Phillip. Cuando le pregunté de qué Roth hablaba me respondió un sucinto “Phillip, of course”. Pues desde ese “of course” hasta ahora ha llovido durante al menos ocho años ( no mucho, cada vez hay menos precipitaciones por aquí). Actualmente ya entiendo mejor por qué es grande. Aunque no comulgue con los temas de sus primeras novelas, las de juventud. Por más que esta la escribió con unos cuarenta años. Pero cuarenta en escritor no es lo mismo que cuarenta en jugador de fútbol. Dónde el último ya sería abuelo el primero sólo es un novatillo que empieza. Yo disfruto más con los libros de madurez de los escritores que con sus inicios frescos y ambiciosos pero con fallos novatos, escribir requiere mucha experiencia y mucha vida y mucha reflexión. Al menos hacerlo bien.
Pero esta novela que nos habla de una mítica e inventada Liga de Fútbol que nunca existió, el esperpento regresa a mis manos. Me meto en libros exagerados sin querer, no me gusta el humor absurdo pero siempre caigo en alguno.
Y este es absurdo pero menos. Es un libro humorístico en el que te cuenta sobre un equipo de béisbol imposible con enanos, tullidos, cegatos, medio locos, perdedores natos… Y está plagado de historias de personajes que demuestran la fértil imaginación del joven Roth. Su estilo ya tenía la música del estilo de madurez y en líneas generales no puedo decir que sea un mal libro. Pero si avanzo en su lectura es porque no quiero pasar mucho tiempo leyendo un libro en el que me explican un partido de béisbol. Son párrafos que me podría saltar si hiciera eso pero no, siempre me resigno a leerlo todo. Y se acaba entendiendo. Aunque no sepas de sus reglas sí entiendes lo que ocurre o lo importante que ocurre. Hay momentos realmente hilarantes. Por lo menos alguna sonrisa sí me ha asomado mientras lo leía. Y me ha hecho envidiar la facilidad aparente con la que crea historias dentro de su historia. Nos explica la vida y milagros de más de veinte o treinta personajes sin que parezcan abrumar o amontonarse y algunas son francamente divertidas.
Es normal que el mito de “La gran novela americana” se intente con una de béisbol. El deporte define mucho un país. El nuestro no se explicaría del todo si no sabes lo que significa un Barcelona- Real Madrid y que aquí hay más miga que pegar patadas al balón. Aunque no deja de ser significativo que no explique su sinopsis en la contraportada (en la edición de Contra que manejo vemos fotografía del autor y frases publicitarias sobre este)  si no en su contrasolapa interior. Tal vez han pensado como yo, que si explicas que va de béisbol muchos ni se acercarán (yo no me hubiese acercado de haberla leído). 
¿Os gustan las novelas que tratan sobre un asunto que nunca os ha importado? A mí a veces me han acabado gustando por el estilo pero creo que lo normal es que no.
Tal vez acepto las que tienen temas que desconozco y tal vez me puedan explicar pero no esas que tratan sobre temas que directamente odio. Y bueno, luego resulta que con la mente más abierta el viaje es menos malo de lo esperado. Y con un buen escritor que escriba con entusiasmo. 
Pero sí tengo claro que si quieres empezar con Phillip Roth no te debes estrenar con este. Cualquiera de sus libros de madurez sirve, no voy a dar nombres porque son muchos y todos son solventes. Es el problema de las novelas con tema demasiado específico o especializado. Que tienen un público demasiado específico también.
Los temas universales son para todos los públicos.

El béisbol no es un tema universal, sólo nacional. Aunque sí, hay amor, y sexo, y política, y economía, y conspiraciones. En eso Roth siempre está bien.            

domingo, 20 de noviembre de 2016

Una suerte pequeña



Claudia Piñeiro es escritora, dramaturga, guionista y colaboradora de distintos medios gráficos. Se nota. Porque sin saber nada sobre su vida esta novela se lee fácilmente, en poco tiempo, en cualquier lugar aunque haya ruido. Me ha parecido más una película que una novela. Y sin embargo tiene la estructura perfecta que se necesita en una novela. De hecho, casi no hay diálogos y solo están para que no se te haga tan pesado el mazacote de letras (o eso pienso yo suspicazmente que hacen ciertas editoriales, porque siento que tendemos a darlo todo muy bien masticado para que los lectores no se sientan abrumados).
La novela va sobre una señora que regresa a la tierra que abandonó por Boston. Le ocurrió algo terrible y traumático en su patria argentina que la obligó a hacer las maletas y desaparecer para todo el mundo. Hasta tal punto que ahora regresa disfrazada con una peluca y lentillas y con una oportuna afonía para que su voz suene como la de Batman y nadie intuya que ella es ella. No me lo creí ni un segundo.
Temía que toda la historia fuera a dar vueltas alrededor de este misterio y no hubiera más. Especialmente cuando llevaba un cuarto de libro y no pasaba nada y la autora solo tomaba café, un avión, reflexionaba obviedades como que los aeropuertos se parecen mucho o que los silencios entre dos desconocidos son incómodos. Yo sí que estaba incómodo viendo que si bien la novelita era corta, poco más de doscientas páginas, se me iba a hacer larga. Pero no. El misterio se resuelve antes de lo previsto y luego empieza con otra historia. Durante buena parte de la novela ya podemos sentirnos atraídos o no por lo que cuenta pero es entretenida, se pasan las páginas pensando que estás en buenas manos. A Carla Piñeiro le fascina la estructura. Desde la cita de Alice Munro del principio (autora que se suele llevar mucho a los talleres de lectura) asistimos a eso. Literatura impoluta, bien pergeñada, cada detalle lleva inexorablemente a otro, un ir soltando la información poco a poco y darle la sensación de crescendo al lector. Parece que este párrafo de la novela en su página 83 es una declaración de intereses:

Volviendo a ella”, a la Historia, dice, “por un hecho que deriva en otro llegamos a una guerra, a la Revolución Industrial, a un genocidio, a un tratado de paz, o al mal llamado descubrimiento de América. Nunca me atrajeron tanto los hechos en sí mismos como sus porqués. Y la Historia siempre tiene un porqué, en cambio la vida no”.    

