lunes, 23 de enero de 2017

Islas flotantes



Periférica es una editorial experta en brindar rarezas absolutas. Ocasionalmente me encuentro libros más convencionales como los de Cristopher Morley (recomendable literatura que habla de libros). Pero otras veces ese gusto por lo bizarro acaba hasta con mi paciencia. Y no es que le haga ascos a la variedad. De ellos en plan raro leí a Rita Indiana que me sorprendió favorablemente. También a Carlos Labbé a quién pensé, mientras leía su novela, que no me hubiese importado enviarle un paquete bomba, asesinarlo, y que no volviese a hacerme perder el tiempo con novelas tan insoportables. 
Pues la novela de Joyce Mansour me deja en un lugar más cercano al del escritor chileno que al de las otras que me gustaron tanto.
Vaya por delante que no me gusta el surrealismo. Si a ti te gusta tal vez esto sí esté escrito para ti. Por más que hay un postfacio del traductor que se empeña en contarnos que esta escritora conoció a Breton pero se negaba a admitir que se adhiriera a su corriente, que la autora tenía un estilo propio e inimitable. También, en un ejercicio de honestidad nos cuenta en ese postfacio y en un extracto para la contraportada, que no es una novela fácil. Pues no, no lo es. Ni siquiera creo que sea una novela. Tal y como nos cuenta Antonio Ansón, el señor que traduce, el título es por un postre del mismo nombre. La escritora escribe pequeñas “islas narrativas”. Son fragmentos de información más que una historia que fluye. Están más cerca de la poesía que de la novela. Aunque hay un leve hilo narrativo. La narradora visita un hospital donde su padre está enfermo de cáncer. Luego la ingresan a ella. Somos testigos de sus fantasías. Estas se mezclan tanto con la realidad que no sabemos distinguir las unas de la otra. Todo es sobre cáncer, decadencia, un sexo furioso, una escatología que me ha hecho recordar Zonas húmedas de Charlotte Roche (aunque esta es más legible). Pero su prosa lírica y extraña y única me parece que es tan narcisista que agota. Un libro que no consigue llegar ni a las cien páginas (descontemos postfacio), se me hace largo. Dejen que les enseñe cómo escribe y luego ya decidan porque yo hoy no tengo el día. Al menos que hable un poco esta escritora egipcia con pasaporte británico (nunca quiso ser egipcia).

“Dos viejos saltaron sobre mi espalda, acribillándome las nalgas con sus lápices de colores; apuntaban demasiado alto en su impaciencia, ¡pero qué más da! Un maltés, chorreando mocos, hundió su daga entre mis muslos; después, estornudando feliz, enhebró su escroto por el ano de la drogadicta”Pag.40

“Si el orgasmo queda todavía en entredicho, la función nutritiva de ciertas formas de masturbación ha sido ampliamente aceptada en los hospitales suizos”pag.51

“Levantó las viejas nalgas cóncavas con unos cuantos lengüetazos. De ahora en adelante, me temo, el aire de la gran noche se deslizará por la ventana entreabierta: vía anal, mirando hacia la luna”pag.89


Se acabó. Si transcribo un poco más transcribiré el libro entero que es corto. Como si no fuera bastante con haberlo leído.   

