viernes, 29 de abril de 2016

Los reconocimientos



Aunque nunca me suele faltar material para escribir en este blog ya que siempre tengo algún libro entre manos que podría reseñar, estas dos semanas he estado absorbido o más bien secuestrado por la monumental obra literaria que me ocupa(1369 páginas en la edición de “Sexto Piso”). Este libro es un desafío. Algunos lo definen como proponerse escalar una montaña alta, un Everest literario. Y les entiendo. Yo hasta la fecha siempre les pongo mis ítems literarios para definir la dificultad. Cuando les hablo de literatura digamos… complicada, utilizo o utilizaba a Pynchon, Foster Wallace, en menor medida Delillo… Pero este año he descubierto nuevas referencias para amenizar este blog y poder decirles que están en las últimas pantallas o niveles del videojuego “vamos a leer libros difíciles”. Me he tropezado con Rita Indiana y Pola Oloixarac. Y ahora, tachaaaaaan, William Gaddis. Ya no tendré que recurrir a los citados Foster Wallace y compañía para definirles la naturaleza de lo esforzado. Tengo nuevas adquisiciones.
Debo decir que no soy masoquista. Leo por placer. Así que si busco libros que me desafíen es porque ocasionalmente me agota la nadería y lo simplista de lo que leo y me tomo la lectura como un juego. Como lector maduro necesito que el juego sea adulto así que no me escondo de un escritor que respete al lector y no se lo dé todo mascado. O quiera que la literatura que hace sea algo más que lo ya leído. Por supuesto, intento que estos libros me vengan avalados por las críticas de gente en la que confío o de buenas editoriales en las que también confíe o tengan un aura de prestigio que no me haga esforzarme para nada. Hay libros que se esconden en la dificultad para no mostrar sus verdaderas cartas y demostrarnos que son basura pretenciosa.
Este escritor escribió “Los reconocimientos” después de varios años de viajes por Europa, África, dónde se empapó de culturas ajenas a su Norteamérica natal, dónde fue retocando y buscando el tono de la que sería su primera novela y publicaría ya con más de treinta años en el cincuenta y cinco(la comenzó con veintipocos años). Este es un libro que le debe mucho a la ruptura con las convenciones que ya hizo Joyce en su Ulises. O el americano Faulkner pero más el primero. Es un libro que busca captar toda la realidad o hacernos creer que está en todo. Pasajes dónde un personaje pasea por París y escuchamos y vemos hasta el último pensamiento de la gente que le rodea, toda la mezcolanza de las impresiones que recibimos los humanos en un simple pasear. Hay al menos tres fiestas y una de ellas de al menos un centenar de páginas dónde solo hay diálogos y estos están tan desordenados como lo están en una fiesta dónde la gente se emborracha. Esto me ha recordado a Proust al que también se cita, otro fiestero literario.
También hay mucho humor, bendito humor. Si te pierdes un poco con la historia principal (en realidad, como sucede con estos libros, no hay mucho nudo pero lo hay o yo he creído verlo) te puedes entretener con los chistes.
Hay un capítulo inicial dónde conocemos al quizás personaje principal de la obra de un modo más convencional. El primer centenar de páginas es un engaño de facilidades para que sigas con el libro pero luego ya pasarás al capítulo del que hablo en París, a las visitas a España o Italia (español, italiano, francés… hay bastantes frases no traducidas porque así era el original pero que tampoco nos tienen que amargar la vida, especialmente las ejem, frases en castellano, no son tantas). La visión de una España pobre que no tiene nada que ver con la del guiri al uso, aquí si hay profundidad de análisis. Pero el tema principal de la novela es el que comienza ese pintor cuyo drama es que no es original, que quiere ser un pintor clásico y que reflexiona sobre la autenticidad del arte. En este libro se trata la falsedad desde todos los ángulos. Desde la falsificación de la pintura (tema casi central) hasta la mención de un trozo de carne medio podrida que se colorea para que de buena impresión o los brazos o piernas de santos falsos, el diente de oro de mentira de un personaje, el peluquín o bigote postizo de un falsificador de monedas… Todo es falso pero a veces lo auténtico nos engaña y hay gente que lo cree falso. Este libro nos hace dudar de todo. Hasta de la historia que leemos. Es fácil perderse en sus páginas, en su cambio abrupto de un personaje a otro, de un país a otro, de los puntos de vista del narrador, todo es difícil pero no tanto como dicen que lo sería el Gaddis posterior. Da igual. Si no tienes mucho tiempo o ganas de leer algo así ni lo empieces. Ya os he informado de en qué lado de la Literatura juega este señor. Yo lo considero una obra de arte pero depende de lo que te apetezca, tú lo puedes considerar un infierno. Aún así creo que nunca lo olvidaré. Es imposible quedar indiferente. Subrayo algunos pasajes pero podría subrayar muchos otros en casi cualquier lugar del libro, es una novela inagotable. Si la leyera otra vez sería un libro nuevo para mí y también sería bueno. Como dice el señor H. Gass del prólogo este libro es como la vida y no te abandonará nunca, no lo entenderás por completo pero la vida tampoco la entiendes del todo, hay asuntos que se te escapan y eso no te impide levantarte de la cama. Del mismo modo, cuando veo un telediario de la BBC sin subtítulos puedo entender algo aunque se me escapen frases o giros idiomáticos. El contexto te ayudará a entender, no seas exhaustivo ni quieras saberlo todo. Te frustrarás.