Aparentemente escribe todas y cada una de sus frases con un porqué. Y maneja muy bien todas sus piezas que no son pocas, aunque lo parezca. Hace fácil lo que no debe serlo.
Pero sigo sin sacudirme la idea de que la novela acierta en eso pero fracasa en profundizar en ciertos temas y en caer en lo que, ahí no podía con eso, escribir personajes arquetípicos. El marido aburrido y soso frente al hombre idealizado y casi perfecto (solo superado por el gran Grey de la famosa trilogía, claro, ese es Dios). Sus hombres no tienen contrastes. O son lo más o son lo peor. Y luego, cuando la cosa se pone rosa tirando a tonta me saca de la novela. Por más que estaba interesado en temas como ese grupo de gente ignorante y analfabeta que no perdona a su personaje principal (un asunto interesante de la historia, todo hay que decirlo) o por lo inútil y dañina que es la culpa para un ser humano (y lo útil para los que rodean a ese ser humano). Insisto, ideal para generar debates y diversiones varias en los talleres de lectura.
El estilo es cristalino. No hay interés por trabajar los artificios de la lengua. O no se puede. Papilla literaria para que no se aturullen ni los más torpes del equipo.
Lo siento, sé que esta escritora gusta mucho. Tiene buenas calificaciones en muchos lugares. Pero es que lo simple enamora más fácilmente. No se trata de que me explote el cerebro cada vez que leo una historia pero sé que esta escritora no es para mí cuando no leo absolutamente nada entre líneas. Creo que le sucede como a Donna Tart, que vuela entre la alta y la baja literatura y en esa incertidumbre me pierdo yo. Pero léanla. Apuesto que gusta más que la mayoría de los libros de los que estoy tan enamorado por aquí. Y lo cierto es que no me he aburrido casi nada.


No deje que la juzguen, no acepte el juicio de los otros, algunas comunidades son muy cerradas, muy… admonitorias. Ése es el término: admonitorias. Y algo hipócritas también, si me lo permite. Gente que no sabe ponerse en el lugar del otro. Levantan el dedo y juzgan con la certeza de que ellos nunca estarán sentados en su propio banquillo.  Pág. 153  

domingo, 13 de noviembre de 2016

"Breve historia del progreso" y "2020, un nuevo paradigma"




