Es inevitable comenzar a hablar de
esta novela hablando de la polémica que la precede. Para eso están las
polémicas, digo yo, para dar a conocer a los escritores. Y eso que a este ya le
se le conoce tanto que no necesita de este tipo de maniobras. Pero lo cierto es
que los editores que habitualmente le publicaban en Francia y Alemania le
penalizaron por hacer chistes a costa del Holocausto. Dicen que se ríe de
aquella guerra que parece no quedar nunca lo suficientemente lejos para sus mayores
implicados. Pocas bromas a los alemanes con ese período. No hay que subestimar
nunca la vergüenza de un pueblo.
Pero no, este libro no está haciendo
una burla tontorrona al uso. Es absurdo creer que Martin Amis está de parte de
un pueblo o del otro o haciendo defensa de unos frente a otros. De hecho, al
escritor no se le ve por sus páginas. Como tanto le suele gustar, Amis se
transforma en varios personajes, habla en distintos monólogos como el sobrino
del jerarca nazi que llega a un campo de exterminio y trabaja en la puesta en
marcha de una siniestra fábrica con mano de obra esclava. Se enamora de la
esposa de Paul Doll, un nazi ridículo hasta lo exagerado pero a la vez creíble
(y el escritor toma la mente de estos dos personajes y los asume tan bien como
al primero). Se introduce también en la mente de uno de esos judíos que
colaboraba con los verdugos. Y no hay inclinación por unos o por otros. No es
una novela maniquea. Creo que no es una novela sobre la barbarie de los
alemanes sino sobre lo que puede hacer el ser humano en general. Martin Amis no
es tan ingenuo como para dirigirnos hacia un punto de vista, más bien explica
la realidad y nosotros ya tomaremos unas u otra conclusión.
“…nadie se conoce a sí mismo. ¿Quién eres? No lo sabes. Y entonces llegas
a la Zona de Interés, y ella te dice quién eres.” Pág. 74
Tampoco creo que sea un libro de
humor al uso. Tuve alguna que otra carcajada con su anterior libro “Lionel
Asbo” y esa era la intención. Pero aquí es todo más sutil. Creo que los motivos
para la polémica son tan escasos que rozan lo sospechoso. El libro no es
ofensivo para nadie o lo es para todo el mundo. Y es tremendamente lúcido e
inteligente. Con una estructura nada complaciente donde el lector va a tener
que moverse entre desorientado y agobiado por esos monólogos a varias voces y
por algún que otro flash back que hace que todo sea como un puzle que irá
cobrando sentido a medida que se va leyendo. Ese estupor que se puede sentir es
ideal. A juego con el de los aturdidos judíos que van saliendo de los vagones
como ganado a la rampa, al lugar donde se hace la terrible selección. Y es muy duro. Y tal vez pierde un poco de
interés hacia el final porque la historia de amor que hay en medio a modo de
válvula de escape no es tanto de amor como de sexo y no motiva (impresión
personal, nada de esto se explicita en la novela). No me importa demasiado
saber qué les ocurre a los amantes por más que ese final que no contaré me
parece diferente y hasta creíble, no desmerece el buen estado de forma de un
escritor que casi nunca ha bajado el listón, ya de por sí alto. Pero que nadie piense
que esto es literatura de fácil digestión como sí lo era su pasada aventura
literaria. La complejidad estructural y el amor al detalle pequeño pero
importante (muy en la línea de su admirado y mi admirado Nabokov) obligan a no
bajar la atención bajo pena de extraviarse. A veces no querrías saber todos los
detalles.
“La
experiencia me dice que morir nunca dura menos de unos sesenta segundos.
Incluso cuando te pegan un tiro en la nuca y caes como una marioneta a la que
le han cortado los cordeles. La muerte real nunca dura menos de unos sesenta
segundos.
Y a mí me da miedo ese minuto de asesinato.”
Pág.199
“Bajo
el nacionalsocialismo te mirabas en el espejo y te veías el alma… Todos
descubríamos, o revelábamos, impotentes, quiénes éramos.” Pág. 279
Imprescindibles los agradecimientos y
epílogo del final.
El humor siempre levantando ampollas. Nos hace gracia todo hasta que el tema es sensible para nosotros. Tratándose del Holocausto no me extraña nada. No está tan lejano como creemos, menos ahora que parecen resurgir (o salir de la hibernación) ciertas ideas.
ResponderEliminarSí, Dorotea, está relativamente cerca, hemos vivido siendo contemporáneos de victimas de ese holocausto (ya quedan pocos pero la herida sigue abierta). De todas formas el humor de este libro no hace mofa de nadie ni es abiertamente humorístico. Y ya hemos visto de todo sobre este período, casi no leo el libro porque me agota la Segunda Guerra mundial, parece que no ha habido otra (tal vez ninguna con un horror tan sistemático pero las ha habido igualmente horribles sin sistema, a lo bruto). En fin, ya estoy en temas más alegres.
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