domingo, 18 de septiembre de 2016

La zona de interés





Es inevitable comenzar a hablar de esta novela hablando de la polémica que la precede. Para eso están las polémicas, digo yo, para dar a conocer a los escritores. Y eso que a este ya le se le conoce tanto que no necesita de este tipo de maniobras. Pero lo cierto es que los editores que habitualmente le publicaban en Francia y Alemania le penalizaron por hacer chistes a costa del Holocausto. Dicen que se ríe de aquella guerra que parece no quedar nunca lo suficientemente lejos para sus mayores implicados. Pocas bromas a los alemanes con ese período. No hay que subestimar nunca la vergüenza de un pueblo.
Pero no, este libro no está haciendo una burla tontorrona al uso. Es absurdo creer que Martin Amis está de parte de un pueblo o del otro o haciendo defensa de unos frente a otros. De hecho, al escritor no se le ve por sus páginas. Como tanto le suele gustar, Amis se transforma en varios personajes, habla en distintos monólogos como el sobrino del jerarca nazi que llega a un campo de exterminio y trabaja en la puesta en marcha de una siniestra fábrica con mano de obra esclava. Se enamora de la esposa de Paul Doll, un nazi ridículo hasta lo exagerado pero a la vez creíble (y el escritor toma la mente de estos dos personajes y los asume tan bien como al primero). Se introduce también en la mente de uno de esos judíos que colaboraba con los verdugos. Y no hay inclinación por unos o por otros. No es una novela maniquea. Creo que no es una novela sobre la barbarie de los alemanes sino sobre lo que puede hacer el ser humano en general. Martin Amis no es tan ingenuo como para dirigirnos hacia un punto de vista, más bien explica la realidad y nosotros ya tomaremos unas u otra conclusión.

“…nadie se conoce a sí mismo. ¿Quién eres? No lo sabes. Y entonces llegas a la Zona de Interés, y ella te dice quién eres.” Pág. 74   

Tampoco creo que sea un libro de humor al uso. Tuve alguna que otra carcajada con su anterior libro “Lionel Asbo” y esa era la intención. Pero aquí es todo más sutil. Creo que los motivos para la polémica son tan escasos que rozan lo sospechoso. El libro no es ofensivo para nadie o lo es para todo el mundo. Y es tremendamente lúcido e inteligente. Con una estructura nada complaciente donde el lector va a tener que moverse entre desorientado y agobiado por esos monólogos a varias voces y por algún que otro flash back que hace que todo sea como un puzle que irá cobrando sentido a medida que se va leyendo. Ese estupor que se puede sentir es ideal. A juego con el de los aturdidos judíos que van saliendo de los vagones como ganado a la rampa, al lugar donde se hace la terrible selección.  Y es muy duro. Y tal vez pierde un poco de interés hacia el final porque la historia de amor que hay en medio a modo de válvula de escape no es tanto de amor como de sexo y no motiva (impresión personal, nada de esto se explicita en la novela). No me importa demasiado saber qué les ocurre a los amantes por más que ese final que no contaré me parece diferente y hasta creíble, no desmerece el buen estado de forma de un escritor que casi nunca ha bajado el listón, ya de por sí alto. Pero que nadie piense que esto es literatura de fácil digestión como sí lo era su pasada aventura literaria. La complejidad estructural y el amor al detalle pequeño pero importante (muy en la línea de su admirado y mi admirado Nabokov) obligan a no bajar la atención bajo pena de extraviarse. A veces no querrías saber todos los detalles.

La experiencia me dice que morir nunca dura menos de unos sesenta segundos. Incluso cuando te pegan un tiro en la nuca y caes como una marioneta a la que le han cortado los cordeles. La muerte real nunca dura menos de unos sesenta segundos.
Y a mí me da miedo ese minuto de asesinato.”  Pág.199

Bajo el nacionalsocialismo te mirabas en el espejo y te veías el alma… Todos descubríamos, o revelábamos, impotentes, quiénes éramos.” Pág. 279  


Imprescindibles los agradecimientos y epílogo del final. 

2 comentarios:

  1. El humor siempre levantando ampollas. Nos hace gracia todo hasta que el tema es sensible para nosotros. Tratándose del Holocausto no me extraña nada. No está tan lejano como creemos, menos ahora que parecen resurgir (o salir de la hibernación) ciertas ideas.

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  2. Sí, Dorotea, está relativamente cerca, hemos vivido siendo contemporáneos de victimas de ese holocausto (ya quedan pocos pero la herida sigue abierta). De todas formas el humor de este libro no hace mofa de nadie ni es abiertamente humorístico. Y ya hemos visto de todo sobre este período, casi no leo el libro porque me agota la Segunda Guerra mundial, parece que no ha habido otra (tal vez ninguna con un horror tan sistemático pero las ha habido igualmente horribles sin sistema, a lo bruto). En fin, ya estoy en temas más alegres.

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