Aunque voy a romper el buen tono literario que siempre llevo por aquí, no veo por qué no podría hacer ocasionales excepciones. Especialmente cuando uno de los dos libros que comentaré está escrito por Ronald Wright que además de ensayista es escritor. Y se nota en “Una breve historia del progreso”. Especialmente si lo comparamos con “2020, un nuevo paradigma” de Robert J. Shapiro que fue subsecretario de Comercio y asesor de Bill Clinton, pura economía y puro ensayo pero cero literatura (por eso no reseñaré muchos de estos por aquí, porque este sí se sale de la política de esta casa aunque merece la pena decir algo sobre lo que plantea).
Hace años escribía en mi otro blog que tenía un terrible dilema. Si hay crisis la ecología gana porque consumimos menos y el planeta lo agradece. Pero somos más infelices. Si no hay crisis el planeta se acaba esquilmando, contaminamos, cambiamos el clima… volvemos a la casilla de la infelicidad. Dos opciones terribles y con poca solución.
Es curioso que estos días en que me ha dado por visitar la biblioteca en busca de ensayos haya encontrado estos dos libros de la misma colección “Tendencias” que poco o nada tienen que ver pero que a mí me han parecido altamente complementarios porque me devuelven mi viejo dilema. Y sigo sin resolverlo, puedo añadir.
En “Breve historia del progreso” que se editó en la no demasiado cercana fecha de 2006 pero que sigue siendo de total actualidad, Ronald Wright estudia a fondo cuatro civilizaciones que murieron de éxito. Y además nos explica la historia a través del daño que los imperios le han hecho al entorno.  
Norteamericanos, babilonios, habitantes de la Isla de Pascua, españoles en Sudamérica…  acabaron con sus árboles en unos casos, desviaron aguas para regar sus campos y eso hizo que la sal que llevan los ríos de las rocas y que arrastran hasta el mar, desertizaran esos mismos cultivos(a la tierra no le gusta que la toqueteen mucho), llevaron la viruela y mataron poblaciones enteras, mataron bisontes hasta la casi total extinción. Todo el libro nos lleva de la mano por la manía que tienen los seres humanos de llevar los recursos hasta sus últimas reservas. La idea es que ahora ya somos una población global que no tendrá a dónde ir. Porque claro, las anteriores civilizaciones sí se podían desplazar a otros lugares pero ahora somos una especie desatada que en diez años sube en mil millones de individuos su población. Antes nos costaba mil años de tiempo conseguir crecer tanto. El crecimiento es exponencial. Somos un virus muy voraz. Estamos en todos los lugares de la Tierra y no podemos escapar de nuestra propia especie.  
El libro, eso sí, es ameno, breve, está bien escrito y hasta se permite el sentido del humor. Tal vez por eso el otro me ha resultado tan insufrible. Y es que la tesis de “2020” es puro neoliberalismo. Te permite entrar en el cerebro del americano emprendedor medio y saber por qué es tan distinto del europeo. Lo mejor de la política en Europa para su escritor fue Margaret Thatcher, la dama de hierro (uno de los pocos líderes que parece aprobar Shapiro).  
Según Shapiro nuestras economías europeas se van a ir al traste o ya lo están haciendo porque hay muchos viejos y estos viven más. Y damos muchas subvenciones. Cada vez menos trabajadores sustentan a más individuos así que hay que subirles los impuestos a los que trabajan y reducir las prestaciones a los que no(o acabar directamente con la seguridad social, etc.). También tenemos que mantenernos a base de préstamos o rescates. Esto genera deuda pública y por tanto menos empresas quieren invertir en países morosos (¡glups!). El estado del bienestar es fantasía europea pero los políticos no se atreven a hacer los recortes necesarios. Y sí, lo terrorífico es que algo de razón no le falta. ¿De dónde saldrá el dinero que necesitamos para que no crezca el déficit si no se generan puestos de trabajo? Pero es que Shapiro ve soluciones en tener más hijos que apoyen la jubilación de los viejos. Claro, hombre, como si no fuéramos suficientes. O como si no hubiera jóvenes sin trabajo. Y el sufrimiento de mucha gente tampoco parece molestarle demasiado, él solo ve cifras desde sus despachos.
Pero debo admitir que tiene razón en algo. Todo país que invierte en educación se hace más productivo en unos diez años. Un mundo tan cambiante como el nuestro necesita gente flexible y esta flexibilidad la da una buena formación. Claro que la educación es inversión de futuro y los políticos están para mantener su partido y solo quieren resultados rápidos, no molestar a sus clientes que son los votantes.  
Shapiro ve como males menores el hecho de que la deslocalización de empresas deje sin trabajo a millones de personas. O que los recortes en sanidad las maten. Llega a admirar al régimen surcoreano y otras tiranías porque al no temer protestas en la calle pueden hacer los recortes y reformas necesarias para que el país avance. Detesta a Europa por lo opuesto, porque nos molesta todo y no queremos que nos quiten derechos. Llega un momento en que sus tesis neoliberales salvajes me sacan del libro.
Nos cuenta además que debemos trabajar más para tener más dinero(en la vida hay trabajos maravillosos de los que no querrías salir nunca pero otros en los que cincuenta o hasta ochenta horas semanales son un infierno así que mejor vivir con menos pero más felices, en eso soy muy europeo).
Shapiro adora a los irlandeses porque no paran de tener hijos (esto horrorizaría a Ronald Wright). Nos repite sus tesis como si fuéramos idiotas, el libro y sus quinientas páginas se caen de las manos no por difícil sino por repetitivo y a ratos casi ofensivo (otra conclusión es que América es la hostia y va a seguir siéndolo como mínimo hasta el año que da título al libro).
Pero lo he leído hasta el final a pesar del poco interés que ha puesto el escritor en quedarse con el grano y arrojar la paja. No todo es aburrido o banal. Es cierto que la facilidad para montar empresas que tienen los americanos y las condiciones a sus emprendedores son únicas. Pero al final creo más en lo que Jean Philippe Cotis, economista de la OCDE dijo: “Al final nuestro propio modo de vida vale mucho más que una vulgar estadística del PIB per cápita
Por supuesto Shapiro detesta esa mentalidad.
El libro se escribió en 2008 y nuestros problemas actuales con el fondo de pensiones le están dando en parte la razón. Pero América no va tan bien como él auguraba. Ni China (aunque sí, han crecido mucho). Y bueno, Irlanda desde luego que no.

En cualquier caso nadie adivinó a Donald Trump. En economía como en cualquier otro lugar no existen los adivinos perfectos.      

domingo, 6 de noviembre de 2016

Departamento de especulaciones






Este es el segundo libro de Jenny Offill. El primero, Last things, es de 1999. Este es del 2014. En quince años una escritora como por ejemplo Donna Tartt lo justificaría plantándote un novelón de mil doscientas páginas. Pero Jenny Offill ni eso. Ella aparece con una aparentemente modesta novelita de ciento sesenta páginas, con enormes espacios entre párrafo y párrafo, escrita como a ratos, hecha de jirones de información. Porque esa es su estructura, la de la brevedad. Notas informativas donde poco a poco vamos desgranando la historia de amor y desamor de una pareja casada. Explicaciones que va buscando la escritora y ya de rebote el lector, sobre por qué llegó aquella ruptura, el momento en que lo hizo, las razones… si es que estas se pueden localizar.
Ella es profesora en la vida real y en la novela. Y hasta parece que hay una alusión nada disimulada a su tranquilidad a la hora de escribir su segunda novela, Jenny no busca motivos, solo se ríe del tiempo en que no apareció la continuación de su proyecto literario.

“Creo que se me ha pasado por alto tu segundo libro”, dice
No-digo- no ha habido un segundo libro.
Pone cara de apuro. Los dos empezamos a calcular los años que han pasado, aunque a lo mejor soy yo la única que lo hace.
¿Pasó algo?, dice muy amable tras una pausa.
Sí- contesto.” Pág.55

Las notas en las que narra la historia propiamente dicha que por cierto, solo arranca hacia la segunda parte del libro, se intercalan con frases y aforismos propios o ajenos, con pensamientos que de algún modo se relacionan con lo que sucede o con su estado de ánimo. Imagino que esta originalidad le ayudó a quedar finalista del premio Pulitzer más el resto de reconocimientos. Es fresca y original sin resultar pedante o aburrida.