Alguien le había dicho que las baterías de los coches europeos duraban años, pero aquí las compañías poseían las patentes de esas baterías de larga duración, y las tenían bien guardadas mientras vendían otras para sustituir las que habían vendido el año anterior.  (este hombre ya sabía lo que era la obsolescencia programada o tenía consciencia de ella sin llamarla de ese modo)

Eminentes científicos coinciden, tras análisis exhaustivos, en que un producto químico que vale quince centavos el galón, metido en un frasquito lujoso con un montón de términos científicos, resulta superior. (marca blanca o no marca blanca, esa es la cuestión, pero Gaddis ya sabía también la importancia del prestigio de la marca)   

El amor que recibo de otros no es amor por mí, sino donde ellos intentan encontrarse a sí mismos, amándome.

…no en busca de la verdad, que no tenía ningún valor en el mercado…, sino de “un buen precio en el mercado” (buena parte del arte moderno es especulación pero arte… no, este pasaje me da un poco la razón)

Todo el mundo tiene esa sensación cuando mira una obra de arte y está bien, esa súbita familiaridad, una especie de… reconocimiento, como si la estuvieran creando ellos mismos, como si se estuviera creando a través de ellos mismos, como si se estuviera creando a través de ellos mientras la miran o la escuchan.  

La gente que te pide compasión te odia después por dársela. Siempre te odian después.


