La última obra de Patricio Pron es
una novela. Ni cuento ni ensayo. Una de carácter ambicioso. Repleta de juegos
metaliterarios. Escrita con esa elegancia que se le suele atribuir en la
mayoría de entrevistas o críticas que vamos leyendo sobre él (claro que este
tipo de adjetivos los periodistas se los van pasando de mano en mano para no
leer lo que tienen que criticar).
La novela de Pron va de un Congreso
de Escritores Fascistas Europeos que iba a celebrarse durante tres días en
Abril de 1945 al norte de Italia. Duró uno. Treinta años más tarde algunos de
sus asistentes que siguen con vida recuerdan mediante testimonios orales lo que
pasó. Algo sobre la muerte de uno de ellos, el escritor Luca Borrello. Se trata
de indagar qué le ocurrió. Por qué murió, quién le mató. Quién interroga a
estos escritores. Acabaremos con un capítulo ambientado en las revueltas de
Milán en el 2014 contra la reforma laboral.
En la estructura de la novela reside
parte de su ambición. También en el minucioso trabajo recopilatorio sobre una
época mezclado con el juego inventivo (hay alusiones a escritores y personajes
reales pero también a otros inventados). Por último destacaría la magnífica
idea de comparar la política con la escritura. Creo que es una de sus
propuestas más interesantes. Y desde luego propuestas no faltan en esta novela
tan lúdica (aunque el que más se divierte parece ser el autor ya que nosotros…)
El primer capítulo o parte inicia con
los personajes y su testimonio oral del 78. Simpático acercamiento a cómo la
memoria es algo que cada uno luce a su manera y cómo quita más de lo que
aporta. Breve e interesante.
En el segundo capítulo ya vemos al
personaje con el que creemos que vamos a estar todo el tiempo. Creemos que va a
entrar en faena. Hay una persecución lenta y minuciosa entre frases largas e
interminables a lo Thomas Bernhard pero la trama, a diferencia del austriaco,
parece ir hacia adelante, sin sus obsesivos círculos. Ocurre algo que produce
un misterio y entonces ya llegamos al tercer capítulo que sí, parece centrar
y hacer girar casi toda la novela, el testimonio oral de los escritores
fascistas que recuerdan la muerte de Borrello.
Y aquí es dónde yo empiezo a tener
mis primeros problemas como lector. Desde la página cuarenta y tres hasta la
ciento cincuenta y tres los personajes van soltando en pequeños fragmentos sus
recuerdos sobre el Congreso y lo sucedido. Y nada más que eso. A pesar de algunas
ideas interesantes sobre literatura y política no hay trama.
Me consta que Patricio Pron detesta
la idea de hacer una novela con las convenciones al uso. Pero el problema es
que detesta tanto la idea que esto ya no parece ni una novela. Se me hace pesadísimo
avanzar por un erial de testimonios en los que termina por interesarme un
pimiento lo que le haya pasado a Borrello y a todos en general. Un lugar dónde
sabes que todas esas voces son individuales porque lo dice Pron y avisa que el
que habla es un tal Atilio o un tal Espartaco o un tal el que sea porque todos
hablan igual, todos son Pron, a todos se les nota que son Pron porque Pron no
les ha dado individualidad alguna. No sé si voluntaria o involuntariamente pero
como decía David Pérez Vega en su crítica, sientes que no vas a ningún lugar.
Claro que sí acabas yendo.
El cuarto capítulo es más de esto.
Hasta la ciento noventa. Casi doscientas páginas sin saber qué estás leyendo o
más bien sin importarte demasiado. A pesar de los grandes párrafos que el
escritor incluye ocasionalmente y que pueden interesar a los amantes de la literatura
que habla sobre la literatura. A pesar de la buena escritura de estilo.
En el capítulo sexto (el quinto sigue
a lo suyo) ya tendremos respuestas que no puedo ofrecer aquí pero ya es tarde.
Algunos lectores ya le guardamos rencor al escritor por haber estado tan
centrado en sí mismo y en su laboratorio de novela vanguardista y rupturista.
Aún así es disfrutable como a rachas.
Pero cortas. Después de todo había una trama y bastante interesante.
En la página doscientos cuarenta y
cuatro se acaba la fiesta y vuelven los experimentos exasperantes. Nos explica
una caja con la obra de Borrello. Montones de ideas en forma de notas que
durante casi treinta páginas nos muestran la imaginación de artista ideal para
museos como el Guggenheim que tiene Patricio Pron. Al principio es un juego
simpático. Luego vuelve a fatigar. Notas y notas sobre los proyectos de
Borrello. Finalmente agotadores leídos así, seguidos.
En el octavo capítulo aparecemos en
el año dos mil catorce y la cosa se recupera algo pero estamos muy fatigados,
es mejor ir terminando ya la novela. Aunque no. Aún queda un capítulo más donde
Patricio nos muestra un diccionario a pachas entre los personajes inventados y
los reales. Ese juego es el más imperdonable. Los diccionarios se consultan
pero no están para leerlos como si fueran una novela. Creo que pocos aguantarán
esa última gracia. Aunque yo lo hice. Soy así de obsesivo.
Añadid seis páginas de agradecimientos.
La novela tiene muchos acreedores y hay que pagar las deudas.
Me suele gustar Pron. Pero no tanto
cuando hace novelas. Aunque El espíritu
de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011) sí, bastante. Era menos
ambiciosa pero se leía mejor.
El Pron ensayista también es
magnífico. Su blog El boomeran(g)
sobre literatura es de lo mejor. Y no digo que esta novela esté exenta de
méritos. A ratos es como leer algo del mejor Borges. El mismo Pron escribe
sobre un personaje que ha escrito un libro que lleva el título real de un
ensayo que el mismo Patricio escribió. Hay sutil ironía. Hay un magnífico
edificio de guiños al lector. Hay inteligencia. Tal vez por eso he desgranado
en capítulos la crítica. Para que se entienda qué es lo que no me ha gustado y
tal vez, por qué voy a seguir leyendo lo que vuelva a escribir, por qué sigo
sin renegar de un autor cuya última novela me ha dejado este sabor agridulce.
Pero es que al final tengo la
impresión de que si un escritor se olvida tanto de sus lectores puede ocurrir
que estos le acaben también olvidando a él. Espero que no.
“Pensé
que los pilotos de aquellos aviones veían en ese instante lo que había visto y
pintado Azari y vivían de hecho en su pintura, sólo que no lo sabían, ni eran
conscientes de que lo que antes había sido arte ahora era asesinato” pág.83
“…que en el último año ha descubierto que los cadáveres son todos
iguales, no importa en qué hayan creído sus propietarios antes de morir; por
ello, cada muerte es igual a cualquier otra y puede ser, y de hecho es, la suya
propia.” Pág. 237
Hola querido
ResponderEliminartanto tiempo.
No creo que seria capaz de leer un libro así
mi mente lo rechaza
Demasiado complejo para yo y mi que escribo tan corto
y veo la vida simple
pero me gusta la forma en que tu viste el libro
y lo sentiste
Eso me basta para eso que llaman leer
Un abrazo y sigue leyendo que es tan lindo lo que escribes que no me importa leer yo lo que tu lees
gracias
un abrazo