“Un experimento mental por gentileza de los estoicos: si te cansas de todo lo que tienes, imagínate que lo has perdido todo”.  Pág. 68

Un libro en el que se habla del divorcio. Pero sin maniqueísmos. Ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos que a ratos no resulten patéticos. Su personaje principal tiene un par de momentos tan magníficos como tristes en los que bastan escasas frases para definir la desesperación, el ridículo y la vergüenza del despecho, el talento de la escritura está en que ha reducido lo accesorio a su mínima expresión, no hay una palabra de más, esta vez de verdad.
Un libro que si no se basa en un hecho real es sólo porque describe muchos que sí lo han sido. Y lo siguen siendo. Y lo seguirán siendo mientras haya bodas.   

“Mi plan consistía en no casarme nunca. En vez de casarme me iba a convertir en un gigante del arte. Las mujeres casi nunca acaban convertidas en uno porque los gigantes del arte solo se preocupan del arte y nunca prestan atención a las cosas prosaicas. Nabokov no era capaz ni de cerrar el paraguas. Vera tenía que pegarle los sellos.” Pág. 16  

“Cuesta creer que el amor haya llegado a parecerme un asunto tan frágil. Una vez, cuando él aún era joven, vi el cuero cabelludo que asomaba a través del pelo y aquello me dio miedo. Pero no era más que un remolino. Ahora se le ve de verdad y solo siento ternura” pág.81

“Pero mi agente tiene una teoría. Dice que todos los matrimonios son una chapuza. Incluso los que desde fuera parecen razonables, por dentro se mantienen en pie con chicle, cuerda y alambre”. Pág. 93

lunes, 24 de octubre de 2016

Big Brother



La escritora Lionel Shriver me regaló sin saberlo el título de mi otro blog “Todo esto para qué”. Tal vez ese dato explique por qué decidí coger este otro libro (además de porque estaba solo, triste y abandonado en la biblioteca pero lo suficientemente usado como para saber que antes que yo, ha tenido más pretendientes o pretendientas).
Y qué bien haber regresado a las historias de Shriver. Un poco de humor, un mucho de crítica social bien documentada y para nada forzada, una incapacidad casi natural para no aburrir y sacar tensión de cualquier asunto aparentemente doméstico…
Aquí tenemos una historia basada en la propia biografía de la autora. Trata sobre la obesidad de su hermano y lo que pasó para acabar con esa enfermedad. En la primera parte el “big brother” (juego de palabras y significados con el título de otro libro que no debemos confundir con el programa al que ha dado lugar, aquí el hermano mayor es realmente hermano mayor “big brother” y además es grande “big”) sube de peso.
En la segunda parte empieza el régimen. En la tercera mejor no destripar tanto como sí hace la contraportada que nos cuenta más de lo necesario (si no queréis spoilers no la leáis, es como los tráileres de cine, pura obsesión por contártelo todo). Aunque afortunadamente, el libro es interesante en cualquiera de sus capítulos más allá del final que plantee. Lionel Shriver cuenta una buena historia y lo hace bien documentada. Creo que me identifico hasta con su estilo. Igual te cuenta una serie de barbaridades entre risas que te cuenta una serie de barbaridades que ya son puro drama. En ambos caso la exageración no es cosa de la autora. Es la vida la que exagera y hace eso con las personas. Por supuesto, primera persona del singular. Esta es una historia íntima.
El marido de la narradora es todo lo contrario que su hermano, un nazi de la vida sana y las calorías cero. Aquí no sé hasta dónde llega el recurso inventivo de la autora o la realidad. Eso es que hacen bien su trabajo literario.

Somos animales, y la pulsión de comer, mucho más fuerte que ese asunto secundario llamado sexo, motiva casi todo el empeño humano. Tras haber triunfado de modo manifiesto en la competencia por el dominio de los recursos, los más entrados en carnes somos, por tanto la coronación de las historias sobre el éxito biológico. Pero… pregúntale a una manada de renos afectada de superpoblación: la naturaleza castiga el éxito” pág. 15   

“-Es posible que nadie sueñe con ser un ex gordo, pero lo seguro es que nadie sueña con ser gordo. Aunque sólo sea porque… cuando sales a la calle, es lo único que la gente ve. Eres grande como una casa, pero invisible en todos los sentidos que importan.” Pag. 241

Interesante lo de la Quetosis y el mal aliento que deja. Hasta me hizo buscarlo por internet:

“Y a partir de ese momento, esa noche se convirtió oficialmente en la Fiesta de la Quetosis, el momento mágico en que el cuerpo renuncia a volver a ver la comida fuera de él y se resigna a comer lo que tiene dentro” pag. 254


“¿Para qué molestarse en descubrir el bosón de Higgs o en resolver la economía de los coches de hidrógeno si ya habíamos olvidado cómo hay que comer?” pag.293 

