Julian Barnes siempre ha sido uno de
mis autores preferidos de mi generación de autores favorita (nada menos que la
generación Granta del 83 con escritores como Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes, William Boyd y Salman
Rushdie). Creo que sólo
dudaría entre quién es mejor si pienso en Amis o McEwan. Y aún así hay libros
de Barnes que para mí son mejores que alguno de McEwan y que casi todo Amis. “Una historia del mundo en diez capítulos y
medio” o “El loro de Flaubert” son
parte de su literatura con mayúscula.
No sé si “Nada que temer”, dónde reflexiona sobre la muerte, se puede definir
como literatura o ensayo pero sigue siendo un soberano libro dónde su humor
inglés se suma a su erudición y te deja elementos suficientes para la propia
reflexión y cómo no, para una futura relectura.
Y tras otras novelas, cuentos y lo
que quiera escribir este hombre que dice que lo da todo en cada frase (no sé si
exagera), me llega su último relato sobre la vida de Shostakóvich, el
compositor ruso. A partir de esa noche fatídica en la que Stalin asistió a la
representación de su Lady Macbeth de Mtsensk en el Bolshói de Moscú (26 de
Enero de 1936), Barnes nos habla sobre el miedo en tiempos de dictadores. Y
creo que hace bueno aquello de Vargas Llosa sobre el hecho de que todas las
dictaduras se parecen. Porque me parece más de lo mismo. Y por si fuera poco
más de un tema muy tratado. Casi a la par que la segunda guerra mundial. En
este caso acerca el zoom a un personaje que disgusta con su arte al líder de su
país y pasa una vida acobardado y temiendo que lo depuren a Siberia o peor, que
lo fusilen.
Pero las páginas, incluso con el
estilo al que me tiene acostumbrado este escritor, no consiguen sacarme la sensación
de que todo eso sí, vale, bien, muy bien descrito, pero no aporta nada nuevo. Y
también nos recuerda sobre los peligros de entrar en aguas tan transitadas.
Siempre tendrás lectores que no te perdonarán que les hables de lo que ya se ha
escrito más y mejor en otro lugar. O que tu personaje, siendo ruso, piense como
un inglés, o que te leas un par de biografías del compositor para construir el
personaje pero descuides otras donde dan una visión diferente.
Hace poco hemos visto las terribles
polémicas, no del todo justas con Elvira Navarro, sobre su libro que hablaba de
Adelaida García Morales. Escribir sobre personajes reales del siglo pasado o
este puede atraer a familiares, conocedores, estudiosos que te vengan a
destruir la novela. Pero como yo no soy de estos diré que si sabes poco del
estalinismo o su comunismo salvaje, la novela puede resultar entretenida. Que
la reflexión sobre el autor que se vende o no al poder es lo más objetiva
posible (en realidad se decanta por el lado de la comprensión hacia los que se
venden a cambio de vivir pero no de un modo descarado).
En tres capítulos claves y muy
conocidos de la vida del compositor, se nos resume su vida. Y todos giran en
torno a sus miedos, los del autor y probablemente los nuestros.
Una novela correcta. Un bien. No
indigna de su autor si vas sin expectativas. Pero una novela que no deja
demasiada huella. Y eso es imperdonable. Especialmente si una de las exaltadas
palabras publicitarias que te dedica The Daily Express es “Su mejor novela hasta el momento”. Vale
que la publicidad es exagerada pero esta vez se pasaron. Hay que leer al Barnes
más antiguo en mayor medida que a este. Si bien el actual pasa bien y no se
atraganta.
Lo curioso de tus reseñas es que, además de formarme una idea del libro, me hacen pensar e irme por las ramas de las ideas. Y es que nunca me había parado a pensar que Shostakóvich vivió los años de Stalin y en los problemas o beneficios que eso pudo traerle.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo sí que me voy por las ramas. Incluso cuando la parte literaria no me ha parecido tan satisfactoria. O tal vez por eso.
ResponderEliminarDe este autor no quiero dejar mucho sabor agridulce. Los otros libros que reseño suyos sí valen la pena. Y aún otros que no salen.
Saludos desde la biblioteca, como casi siempre.