domingo, 23 de julio de 2017

El banquete celestial



Este autor sorprende fuera y dentro de las páginas. Donald Ray Pollock se dio a conocer con Knockemstiff (2008), una colección de relatos crueles pero absorbentes por su nervio narrativo. Luego llegaría “El diablo a todas horas”, una novela en la misma línea, magnífica(me gustó tanto que cuando vi en la biblioteca, sección novedades, el libro que nos ocupa hoy, lo agarré rápido y con avaricia, mirando a un lado y otro por si alguien me quitaba “mi tesoro” aunque tratándose de literatura no hay mucho que temer).
El amigo Donald se pasó la vida trabajando en un matadero y en una fábrica de papel, de peón. Treinta y un años de currante no especializado. Un gran lector, eso sí. A los cincuenta dejó la faena y se puso a estudiar literatura creativa. Y el estudiante fue tan aplicado que con su primera obra ya le llegaron los premios. Tiene en su haber reconocimientos tan prestigiosos en Norteamérica como el PEN/Robert W. Bingham Prize y una beca del Guggenheim Fellowship.
Importan más las ganas que la edad. Imagino que también el talento.
Porque esta novela, como en todos sus escritos coge de modelos a los habitantes de su pequeño pueblo y los traslada a 1917 para servirnos una historia que mezcla el western con la aventura con la comedia con la historia con… en fin, mezcla todo de forma tan natural que no parece un pastiche. El ritmo es frenético y si conoces lo que hacen los hermanos Cohen en cine ya sabes a qué atenerte con este tipo. También me recuerda a “Sin perdón” de Eastwood en el sentido de que nadie es bueno al cien por cien, toda persona tiene su lado oscuro. Cualquiera esconde una maldad que me recuerdan a esa película y un poco también a la realidad. Sí, casi todo son hombres como en esa película, parece que hoy toca virilidad desatada. Pero las pocas mujeres que salen se adaptan también a ese patrón (vuelve a recordarme a la película) salvo algún alma bondadosa como la de la granjera Eula.
Cuatrocientas páginas en las que deben salir más de cincuenta personajes con sus respectivas historias y todas son interesantes y en ningún momento sientes que te pierdes. Siempre está el referente de los bandidos que se cruzan con esas vidas en un ambiente hostil.
Esto es como beber alcohol de mucha graduación. La lectura es briosa, sin aderezos, así que asequible para todo el mundo. La temática no es para almas muy sensibles, de esto hay que avisar. Aún así, en este infierno humano con una portada que si lo lees es increíblemente acertada en su simbolismo, tienes hasta mensajes positivos casi a lo Coelho (pero pocos, que aquí manda la acción).


Nunca dejaba de asombrarle el hecho de que cualquier día pudieras ir arrastrándote por la calle, hundido en una depresión de caballo, y de pronto pasaba algo pequeño y maravilloso que te cambiaba la perspectiva de todo, que llevaba tu mundo de la oscuridad a la luz y hacía que estuvieras feliz de seguir con vida. Y normalmente era algo con lo que tú no tenías nada que ver…. Hacia un par de minutos se había sentido la persona más desgraciada y solitaria del mundo, y ahora estaba comiendo rosquillas glaseadas de la pastelería Manheim con un hombre al que no había visto en su vida. En la vida solo había que aguantar como fuera hasta que llegaba el milagro” pág. 314