lunes, 17 de octubre de 2016

El bibliótafo



Ya he comentado por aquí antes lo mucho que me gusta la literatura sobre la literatura, los libros que narran sobre otros libros, las historias de libreros, lectores, escritores, bibliotecas, librerías y todo lo que tenga que ver con el mundo en el que más veces estoy inmerso. Supongo que porque hablan de mi propia esencia, cursilerías aparte. Así que aquí llega otro.
Este libro es de Leon H. Vincent, un escritor nacido en Chicago en 1859. Que nadie se asuste por lo viejuno. Los clásicos suelen serlo porque no envejecen. Un libro sobre Belén Esteban que salga este año ya habrá nacido abuelo. La literatura atemporal no tiene que actualizarse porque se centra en ese algo que permanece en la especie, lo que nos demuestra que cambiar, cambiar… cambiamos poco. Aunque sí es cierto que aquí se nos narra la historia de un blibiótafo, un señor que entierra libros, (no literalmente, avisan en la contraportada, este en particular los almacena en distintos lugares, le interesan tanto los libros que no le interesan ni sus autores ni puede que el contenido). El personaje de esta novela que no te hará reír a carcajadas pero sí tal vez sonreír, es un señor inteligente y que cae bien a la gente, que tiene este fetichismo de lo impreso. Busca los libros por ciertas particularidades como que sean segunda o tercera  impresión (dice que las primeras impresiones no son tan buenas salvo excepciones que confirman la regla). Y durante el primer capítulo se nos habla de este hombre singular, durante el segundo se sigue con el asunto y durante el tercero entiendes que las escasas cien páginas de novelita te han dado para acabarla del tirón y se han quedado cortas pero a la vez son suficientes porque llenan, porque tal vez esa era la historia que había contar y también el espacio que requería. La edición de periférica incluye con acierto (para mí desde luego) los libros con los que puedes “complementar” este libro. Curiosamente dos ya los había leído, son los de Christopher Morley en la misma editorial: “La librería ambulante” y “La librería encantada”.  Efectivamente recomendables. Especialmente el primero.
También el de Eugene Field, “Los amores de un bibliómano”. Este lo anoto mentalmente porque tiene que caer. Ya he dicho que este es mi tema.

Los autores pueden escribir libros notables pero no entender las virtudes de sus libros desde el punto de vista del coleccionista. Los hombres rara vez son inteligentes en más de un sentido.    


Porque no solo es necesario que un coleccionista sepa con exactitud qué libro quiere; es incluso más importante que sea capaz de reconocer un libro como el libro que quiere cuando lo ve.  

lunes, 10 de octubre de 2016

La cámara sangrienta y otros cuentos



“Recuerdo que, aquella noche, yací despierta en el coche cama en un estado de tierna y deliciosa agitación, con las mejillas ardiendo contra el impecable lino de la almohada y el corazón imitando en sus latidos los grandes pistones que empujaban incesantemente el tren que me arrastraba lejos de París, lejos de la infancia, lejos de la blanca y recluida quietud del piso de mi madre, hacia el país imprevisible del matrimonio.”
Así empieza el primer cuento de la selección de relatos de terror y erotismo de Angela Carter. En todos ellos se tratan viejas y conocidas fabulas y mitos desde el punto de vista del sadomasoquismo, la liberación de la mujer, el erotismo(o el sexo puro y duro, ya hemos dicho sadomaso) y aunque parezca mentira… también algo de lirismo. Porque el lenguaje está tan cuidado como esta edición de Sexto Piso que reseño. La editorial mexicana que tanto me han recomendado me ha entregado ya unas cuantas perlas. Estos no quieren Best Sellers ni en pintura(o sí, les encantaría vender mucho sus libros pero el realismo nos invita a no ser demasiado optimistas al respecto).
En este hermoso libro ilustrado por la chilena Alejandra Costa, hay varias mujeres que podrían ser la misma y no me extrañaría que esa fuese Ángela, entregadas a los hombres por diversos motivos. O mujeres que se entregan a sí mismas porque sí. Entregadas sí, pero brevemente, porque suelen resultar una mercancía muy peligrosa. Las dos variantes de “La bella y la bestia” que incluye el libro nos muestran una bestia más tímida y apocada que la bella, más bien esta voraz y ninfomaníaca. El desfile de mujeres que transitan estos relatos son de armas tomar (literalmente).  
Hay un lenguaje delicado y poético, ya lo he dicho, pero ocasionalmente te salta a los ojos un pasaje más subido de tono (el libro es del 78, haced cuentas de cómo andarían las cosas en esa época). Aquí la joven casadera descubre un grabado más bien masturbatorio que esconde su marido:
“la muchacha con lágrimas aferradas a sus mejillas como perlas engarzadas; su coño un higo cortado entre los grandes globos de sus nalgas, sobre las que estaban a punto de caer las colas nudosas de un látigo; un hombre de máscara negra que con la mano que tenía libre se toqueteaba la verga, curvada hacia arriba como la cimitarra que llevaba. “  Este pasaje parece prefigurar la prosa de revistas como “Private”, la verdad.
Y mientras nuestra simpática autora se decide entre entregarnos poesía o porno, tenemos algunos diálogos:

“- ¿Estás segura que lo amas?
-      Estoy segura de que quiero casarme con él”

O nos cuenta lo que le sugieren los horrores que nos describe y nos acordamos de las sombras de Grey pero afortunadamente esto es otra cosa:

Hay un parecido sorprendente entre el acto del amor y las atenciones de un torturador

