Jonathan Coe es eso de si “no te gustan los ingleses toma dos
tazas”. Si recientemente he reseñado mucho british, este último es casi, casi
el emblema de cómo ser inglés y parecerlo todo el tiempo. Lo siento, me
pierden. Escritores o escritoras. Voy a tener que desempolvarme y darme una
vuelta por, no sé, Sudamérica, que últimamente la tengo abandonada y hay cosas
muy bien escritas por allí. Aunque leí a Vargas Llosa hace nada. O Japón. Y no
solo Murakami, claro.
Pero aquí estamos en Bélgica. Aunque nos la narre un inglés.
Esta novela le surgió al escritor como parte de un proyecto como escritor
invitado en la Villa Hellebosch en Flandes. Imagino que los flamencos, como los
catalanes, promueven su pequeño país dentro del país generando todo tipo de
propuestas. Aunque la novela de Coe trata sobre la Expo 58, una exposición
universal que se hizo en Bélgica. Esto significa que no se habla del lado
flamenco de Bélgica sino de Bélgica en general.
Thomas Foley, un funcionario casado y con una hija tiene que
viajar a la Expo de Bruselas. Allí conoce a Anneke, una azafata flamenca (única
verdadera alusión a este lado del país) con la que tonteará (y habrá más giros
de trama que no pienso contar). Este hombre viene aburrido de Londres como sí,
Reginald Perry, pero digan lo que digan, esta historia es menos cómica de lo
que parece. Hay humor inglés pero hay una historia creíble y bien documentada
sobre aquel año en aquel lugar dónde el mundo se estaba volviendo cosmopolita y
dejábamos atrás la separación y el estancamiento entre países. El protagonista
acaba enredado en una trama de espías muy interesante. Pero interesantes son
los enredos sentimentales que tiene. Hay un capítulo delicioso en el que se
cartea con su mujer y vemos a través de las epístolas que todo lo que no se
cuentan es como mil veces más interesante que lo que sí. Ese capítulo está
lleno de brillantes sobrentendidos y “entre líneas” que para mí suponen lo más
humorístico e irónico del libro. Un momento memorable. O cómo un matrimonio
inglés se puede enfadar sin soltar un solo taco y escribiéndose de la forma más
educada posible. La novela sería buena solo por estas pocas páginas epistolares.
El autor usa algunos recursos del humor pero también está la
vieja obra de ingeniería inglesa a lo McEwan. Sin prisa (la trama arranca a
mitad del libro) pero sin pausa va construyendo la historia. Es un manual de
cómo hacer una novela en esa tradición Chejoviana que indica que si alguien
pone un clavo, ese clavo tiene que significar algo para el argumento. Aquí el
precepto se sigue hasta el delirio. No hay detalles banales. Si prestas
atención, todo ocurre por algo, no puedes descuidar ni lo que comen los protagonistas
porque esto puede cobrar relevancia inusitada avanzada la historia. El único “pero”
a este estilo tan calculado que huye de la improvisación es que todo simule la
forma de una maquina. Perfecta, eso sí, pero una máquina. Que le veas las
costuras al invento. Pero da igual. Los giros en la historia son tan
inesperados y originales(a la vez que coherentes) que al final te rindes a ese
excesivo control de Coe sobre sus personajes o su historia. Tú te montas y él
te lleva.
Nunca he leído nada malo de este autor. Le conocí por la
brillante “La lluvia antes de caer”, una novela dónde aparcaba el humor inglés
y hacía algo más dramático pero era una historia maravillosa con espectacular
construcción de la psicología de un personaje. Allí, por cierto, hacia un cameo
Thomas Foley, el personaje de esta “Expo 58”.
“La casa del sueño” me enseñó lo que es una historia
verdaderamente original. Con “La espantosa intimidad de Maxwell Sim” regresó la
diversión y también aplaudí hasta con las orejas.
Así que aquí seguimos.
Me encantan las obras en las que si un detalle está ahí es por algo. No me importan los cabos sueltos, las preguntas sin responder o los finales abiertos, es más, también los disfruto, pero las cosas metidas así porque sí me disgustan un poco. De este libro que reseñas lo que me ha llamado la atención son las cartas entre el matrimonio. Me gustaría leeras, me ha entrado la curiosidad :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí,ja,ja las cartas. Ojo que son una parte casi anecdótica pero me lo pasé muy bien. El resto del libro no desmerece pero ese detalle es el que voy a recordar(siento que de esta novela recordaré ese pequeño detalle y olvidaré el resto aunque el resto siga siendo magnífico). Lo que me gusta de Coe es que lo tiene todo pensado y aún así no es predecible y lo que sucede es muy coherente. Sientes que hay una gran inteligencia detrás.
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