lunes, 11 de abril de 2016

El secreto de Reginald Perrin



Hace casi dos años leí “Caída y auge de Reginald Perrin”. No pude disfrutar más. Era humor inglés casi de manual. Y digo casi porque si fuera de manual se le notaría demasiado pero leerlo no era una labor estudiosa sino más bien hilarante. Al autor le salía natural. A pesar del mucho trabajo que debe de haber detrás de unas comedias tan bien montadas.
Este libro apareció originalmente en la Inglaterra del 77. Es segunda parte del citado arriba y supuestamente escrito para complacer a los lectores y televidentes que vieron la serie en su época. De hecho, este libro debió nacer a la sombra del éxito. Y aún aparecerían un par más de Reginald Perrins. Yo busqué en la wikipedia qué hacía David Nobbs actualmente y he descubierto que desde Agosto del año pasado alimenta a los gusanos. Descansa en paz, genio, eres otro de los que no se han ido de este mundo sin aportarle algo bueno.
Incluso discípulos ha dejado. Como sin ir más lejos el gran Jonathan Coe. Claro que en Inglaterra es difícil apreciarlo. Este humor también está en Woodhouse que por edad sería maestro y no discípulo. O en David Lodge. O en muchas de las comedias de risa enlatada.
Yo crecí en mi televisión autonómica viéndolas, me marcaron tanto que acabé anglófilo perdido. Luego la música british terminó de volverme así, muy de la gran Bretaña. A pesar de sus defectos imperialistas y su tendencia a ser tan, tan suyos y tan cerrados, tan chauvinistas. Pero por más que creamos en el carácter nacional no soy muy de juzgar a la gente por su patria. Ni de creer que les conozco a todos. Aunque sí, al igual que el también catalán Kiko Amat, autor del postfacio, los británicos nos pierden. No sé qué nos pasa por Cataluña que hay tantos amantes de las islas norteñas, tal vez las citadas series de las autonómicas nos dejaron así de snobs (claro que yo no desprecio un buen libro patrio o sudamericano o de dónde sea, hay un tiempo para todo, amo lo internacional y nacional en general pero Inglaterra en particular, sin exclusiones). 
Reginald Perrin era el típico oficinista aburrido que quiere cambiar su vida en la primera parte y se hace pasar por muerto para cambiar su identidad. En esta parte, no contaré todo lo que ocurre en la primera, todo vuelve a estar en su sitio pero a Regi le vuelve el tedio y decide montar una tienda dónde solo se venda basura. Por romper la monotonía, por demostrar que si la gente compra basura que le vende como si fuera calidad, él al menos lo hará avisándolo con sinceridad. La novela regresa con los malentendidos habituales, las repeticiones hilarantes, los juegos de sentidos y palabras ingleses, la ironía… pero también el profundo sentido filosófico de la existencia humana. Detrás de sus chistecitos y bromas hay también lucidez y crítica mordaz sobre casi todo. Y una muy inteligente. 
Impedimenta dice publicar libros de la cultura occidental. Yo diría que más bien cojean del pie británico (eso también lo ve Kiko Amat en el postfacio). Y nosotros dos que lo celebramos. La casita de jardines a las afueras de la portada es un referente habitual de algunas portadas de esta editorial de Madrid. Con eso ya me han atraído. Luego falta que el producto esté a la altura de las expectativas. Y vaya si lo está. Esto es un clásico del humor que creó tendencia con su personaje. Esto es de lo mejor. Esto es como un post-it que nos recuerda a muchos que tener un trabajo, una casa y una familia no tiene por qué ser la felicidad sino más bien lo contrario. Reginald Perrin es lo contrario del hombre rutinario. Cuando todo le va bien se empieza a aburrir. En la primera parte era infeliz con su pobreza, en la segunda lo es con su riqueza. No sé qué le deparó el futuro en las dos restantes. Sí sé que en estas lo superó saliendo de su zona de confort como un Bowie vital y se reinició. Regi muere como Cristo para renacer. Pero lo hace como un humano. No queremos ser él porque realmente ya lo somos. Si tenemos un trabajo que nos disgusta y unas ganas locas de abandonar nuestra vida para vivir otra ya somos Reginald Perrin. O Elizabeth, su mujer, esto no es literatura exclusivamente masculina, sus mujeres son tan irónicas y a veces más inteligentes que los hombres.

-      No creo que la mujer llegue nunca a alcanzar la igualdad real.
-      Y tanto que no-dijo C.J.
-      Por eso no deberían abandonar jamás la lucha.    

Ahora me toca devolver el libro a la biblioteca y como todos los que me gustan de un modo especial tal vez ir a comprarlo y tenerlo en formato físico. Porque sé que me gustaría releerlo, porque no quiero dejar de regresar a ese mundo y esa filosofía.


-Todos los matrimonios, malas rachas. Dentro de lo normal- comentó Jimmy- La mala racha en mi matrimonio: de la luna de miel al divorcio. 

domingo, 3 de abril de 2016

Las teorías salvajes


¿Sabes cuando estás en la playa y metes el pie en el agua y está muy fría y tratas de hacer el cálculo de si te conviene entrar de golpe o poco a poco y exponerte a las salpicaduras de los patanes y por tanto, a una tortura lenta? Pues cálculos como esos hago al entrar en novelas a las que ya se les ve el plumero desde la primera página o el primer capítulo. Abro el libro y trato de entender su temperatura intelectual. Si la prosa es densa, difícil, ya sé que voy a tener que entrar lentamente en el libro, abandonar el piloto automático y leer con todo el intelecto y sin distraerme mucho. Porque sí, hay libros tan sencillos que casi me permiten leerlos y hacer otra cosa como ver la televisión o escuchar conversaciones en un bar. Esos libros sencillos te permiten leer sin pensar y regresar y no perder ni aún así el hilo. Esos son de chapuzón rápido. Entro y salgo de ellos de golpe.  
Con Pola ya vi que el asunto pintaba esforzado. El apellido es como su prosa, Pola Oloixarac, escurridizo, difícilmente aprehensible.
Pero esta argentina nacida en el setenta y siete era uno de los veinte mejores escritores jóvenes elegidos hace unos años por la prestigiosa revista Granta. Y yo los estoy desgranando todos. Poco a poco los leo con interés. Algunos de ellos como Patricio Pron, Andrés Barba o sobre todo Alberto Olmos, me gustan.
Pero Pola me parecía demasiado experimental. Me pasaba como con el chileno Carlos Labbé, una invitación constante a abandonar el libro. Prosa farragosa y pretenciosa centrada en el experimento pero sin placer. Aunque los sueltos de información de la novela de Pola me atraían algo más que lo del chileno.
De todas formas sí leía frases ocasionales que mostraban una de esas famosas teorías salvajes del título que me parecían interesantes. Mucho. Pequeñas sugerencias que en una página de Pola podían dar para la novela de otro que no fuera ella. Y seguí leyendo. Y el libro iba consiguiendo que le encontrase más y más virtudes. Porque está lleno de ideas. Y es transgresor. No es amable con el lector pero es bueno que la literatura no sea complaciente. Esta escritora tiene el valor de escribir como quiere sin hacer concesiones, si se te atraganta lo que lees como un polvorón navideño en la garganta te jodes.            
                              