Esta señora debió ser una gran lectora del Marqués de Sade y luego lo filtró y se dejó de lado la escatología para centrarse en el bondage. Yo se lo agradezco. Salvo a cierto tipo de pervertidos, este libro resultará mucho más atractivo si se liman las aristas coprófilas del “divino marqués”.
Ángela Carter no descuida ni por una página la estética. Tiene esa maldad de la que hablo más el mensaje transgresor pero también es escritora y su puesta en escena es puro placer estético.
Otra gran sorpresa que me llevo es descubrir el cuento que dio lugar a una película no menos esteticista que me marcó un poco la infancia: “En compañía de lobos” de Neil Jordan. Desde que un amigo me la grabó en una vieja cinta de VHS y la vi hasta sabérmela de memoria, ya no creo que existan géneros limitados. Era terror y hombres lobos pero también era el cuento de Caperucita en versión adulta y una serie de metáforas sobre lo que los hombres son para las mujeres. Si el hombre es un lobo para el hombre (Hobbes), ni te cuento lo que ha llegado a ser para la mujer (y en mayor o menor medida sigue siendo).   
Desde aquello ha llovido mucho pero ahora entiendo que todo salió de Angela Carter. Es curioso que alguien tan infernal se llame Ángela.
Hay un cuento de dos páginas, “La niña de nieve” que es más bien surrealista y me deja casi sin opinión. Es más bien una sucesión de imágenes que confirman que a veces la autora no quería hacer tanto una poesía como un cuento. Por más que los temas siguen siendo los mismos. Parecen una mezcla de sueño y pesadilla, una mezcla de miedo y placer (me sorprenden algunos de esos personajes suyos que pueden sentir repulsión y orgasmos. Es cierto que las mujeres pueden hacer dos cosas a la vez pero lo que es yo… o lo uno o lo otro). En este minicuento hay una escena con la niña del título totalmente imposible en nuestra época actual. ¡Cuidado almas sensibles y políticamente correctas!
En cuanto a la fiesta y el recochineo a costa del macho es un no parar. Véase en este pasaje cómo se ríe de los machos heroicos que solo lo son por su imbecilidad y no saben entender el peligro. En este caso el tipo es un ciclista que se la está jugando con una condesa de la estirpe de Drácula:

Y, a pesar de su desazón, no es capaz de tener miedo. Es como el niño del cuento de hadas que no sabe sentir escalofríos y al que ni los espectros ni los demonios ni las fieras ni el propio diablo con todo su séquito pueden asustar. Esa falta de imaginación es la que concede el heroísmo a este héroe

En fin, un libro que piensas que te leerás en una tarde por el tamaño pero debido a su intensidad te acaba ocupando más tiempo. Hay tanto que comentar que hasta esta entrada se me alarga y ya es hora de acabarla.

Angela Carter fue una periodista y escritora británica que pasó por este mundo entre 1940 y 1992 y no debió de dejar a nadie indiferente. A ver si puedo agenciarme algo más de ella. Aunque me temo que si queréis libro de playa y verano tendréis que buscar otro (y esa época en España ya ha pasado aunque escribí esto a principios de Agosto y me habéis pillado). Este libro no es tan sencillo como eso. Nos pide un leve esfuerzo. Tiene capas de lectura.  

lunes, 3 de octubre de 2016

No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles



La última obra de Patricio Pron es una novela. Ni cuento ni ensayo. Una de carácter ambicioso. Repleta de juegos metaliterarios. Escrita con esa elegancia que se le suele atribuir en la mayoría de entrevistas o críticas que vamos leyendo sobre él (claro que este tipo de adjetivos los periodistas se los van pasando de mano en mano para no leer lo que tienen que criticar).
La novela de Pron va de un Congreso de Escritores Fascistas Europeos que iba a celebrarse durante tres días en Abril de 1945 al norte de Italia. Duró uno. Treinta años más tarde algunos de sus asistentes que siguen con vida recuerdan mediante testimonios orales lo que pasó. Algo sobre la muerte de uno de ellos, el escritor Luca Borrello. Se trata de indagar qué le ocurrió. Por qué murió, quién le mató. Quién interroga a estos escritores. Acabaremos con un capítulo ambientado en las revueltas de Milán en el 2014 contra la reforma laboral.
En la estructura de la novela reside parte de su ambición. También en el minucioso trabajo recopilatorio sobre una época mezclado con el juego inventivo (hay alusiones a escritores y personajes reales pero también a otros inventados). Por último destacaría la magnífica idea de comparar la política con la escritura. Creo que es una de sus propuestas más interesantes. Y desde luego propuestas no faltan en esta novela tan lúdica (aunque el que más se divierte parece ser el autor ya que nosotros…)  
El primer capítulo o parte inicia con los personajes y su testimonio oral del 78. Simpático acercamiento a cómo la memoria es algo que cada uno luce a su manera y cómo quita más de lo que aporta. Breve e interesante.
En el segundo capítulo ya vemos al personaje con el que creemos que vamos a estar todo el tiempo. Creemos que va a entrar en faena. Hay una persecución lenta y minuciosa entre frases largas e interminables a lo Thomas Bernhard pero la trama, a diferencia del austriaco, parece ir hacia adelante, sin sus obsesivos círculos. Ocurre algo que produce un misterio y entonces ya llegamos al tercer capítulo que sí, parece centrar y hacer girar casi toda la novela, el testimonio oral de los escritores fascistas que recuerdan la muerte de Borrello.
Y aquí es dónde yo empiezo a tener mis primeros problemas como lector. Desde la página cuarenta y tres hasta la ciento cincuenta y tres los personajes van soltando en pequeños fragmentos sus recuerdos sobre el Congreso y lo sucedido. Y nada más que eso. A pesar de algunas ideas interesantes sobre literatura y política no hay trama.
Me consta que Patricio Pron detesta la idea de hacer una novela con las convenciones al uso. Pero el problema es que detesta tanto la idea que esto ya no parece ni una novela. Se me hace pesadísimo avanzar por un erial de testimonios en los que termina por interesarme un pimiento lo que le haya pasado a Borrello y a todos en general. Un lugar dónde sabes que todas esas voces son individuales porque lo dice Pron y avisa que el que habla es un tal Atilio o un tal Espartaco o un tal el que sea porque todos hablan igual, todos son Pron, a todos se les nota que son Pron porque Pron no les ha dado individualidad alguna. No sé si voluntaria o involuntariamente pero como decía David Pérez Vega en su crítica, sientes que no vas a ningún lugar. Claro que sí acabas yendo.
El cuarto capítulo es más de esto. Hasta la ciento noventa. Casi doscientas páginas sin saber qué estás leyendo o más bien sin importarte demasiado. A pesar de los grandes párrafos que el escritor incluye ocasionalmente y que pueden interesar a los amantes de la literatura que habla sobre la literatura. A pesar de la buena escritura de estilo.
En el capítulo sexto (el quinto sigue a lo suyo) ya tendremos respuestas que no puedo ofrecer aquí pero ya es tarde. Algunos lectores ya le guardamos rencor al escritor por haber estado tan centrado en sí mismo y en su laboratorio de novela vanguardista y rupturista.
Aún así es disfrutable como a rachas. Pero cortas. Después de todo había una trama y bastante interesante.  
En la página doscientos cuarenta y cuatro se acaba la fiesta y vuelven los experimentos exasperantes. Nos explica una caja con la obra de Borrello. Montones de ideas en forma de notas que durante casi treinta páginas nos muestran la imaginación de artista ideal para museos como el Guggenheim que tiene Patricio Pron. Al principio es un juego simpático. Luego vuelve a fatigar. Notas y notas sobre los proyectos de Borrello. Finalmente agotadores leídos así, seguidos.  
En el octavo capítulo aparecemos en el año dos mil catorce y la cosa se recupera algo pero estamos muy fatigados, es mejor ir terminando ya la novela. Aunque no. Aún queda un capítulo más donde Patricio nos muestra un diccionario a pachas entre los personajes inventados y los reales. Ese juego es el más imperdonable. Los diccionarios se consultan pero no están para leerlos como si fueran una novela. Creo que pocos aguantarán esa última gracia. Aunque yo lo hice. Soy así de obsesivo.
Añadid seis páginas de agradecimientos. La novela tiene muchos acreedores y hay que pagar las deudas.
Me suele gustar Pron. Pero no tanto cuando hace novelas. Aunque El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011) sí, bastante. Era menos ambiciosa pero se leía mejor.
El Pron ensayista también es magnífico. Su blog El boomeran(g) sobre literatura es de lo mejor. Y no digo que esta novela esté exenta de méritos. A ratos es como leer algo del mejor Borges. El mismo Pron escribe sobre un personaje que ha escrito un libro que lleva el título real de un ensayo que el mismo Patricio escribió. Hay sutil ironía. Hay un magnífico edificio de guiños al lector. Hay inteligencia. Tal vez por eso he desgranado en capítulos la crítica. Para que se entienda qué es lo que no me ha gustado y tal vez, por qué voy a seguir leyendo lo que vuelva a escribir, por qué sigo sin renegar de un autor cuya última novela me ha dejado este sabor agridulce.
Pero es que al final tengo la impresión de que si un escritor se olvida tanto de sus lectores puede ocurrir que estos le acaben también olvidando a él. Espero que no.

