Noe, una amiga bloguera, decía una vez en su espacio que de
cada libro podía sacar algo bueno. Creo que también de los malos. Y creo también
que hasta cierto punto es cierto. Por más que los malos libros nos pueden quitar
mucho tiempo y nuestra vida no es infinita. Pero aún así es cierto.
Esto lo recuerdo porque este libro de Ben Brooks, en
principio, no me hacía falta. No soy su público objetivo. A veces me he sentido
ridículo leyendo a un chico de apenas veintiún años con una madurez a juego (un
chico de veintiuno escribiendo sobre las aventuras de uno de quince). Pero me
gustó la contraportada. Lo que se leía, claro, porque la cubierta es un
estampado de flores que no tiene mucha relación con lo que hay dentro que no es
para mí. Pero vamos, que casi nunca me fijo en las cubiertas de los libros, muy
buenas tienen que ser para captar mi errática atención.
Así que estaba en la biblioteca cargando libros de Cioran o
sobre Cioran (un filósofo pesimista que me pone de buen humor), libros
periodísticos (me gustan los articulistas, qué le voy a hacer) y libros de
escritores sobre escritores. De pronto vi que llevaba como cuatro libros y
todavía ninguna novela. Me conozco y sé que sin ficción no soy yo mismo.
Necesito cuento, novela o derivados. Siempre. Por más que cierto amigo me suele
decir que solo lee ensayos, que las novelas son cosa de mujeres. Gran teoría. A
lo mejor llevamos una vida de amistad (desde el instituto) y todavía no se ha
dado cuenta que no soy una mujer. Y que a pesar de su teoría necesito leer
varias novelas al mes.
Así que cogí un par. Y una de ellas era la que nos ocupa
porque me pareció ligera y venía bien para desahogarme de la filosofía opresiva
que me llevaba. Palabras como facebook, twitter, blogs, etc. Me llamaban desde
su sinopsis. Era la forma de entender la mente de un adolescente de hoy en día.
Nuestro Salinger del siglo XXI, decían en la contraportada. Y por una editorial
con el nombre de un perro que se les murió (Blackiebooks), una editorial
molona, de las de cachondeo, ideal para mentes que necesitan jugar de vez en
cuando pero con una cierta calidad. Un ex compañero de biblioteca me
recomendaba siempre libros de esta editorial y decía que eran los “mejores”.
Todos. Segunda teoría de amigos o
compañeros que puedo tirar hoy a la basura.
Porque este adolescente me cae mal hasta en las fotos que me
salen en el google. Y ojo que no juzgaría lo escrito por la cara de su autor.
Como con las portadas, pienso que no es relevante(a Pynchon ni le conozco ni le
conoceré en la vida porque no quiere que nadie lo haga pero sus libros ya
enseñan todo lo que debo saber sobre él). Pero tuve la curiosidad de googlearlo
para saber qué cara ponerle al adolescente sin nada que decir de este texto. Mala
idea.
Montones de páginas que podrían ser el diario de un chaval de
quince años al que deja la novia y chateando y haciéndose pasar por adulto (muy
mal, sus chats y sus bromas son infantiles pero es cierto que muchos adultos
nunca crecerán así que tal vez cuele) se liga a una señora casada con dos hijos
y bueno, hace de Lolito. Pero Ben Brooks se parece a Nabokov y al espíritu de
“Lolita” como un huevo a una castaña. A Salinger tampoco me lo recuerda (ni
siquiera lo ha leído, dice en una entrevista).
Este libro es el interior de la mente de un chico que como
todos los chicos de su edad y mayores convierte su cuarto en pajilandia, piensa
en beber y drogarse (uau, qué novedoso), ve vídeos extremos por internet (no
puedo con tanta originalidad), piensa que los adultos son imbéciles (bien
porque yo tengo una teoría propia, esta no es prestada de mis amigos, que dice
que el noventa y cinco por ciento de los adolescentes son imbéciles así que
quedamos en paz)… En fin, pura niñatada. Pero a pesar de todo, intento coger el
espíritu y trato de aprender sobre esta edad. Hacía tiempo que nadie me
explicaba cómo va a montar follón al cine. Yo siempre me veo desde el lado del
tío que va al cine a pegarle una hostia a los que montan follón.
Finalmente hay un momento en el que me intereso por sus
andanzas pero solo en plan cotilla, si me terminé el libro es porque quería
averiguar hacia donde derivaría su relación con la señora esta. Y es que todo
me parecía tan sin substancia pero a la vez tan cierto, que por lo menos sí
estaba aprendiendo algo sobre esta generación. Y es que no es muy diferente a
cualquier otra generación adolescente de cualquier época. Solo cambian las
referencias adolescentes. Wes Anderson y el cine Indi, Murakami, la música de
Cristal Castles, programas de televisión que ahora no recuerdo pero no me
interesan y en general asuntos relacionados con el móvil e internet. Capacidad
de atención y concentración nula. Capacidad para hacerme reír con sus
estupideces, inoperante. El gran problema de este libro es que es como su
autor, ingenuo. Lo que ves es lo que hay. No hay que leer entre líneas, no
quiere decirte nada ni cambiar tu vida ni hacer que lo subrayes. Nada. Sólo es
la historia que cuenta y esta, la verdad, no es tan apasionante que dé para
libro. Pero si tienes veinte o así te puede gustar. Verás que la gente de tu
edad también puede escribir y publicar. Este guiri lo consiguió viviendo en
Barcelona y con esta editorial que… Vaya, pero si me pilla cerca, a lo mejor yo
también podría atreverme. Si publican al bueno de Ben… por qué no…
Algo bueno he acabado sacando del libro. Tenías razón,
Noe.