Pocas veces se tiene el placer de apreciar que se ha ganado una discusión en tiempo real, simplemente porque a las personas no les gusta cambiar de opinión en público”     

Además de teorías salvajes hay lirismo. Escaso pero evidente y sin cursilería:    

La leve distancia que media entre el mundo y yo consiste en una pollera negra hasta la rodilla, una blusa de satén verde, botitas zaparrastrosas de cuero, cortas.”

Y opiniones políticas o sociales o antropológicas:

Los grandes líderes perecieron en el momento en que no supieron revolucionar su propia revolución
El libro no tiene una historia al uso pero sí pequeñas historias. La de una pareja de personas feas que se unen por esa afinidad en lo deforme que se hacen amigos de una pareja de guapos. La historia de la chica que se quiere merendar sexualmente a su profesor de facultad. La de la chica que escribe cartas a Mao. Todos estos personajes están en la facultad de filosofía de Buenos Aires o en sus aledaños y están preparando algo. También hay continuas alusiones a costumbres antropológicas y la historia de alguien que buscaba una teoría psicológica para explicarlo todo…
Es un libro en el que hay tanto que no se puede leer de un tirón. Yo sí, no puedo dejar de hacerlo aunque creo que se indigestaría menos a sorbos. He leído algunas críticas negativas que lo tachan de ilegible. Peor para ellos pero es cierto que no se lo recomendaría a lectoras de “50 sombras de grey”. Ni siquiera de Mario Vargas Llosa. Esto es very high level lector. Halterofilia mental. Esfuerzo nivel Pynchon, David Foster Wallace y cosas así. Si ves que no, déjalo, no es para ti. Y no pasa nada. No es cuestión de inteligencia, es más bien cuestión de haber leído mucho o poco y en correcta gradación, supongo. In cluso es cuestión de tener paciencia o ganas o tener el día. Bueno, mejor lo dejo porque lo estoy estropeando más.
A ratos la prosa de Pola me recuerda la de los manuales epistemológicos que leía en la universidad. Sólo que estos no tenían sus frecuentes arranques de imaginación, su sentido del humor, su transgresión (el sexo aquí es cuando menos extraño, salvaje como sus teorías, la narradora no parece un hombre o una mujer, solo un extraterrestre sin humanidad que nos disecciona sin impresionarse mucho por lo que descubre).  

 “La pasé muy bien con vos esta noche, ¿sabés? Dijeron, moviéndose, los labios de Collazo, y el rastro de sus ojos reveló el eslogan: Tranquilizar a la gatita, hacerle saber que me gustaría algo más.”   


Es curioso que este sea el segundo libro vanguardista, transgresor, extraño o excéntrico que leo en poco tiempo y sin buscarlo (recordemos el de Rita Indiana de hace poco). Pero yo diría que Pola va un  poco más allá. A partir de ahora me toca seguirla en su blog melpomenemag.blogspot.com(aquí os hacéis idea de qué va, leyendo una entrada suya) o en su nueva novela “Las constelaciones oscuras”. Esa cabeza suya está repleta de ideas. Aunque creo que le pierde que es una escritora para escritores, lo siento por la etiqueta. Pero una escritora también muy valiente. De las que escriben sin pensar que siendo menos geniales tal vez venderían más. Aunque se querrían menos a sí mismas.