De Emmanuel Carrère leo casi todo lo que se publica en España.
Lo descubrí con “El adversario” y desde allí hasta ahora me suelo interesar por
lo que escribe. Unas veces me convence más que otras. Pero hay algo en sus
libros que se me hace muy cercano. En estos casi siempre emplea una estructura
similar. Mezcla su vida o lo que podría ser su vida con la del personaje real
del que suele escribir. Confecciona una vida cotejando la autobiografía con la
vida ajena. “De vidas ajenas”, por cierto, es otro de sus libros más premiados.
Hace años hicimos una lectura conjunta una bloguera y yo. En esos comentarios
yo empiezo despreciando un poco al autor y al final me acabo rindiendo a su
libro. Y eso es tal vez porque se muestra tan supuestamente íntimo en sus
confesiones que realmente parece que sea él y que lo narrado sea su vida y esta
no sea precisamente ejemplar (a la interpretación de cada cual dejo si inventa
o actúa).
En “El Reino” nos habla de los evangelistas. Desde el punto de
vista de alguien que creyó hace más de veinte años y luego se hizo agnóstico.
De algún modo entiende mejor a los creyentes porque se ha contado como uno de
ellos, ha militado en sus filas. Actualmente está en las filas de los
escépticos y se le nota en sus pasajes más humorísticos.
Aquí regresamos con las supuestas confesiones sobre su vida. Abrimos
el libro con un larguísimo prólogo en el que nos habla de su participación en
la serie de muertos que resucitan para televisión que le tuvo como guionista.
Entiende que Jesús también es un famoso muerto que resucitó. Como en la serie
francesa, fue un resucitado entero, nada de un cadáver apestoso a lo “Walking
dead” con ganas de comer carne humana. Esto le hace reflexionar al autor sobre
su relación con esta religión. Cómo pudo creer algo tan bizarro como que
alguien resucitara. Yo también me lo pregunto así que me leo sus quinientas
páginas y bueno, independientemente de que la respuesta sea satisfactoria, sí
es satisfactorio el recorrido por ese mundo en el que todavía Jesucristo sólo
era un mesías más que decían que había regresado del otro lado. Cómo se forja
una religión tan importante y cómo el tiempo que la vivió ignoraba por completo
lo que le esperaba. Para eso está la Historia, para desmitificar. Porque a
muchos se les van a venir algunos mitos a pique.
En cualquier caso creo que es un libro disfrutable para
creyentes o no creyentes. El autor no se dedica a la burla, lo deja claro en
sus pasajes más importantes (el título del libro sale de uno de esos máximos
pasajes clave de respeto que no desvelaré por no matar las sorpresas a nadie). Simplemente
busca en las fuentes y lo hace durante años. Se apoya en gente de la Iglesia y en
gente que está fuera de esta. Se esfuerza por ser objetivo, algo que no se
puede lograr al cien por cien pero premiemos siempre el intento. Alguien dice
por ahí que está en estado de gracia cuando lo escribe. Yo creo que también. Le
gusta lo que hace y se le nota. Pasado ese largo prólogo que para mí supone el
único pero de la novela, consigue que me interese por las vidas de Pablo,
Marcos, Lucas, Juan… algo que hasta la fecha debo admitir que me resbalaba
bastante. Se convierte en novela y en novela interesante. Yo he disfrutado
especialmente con las incoherencias de un libro como “La Biblia” que se supone
dictado por Dios y que sin embargo, visto desde la mente de un novelista deja
cabos sueltos, tiene redundancias, contradicciones clarísimas, un dibujo
incoherente de los personajes (ese Jesús iracundo en unos evangelios y tan
pacífico en otros es impagable). Pero es lo que hay. Tenemos Biblias en
cualquier lugar si no creemos a Carrère. Y no creo que a ningún Dios verdadero
le importe que la gente ría. Estoy seguro de que le debe molestar más lo de
matarla o torturarla. Pero dejémoslo. Tampoco soy objetivo. Sólo recuerden que
esto no es novela histórica, novela moderna o autobiográfica, ensayo, comedia,
blog novelado… es un poco de todo y más.
Para mí, lo mejor de Carrère.
“Dice que es extraño,
si te paras a pensarlo, que personas normales, inteligentes, puedan creer en
algo tan insensato como la religión cristiana, algo del mismo género que la
mitología griega o los cuentos de hadas”
Sobre la conversión de Pablo:
“El Pablo de antaño se
había convertido en un monstruo para él, y Pablo se había convertido en un
monstruo para el hombre que había sido antaño… Habría rogado a Dios que le
matase, como los héroes de las películas de vampiros obligan a jurar a sus
compañeros que les traspasarán el corazón con una estaca si llegan a morderles.
Pero eso es lo que se dice antes. Una vez contaminado, sólo piensas en morder a
tu vez…”
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