martes, 10 de enero de 2017

El círculo



El argumento es sencillo. A Mae la contratan de la empresa de Internet más importante del mundo por mediación de una influyente amiga. En la empresa trabajan con el Círculo, un sistema operativo que unifica direcciones de email, perfiles de redes sociales, operaciones bancarias, etc. Durante las primeras páginas entraremos con Mae y veremos el lugar, sus oficinas, sus cafeterías. Aparentemente poco interesante para tanta página sin capítulos, todo en línea recta, en bloque. Y aún así el autor sabrá mantenernos alerta porque sentiremos que detrás de esos jefes tan “majos” y de esos compañeros tan estupendos y de esa vida idílica de empresa moderna que cuida a sus empleados se esconde algo más. Quedará alguna de esas revelaciones para la segunda parte.
A mí David Eggers nunca me había apasionado. Empezamos mal. Alguien me lo comparaba con David Foster Wallace que es como comparar un huevo con una castaña. Es por eso que tenía todas las de perder. Así que no me gustó demasiado su Ahora sabréis lo que es correr (2004). Más tarde le di una oportunidad con Un holograma para el rey (2013) y la cosa fue mejor pero me faltaba algo. Y con este libro creo que ya nos hemos reconciliado del todo. Porque es la primera vez que me cuelan un libro como ciencia ficción y no veo la ficción por ningún sitio. Mientras leía sobre ese lugar en el que todo el mundo estará conectado por cámaras que se disimularán con el paisaje veo en mi realidad que los ojos de control se multiplican por el bien de nuestra seguridad y se intensifica el control al ciudadano esgrimiendo la amenaza yihadista para que no nos exaltemos. Y leía sobre esa reunión de aplicaciones para rastrear todas nuestras búsquedas por Internet, hacer un Big Data con nuestros intereses y vendernos productos o sencillamente tenernos bien controlados y mientras me instalaba gratis el Windows 10 que unificaba muchos servicios en uno y me arrepentía porque no paraba de bombardearme con Amazon y no me dejaba desinstalarlo de Chrome y además no me dejaba recordar servicios o extensiones que incluyo (como Adblock para que el Spam me deje respirar) pensaba todo el tiempo en “El círculo”.
Este libro se vende como el futuro pero parece ahora. Los internautas denunciados como secta contra los analógicos que son tratados como viejos dinosaurios. Tal vez no hayamos llegado a ese extremo, ahí todavía no. Pero el camino se va allanando. La idea de que una empresa controle más la información que un gobierno no solo no es original sino que es real (lo de las elecciones de Trump con manipulaciones turbias en la red social es noticia actual).
No sé si como dijo algún comentario que me animó a leer este libro, puede tratarse del 1984 Orweliano. Nuestra sociedad no está preparada para ofrecer clásicos, se pierden entre las novedades, la cantidad de información es tan abrumadora que es difícil tener referentes. Pero desde luego este libro vale su peso en páginas, unas 450 de literatura dónde casi todo se escribe por algo. Y más de uno se aburrirá porque la resolución del misterio se estira pero es que esto está más cerca del ensayo o la especulación social que de la narrativa de ficción. Por más que varios personajes quedan muy bien descritos en sus páginas. Si acaso su defecto es que tal vez no se debió alargar tanto ni hacer tantos subrayados sobre lo que nos quiere mostrar pero sigue siendo tal vez el mejor libro de Eggers. Por fin he podido olvidarme de esas feas comparaciones (aunque a Foster Wallace no le gana nadie).
Aquí, sobre lo de no dejar de trabajar incluso cuando acaba tu tiempo de faena, en Francia ya se está legislando sobre ese asunto:

-      Manejas bien tu carga de trabajo. Pero el pasado jueves por la noche te echamos de menos en la fiesta del Viejo Oeste, que fue un evento bastante crucial de cara a la construcción del espíritu de equipo, y centrado en un producto del que estamos muy orgullosos. Te has perdido por lo menos dos eventos para novatos, y en el circo parecía que te morías de ganas de marcharte. Creo que te largaste después de veinte minutos. Y serían cosas comprensibles si tu Nivel de Participación no fuera tan bajo. ¿Sabes qué puesto ocupas? Pag. 166 

Sobre tenernos controlados por nuestro bien con la vieja idea de Eurípides de que si quieres que algo no se sepa no lo hagas:

-Bueno, cuando algo se guarda en secreto, pasan dos cosas. La primera es que se pueden cometer delitos. Cuando no tenemos que rendir cuentas a nadie nos comportamos peor. No hace falta ni decirlo. Y la segunda es que los secretos provocan especulaciones. Cuando no sabemos lo que nos están ocultando, hacemos conjeturas y nos inventamos respuestas. Pag. 272       


Pues eso y parecido es esta novela. Es la idea de Internet como futura secta lavándonos el cerebro. Bien entendida puede ser una forma de tomar una distancia crítica y us las nuevas tecnologías con precaución. Rechazarlas no, no seamos extremistas.