Pensé que los pilotos de aquellos aviones veían en ese instante lo que había visto y pintado Azari y vivían de hecho en su pintura, sólo que no lo sabían, ni eran conscientes de que lo que antes había sido arte ahora era asesinato”  pág.83

“…que en el último año ha descubierto que los cadáveres son todos iguales, no importa en qué hayan creído sus propietarios antes de morir; por ello, cada muerte es igual a cualquier otra y puede ser, y de hecho es, la suya propia.”  Pág. 237


lunes, 26 de septiembre de 2016

Chicas felizmente casadas




Aunque iba para farmacéutica por condicionantes familiares, Edna O,Brien acabó haciendo lo que más le gustaba y probablemente mejor se le daba, escribir. La novela que nos ocupa es la tercera de una trilogía que daba comienzo en Las chicas de campo (1960) y que continuaba con La chica de ojos verdes (1962). Esta novela es del sesenta y cuatro y cierra este proyecto que tiene la ventaja que consta de partes nada dependientes las unas de las otras, no he echado en falta haber leído los anteriores, desde el primer capítulo he entrado sin dificultad en la historia de estas dos amigas tan distintas, Kate y Baba casadas sin el más mínimo atisbo de felicidad, el título es puro sarcasmo. Los capítulos se alternan entre ambas amigas aunque en algunos aparezcan ambas pero desde el punto de vista de la que escribe. Los capítulos de Kate son narrados en el clásico y habitual estilo directo y los de Baba son un cruel y satírico monólogo interior donde su conciencia no deja títere con cabeza. Los capítulos de Kate entristecen, los de Baba te pueden hacer reír aunque nada ocasionalmente es cruel y algunos-as lectores-as se han quejado de que Baba en las dos primeras novelas no parecía tan terrible y que al darle la escritora luz a sus pensamientos se ha revelado terrible. En cualquier caso funciona. Tiene reflexiones francamente brillantes y complementa muy bien a su amiga, te libera de la congoja de las peripecias de Kate. Nótese el admirable primer párrafo de la novela que te mete en situación desde el principio y te da las claves del resto de la novela con aparente sencillez. Pero la novela no tiene nada de simple.

Hace poco nos lamentábamos Kate Brady y yo, mientras tomábamos unos tristes gin fizz en un bar del centro de Londres, de que nada nunca iría a mejor en nuestras vidas, de que moriríamos en el mismo estado en que nos encontrábamos: bien alimentadas, casadas, insatisfechas”     

La autora trata temas como el del miedo a la soledad, el de la religión en una sociedad tan católica como la de esa vieja Irlanda sesentera de la que nos habla(aunque ahora viven en Londres, las costumbres del grupo irlandés perviven), la hipocresía, la progresiva liberación de la mujer del patriarcado(por lo que leo, bastante lejana entonces), el tedio de los acomodados, la necesidad o no de la sexualidad, la necesidad o no del amor, el miedo al paso del tiempo… Y mucho más.

