lunes, 29 de agosto de 2016

Un juego para los vivos



Un juego para los vivos es el eje de la novela, sin duda. Tal y como lo define Patricia Highsmith. Porque los muertos ya no tienen nada que rascar en esta o en cualquier otra historia nuestra. Porque en una historia como por ejemplo esta, sucede un crimen y el muerto es el detonante de un nuevo juego, el de la investigación que provoca. Y todo lo que la rodea se parece precisamente a eso: preguntas, respuestas, búsquedas, estrategias, trampas… hasta llegar a la casilla de llegada que puede ser la resolución o no del misterio. Y así es como se planteó esta escritora prácticamente todo lo que escribió (y escribió mucho).
La descubrí hace años gracias a una película con Matt Damon y Jude Law “El talento de Mr. Ripley”. Esta hizo que leyera las cinco novelas sobre el personaje y luego ya lo que me fue cayendo en las manos, casi siempre de Anagrama, los que más apostaron por ella y puede que sigan haciéndolo, juraría que he visto reediciones con otros diseños de la escritora más incombustible de su cantera junto a tal vez, Nabokov.
Este libro estaba ya ajado y seguramente descatalogado. Apareció distraído en un anaquel de mi biblioteca más cercana y aunque dudé sí lo tenía o lo había leído, lo cogí. Pensaba que ya había completado la lectura completa de esta autora pero no, esta novela era una nueva sorpresa suya. Con copyrigt del 56. Todavía no se podría considerar obra de madurez pero ya tiene todo lo que tienen sus historias. Reseño esta como podría  reseñar todo Ripley o sus cuentos de crímenes o “El grito de la lechuza”. Casi siempre son dos hombres que por circunstancias ajenas a ellos acaban manteniendo una extraña y ambigua relación (nunca evidentemente sexual pero a pesar de todo, el sexo no queda excluido). No son relatos homosexuales pero tienden a ser homófilos, un tipo que siente admiración por otro y un crimen de fondo, los juegos que se establecen entre ellos, análisis psicológicos paralelos a las investigaciones policiales. Quitando las dos o tres novelas pseudobiográficas donde conocemos a la Highsmith mujer que quería ser un hombre según su última biógrafa, todo lo demás nos demuestra que también quería ser una asesina y que deseaba matar a otras personas y que evitaba hacerlo gracias a la escritura (otro punto apasionante de su biografía, de nuevo encontramos que la escritura es incluso más leve que la vida que hay detrás). Los cambios de personalidad y las transformaciones también son patrones que comparte esta obra con todas las demás.
Por eso esta novela tal vez no sea fácil de encontrar pero sí el resto y va ser lo mismo. Siempre lo mismo aunque no sé cómo, siempre diferente.
Aquí tenemos el cadáver del principio, la amante de dos individuos que son los principales sospechosos. El que la encuentra escapa enseguida de esas sospechas pero el otro no solo queda bajo custodia policial sino que se empeña en autoinculparse por más que la policía le dice que es inocente, que las evidencias señalan hacia otro lado. Entre estos dos individuos se establece esa relación homófila de la que hablaba. El primero intenta ayudar al segundo y tratar de evitar que acabe mal, le cae simpático aunque no se diga claramente en ningún lugar por qué. Todo esto con México y sus gentes de esa época de fondo. Con escasa acción o casi nula. Todo reducido a ese juego que tan bien titula este libro y podría titular el resto de los de la Highsmith. Si buscas emociones y acción y un prodigio de sucesos olvídate. Lo que hizo esta señora fue renovar el género negro, saltarse los patrones e imponer el suyo. Es género negro pero también subgénero Patricia Highsmith. Un mundo aparte, con sus reglas. No para todos los paladares pero sí para muchos, conoció el éxito y lo sigue conociendo. Y el cine, desde que Hithcock filmara su “Extraños en un tren”, le debe haber servido de ayuda. Que en paz descanse. Pero su obra no, esta sigue dando mucho de sí y haciendo trabajar a las imprentas.