lunes, 22 de febrero de 2016

La oficina



Creo que del mundo laboral siempre se puede sacar una buena comedia. No debería ser demasiado difícil aprovechar las incongruencias y despropósitos que se suceden en ese lugar dónde pasamos la parte más desagradable y en ocasiones la más larga de nuestra vida (si fuera un lugar maravilloso no tendrían que pagarnos para que fuéramos).
Pero yo que entraba en este libro con el ánimo de leer algo a lo Dilbert, me encontré con algo diferente. No tengo problema con que me sorprendan pero…
El libro empieza bien. A pesar de que el primer capítulo es Spoiler tampoco conoces la historia como para que te estropee verdaderamente lo que sucederá después, sólo dan unos datos que cobrarán sentido hacia el final. Luego ya, para el segundo capítulo, empezamos con la historia. En esta, Jens Jansen, harto de su vida y de su trabajo de brand manager en una empresa que fabrica cascos de ciclistas, decide desaparecer del mundo. Se instala en un almacén de la oficina donde duerme de día y come tuppers olvidados durante la noche. Hasta ahí bien. Más o menos increíble pero bien. Creo que si no te gusta tu trabajo lo mejor no es vivir en éste. Pero no importa. Podíamos sacarle mucho jugo a este argumento.
Y Lars Berge tiene una primera parte de novela que por lo menos entretiene en el buen sentido. Encerrado en su almacén recuerda cómo llegó hasta ese momento y reflexiona sobre nuestra sociedad (un asco, claro, decía Vargas Llosa que escribimos cuando sentimos un conflicto interno y la literatura está para eso, para criticar lo que no nos gusta). También sabemos un algo de su vida privada. Esa mezcla de lo íntimo con lo social, lo económico, etc desde el humor me recuerda a Houellebecq. Pero un Houellebecq desvaído, menos poderoso que el original.

Ya no perdería ni un segundo pensando en las exigencias de producción por parte de la empresa y pasaría olímpicamente de las facturas, las amortizaciones y los compromisos de permanencia de veinticuatro meses de sus contratos telefónicos. No iba a echar de menos celebrar todas esas esforzadas cenas con otras parejas, seguir las series de televisión o ir de excursión los fines de semana a diferentes tiendas de muebles, algo que se había convertido en la principal actividad de ocio de su pareja Mari y él durante los últimos años. ¿Y el sexo? Ya no le interesaba lo más mínimo

Pero mediando el libro sucede que todo ese edificio de crítica e ironía se empieza a derrumbar por culpa de lo inverosímil. No es que la historia fuera creíble de entrada. Pero es que luego se vuelve casi surrealista. Y el humor sueco tampoco es que sea como para tirar cohetes.
Aún así queda una novelita que se olvida no mucho más tarde de cuando se ha leído pero que tampoco es especialmente aburrida. Una crítica o un intento de esta por desmontar las leyes fundamentales del señor Dale Carnegie que han sido la Biblia de tantas empresas durante tantos años. Tal vez siguen siéndolo. Una voz disidente contra este mundo actual de crisis y pobres muy pobres o ricos muy ricos. Nada nuevo bajo el sol.

“Nos aterra perder el trabajo y nuestros ingresos en los próximos recortes y quedarnos con el culo al aire, con la hipoteca y las letras que nos quedan por pagar. Y eso es precisamente lo que queréis. Que tengamos miedo. Para que seamos sumisos, o flexibles como os gusta llamarlo.”


Totalmente de acuerdo. 

lunes, 15 de febrero de 2016

Los besos en el pan


Y a veces pasa que me intereso por los primeros puestos de ventas. Como si eso ayudase a entender el éxito. Cuando lo que casi siempre me hace aplaudir en privado es lo que está fuera de listas y premios. Pero llevaba leídos muchos libros complicados, exigentes con el lector. Quería algo más liviano para relajarme así que cogí a Almudena Grandes. Historias de por aquí cerca sin demasiadas complicaciones. Y eso es lo que da. Cualquiera que conozca a la escritora sabe más o menos lo que se va a encontrar. Un estilo plano sin voluntad de progreso. Sólo quiere contar lo que sea que toque en ese momento. Sin mucho ornamento ni complicarse la vida. Es el libro más comercial que he leído en lo que va de año. 
En esta novela en concreto una serie de personajes viven la crisis y sus historias son las que hemos leído en el periódico, visto en el telediario o escuchado en la radio. Tal cual, con el tono de un artículo de suplemento de esos que Almudena escribe o por lo menos me consta que escribía. Píldoras de sufrimiento que produce la crisis y que nos son algo más que familiares a los que vivimos en la península (aunque imagino que al ser la miseria verdadero patrimonio de la humanidad también se pueden identificar por ahí fuera en mayor o menor medida). Niños que no tienen bocadillo en el colegio y maestras que se compadecen más allá del deber, mujeres luchadoras, mujeres cobardes, negocios que malviven, relaciones que se resienten sin la gasolina de la buena economía, secretos de familia, emigrantes españoles… Más y más de lo que ya sabemos.

Los besos en el pan del título se refiere a esos besos que al parecer le daban los españoles de posguerra al pan que se caía al suelo y luego volvían a recoger. Una demostración de lo mucho que se ha padecido en esta tierra. Los viejos de esta novela mosaico ven la crisis como una hermana pequeña de la que ellos padecieron. Los jóvenes sin memoria la sufren como el Apocalipsis. Una vez más la realidad conocida. Y eso está muy bien. Que todo resulte verosímil y creíble. Pero ahora necesito algo más profundo porque la novela se me ha quedado en novelita y porque este cuento no me ha impresionado ni me ha hecho sentir que hubiera algo nuevo bajo el cielo literario. Un más de lo mismo en toda regla. Entretiene, eso sí.