Yo me quedé en la butaca, repasando el año y medio que llevaba en Londres, los hombres que había conocido en ese tiempo y el hartazgo que me producía tener que mantener los tacones y la cara impecables para cuando llegara el Don Perfecto que se suponía tenía que llegar algún día” pág.15    

“¿Cómo podía explicar lo que le provocaba cruzarse con su marido en el rellano de las escaleras de su propio hogar y comprobar que su reacción era mirar para otro lado y toser educadamente como si estuviese ante una persona deforme?” pág.37

Esta trilogía se publicó a lo largo de unos pocos meses del año pasado por Errata Naturae y la edición es muy cuidada. La traducción de Regina López respeta el estilo nítido y directo de la narradora y fluye. Me recuerda la experiencia de lectura que tuve con Banville hace poco, adictiva hasta no poder dejarla. Como entrar en el cerebro del escritor. Pero Edna O,Brien es incluso mejor. A medida que avanza se acelera la historia. Sin prisa pero sin pausa, con un dominio admirable del tempo narrativo.

“Kate siempre había creído que las personas que se habían amado conservaban la huella de dicho amor en su interior, por ínfima que fuese, pero Eugene(su marido) no.” Pág. 140  

Ambas amigas afrontarán una idéntica situación de dos modos distintos. Con una estructura admirable, de un modo tan natural que rehúye el adoctrinamiento, con pequeños detalles narrativos que cuentan más entre líneas y que por su sutileza suman el doble... Edna O,Brien escribe una novela que me obliga a retroceder sobre mis pasos y buscar las anteriores dos partes de su trilogía. Puede que también lo que sigan queriendo publicar de esta señora no sé si feliz o infelizmente casada, a quién le importa, felizmente escritora.  

domingo, 18 de septiembre de 2016

La zona de interés





Es inevitable comenzar a hablar de esta novela hablando de la polémica que la precede. Para eso están las polémicas, digo yo, para dar a conocer a los escritores. Y eso que a este ya le se le conoce tanto que no necesita de este tipo de maniobras. Pero lo cierto es que los editores que habitualmente le publicaban en Francia y Alemania le penalizaron por hacer chistes a costa del Holocausto. Dicen que se ríe de aquella guerra que parece no quedar nunca lo suficientemente lejos para sus mayores implicados. Pocas bromas a los alemanes con ese período. No hay que subestimar nunca la vergüenza de un pueblo.
Pero no, este libro no está haciendo una burla tontorrona al uso. Es absurdo creer que Martin Amis está de parte de un pueblo o del otro o haciendo defensa de unos frente a otros. De hecho, al escritor no se le ve por sus páginas. Como tanto le suele gustar, Amis se transforma en varios personajes, habla en distintos monólogos como el sobrino del jerarca nazi que llega a un campo de exterminio y trabaja en la puesta en marcha de una siniestra fábrica con mano de obra esclava. Se enamora de la esposa de Paul Doll, un nazi ridículo hasta lo exagerado pero a la vez creíble (y el escritor toma la mente de estos dos personajes y los asume tan bien como al primero). Se introduce también en la mente de uno de esos judíos que colaboraba con los verdugos. Y no hay inclinación por unos o por otros. No es una novela maniquea. Creo que no es una novela sobre la barbarie de los alemanes sino sobre lo que puede hacer el ser humano en general. Martin Amis no es tan ingenuo como para dirigirnos hacia un punto de vista, más bien explica la realidad y nosotros ya tomaremos unas u otra conclusión.

“…nadie se conoce a sí mismo. ¿Quién eres? No lo sabes. Y entonces llegas a la Zona de Interés, y ella te dice quién eres.” Pág. 74   

Tampoco creo que sea un libro de humor al uso. Tuve alguna que otra carcajada con su anterior libro “Lionel Asbo” y esa era la intención. Pero aquí es todo más sutil. Creo que los motivos para la polémica son tan escasos que rozan lo sospechoso. El libro no es ofensivo para nadie o lo es para todo el mundo. Y es tremendamente lúcido e inteligente. Con una estructura nada complaciente donde el lector va a tener que moverse entre desorientado y agobiado por esos monólogos a varias voces y por algún que otro flash back que hace que todo sea como un puzle que irá cobrando sentido a medida que se va leyendo. Ese estupor que se puede sentir es ideal. A juego con el de los aturdidos judíos que van saliendo de los vagones como ganado a la rampa, al lugar donde se hace la terrible selección.  Y es muy duro. Y tal vez pierde un poco de interés hacia el final porque la historia de amor que hay en medio a modo de válvula de escape no es tanto de amor como de sexo y no motiva (impresión personal, nada de esto se explicita en la novela). No me importa demasiado saber qué les ocurre a los amantes por más que ese final que no contaré me parece diferente y hasta creíble, no desmerece el buen estado de forma de un escritor que casi nunca ha bajado el listón, ya de por sí alto. Pero que nadie piense que esto es literatura de fácil digestión como sí lo era su pasada aventura literaria. La complejidad estructural y el amor al detalle pequeño pero importante (muy en la línea de su admirado y mi admirado Nabokov) obligan a no bajar la atención bajo pena de extraviarse. A veces no querrías saber todos los detalles.

La experiencia me dice que morir nunca dura menos de unos sesenta segundos. Incluso cuando te pegan un tiro en la nuca y caes como una marioneta a la que le han cortado los cordeles. La muerte real nunca dura menos de unos sesenta segundos.
Y a mí me da miedo ese minuto de asesinato.”  Pág.199

Bajo el nacionalsocialismo te mirabas en el espejo y te veías el alma… Todos descubríamos, o revelábamos, impotentes, quiénes éramos.” Pág. 279  


Imprescindibles los agradecimientos y epílogo del final.