Con el
premio Nobel siempre me ocurría lo mismo. Estaban los premiados que me hacían
gruñir de descontento porque no los conocía y parecían premiados para
satisfacer a tal o cual país (una especie de premio de cuota de esos que no me
acaban de gustar). Luego estaban los que si conocía y solían gustarme.
Ahora
tengo que incluir una nueva etiqueta. La de los premiados que desconocía y me
hicieron torcer el gesto pero luego, al leerlos, me han parecido maravillosos y
muchas gracias papá Nobel por descubrirme a este escritor o a esta escritora
que no sabía que necesitaba tanto.
Svetlana Alexievich,
en este libro que es por encima de todo un inmenso monumento periodístico, me
sorprende de variadas formas. Consigue aterrorizarme con los cuarenta monólogos
que selecciona de este evento, me impresiona favorablemente con su propia
visión personal de los hechos y su lectura inteligente del asunto, me enseña a
ver la realidad de otra forma, me admira por su valentía.
He leído
bastante literatura periodística o ensayos. Gente como Gay Talese o Tom Wolfe y
sí, vale, son estupendos, no voy a olvidarlos. Pero Svetlana me ha llegado
mucho más que cualquiera de ellos. Tal vez porque me ha pillado con la guardia baja.
O tal vez porque el tema que trata es tan sorprendente y está llevado con tanta
maestría que no hay más camino que aplaudir y basta.
He leído
en algunos blogs que les impresiona este o aquel monólogo. Yo creo que todos
cuentan. Pero a cada persona le llegará más uno que otro.
A mí me
impresiona el de la chica que viene de las guerras de disolución de la URSS y
le tocó ser rusa en el lado equivocado de la frontera. De esa escena de
hospital dónde unos soldados cogen al recién nacido de una parturienta, con
cinco minutos de vida, le preguntan a ella si es del pueblo equivocado o no y
al ver que nadie responde lo tiran por la ventana como si ya recién nacido
fuera un enemigo a batir. Son sólo unas líneas pero de esas que si creyera en
Dios dejaría de hacerlo. Y luego ves por dónde va este testimonio. Ella, la
chica de esta historia de guerra con infanticidio vive ahora en Bielorrusia
dónde la desgracia de Chernobil, expuesta al veneno de la radiación pero claro…
Ella ha visto el mal que hacen los hombres. Aunque sabe que la radiación mata, esta no se ve así que
prefiere estar en zona contaminada. No deja de hablar y contar sobre la maldad
humana para que entendamos por qué prefiere el riesgo radiactivo. Y yo la
entiendo. Los hombres son más radiactivos, su maldad más evidente, menos
comprensible, más impactante.
También
están los testimonios del ejército al que más obligaron que enviaron, de la
gente que no se quería ir de sus casas, de las historias de amor con final
dramático o peor, de… Bueno, el libro es excelente pero no está precisamente
diseñado para dejar buen cuerpo. A mí no me abandona una vez leído. Lo llevo
encima como un trauma. Entiendo que no todo el mundo quiera entrar a pesar de
lo bien construido que está. No cualquiera lo hubiera orquestado de una manera
tan inteligente. Y más en un país enorme y frío dónde el poder está por acallar
a la gente y no dejar que el resto del mundo sepa de ellos y de sus miserias. Pero Svetlana hizo este ejercicio
de verdad y coherencia y dejó hablar a los protagonistas de una catástrofe que
en 1986 tuvo alcance global (su nube radiactiva se paseó por todo el planeta).
A todos los representativos. De manera exhaustiva. Sin cortes. Sin deseos de
ponerle azúcar a la realidad. Svetlana tiene premio de literatura sin ser
escritora vale, pero recuerdo a Obama que lo fue de la paz sin haber hecho nada
a favor de las palomas o las banderas blancas. Svetlana tiene un premio que
igualmente se merece y que además debe ser su amuleto contra los juicios, me
alegro por ella, parece más un premio al valor, un escudo internacional contra
sus enemigos (esperemos).
Un gran
libro. Un libro horrible. Un libro que había que escribir.
Me lo compré hace dos semanas, aunque no sé cuándo caerá. Está junto al ordenador, quizás toque en vacaciones. Creo que es mejor leerlo con luz y no con oscuridad invernal. No conocía a Svetlana Alexievich antes del Nobel y, normalmente, no hago demasiado por conocer a los ganadores de del tema, pero el tema de Chernobil me interesa y cuando supe de este libro me propuse leerlo. Lo que he leído sobre él es parecido a lo que cuentas. Cuando lo termine, pasaré de nuevo por aquí.
ResponderEliminarPues estaré al tanto(aunque lo sabré, hotmail me avisa de los paseos de mis comentaristas como debes saber).
ResponderEliminarSvetlana estuvo hace poco por Barcelona dando una serie de entrevistas muy interesantes. Yo probablemente seguiré leyendo más cosas suyas. De Chernobil había leído un muy buen cómic hecho curiosamente por españoles pero si lees este libro se te quedaría pequeño porque aquí sientes que no se puede decir nada más para entender lo que pasó. Svetlana exprime el tema. Saludos
Me gusta lo que has escrito El verano arrecia seria lo mejor quedarse en casa y con el aire central leer a lo loco
ResponderEliminarpero yo no leo
Un abrazo querido compañero de sueños
I know, i know. Y siempre te digo que te veo muy participativa y lectora de blogs y de facebook. Saludos
ResponderEliminarBueno, aquí estoy dando un brinco desde Murakami y sus hombres sin mujeres y es que lo he leído dos años después! Lo terminé hace una semana y aún lo estoy saboreando y no necesariamente disfrutándolo. Creo que es tan necesario como duro, casi obligado. En cambio, me sorprendió un elemento común no solo a los que hablaron con Svetlana, sino a los habitantes de la zona: el humor, negro negrísimo, supongo que necesario para seguir adelante.
ResponderEliminarA continuación vi un documental sobre el tema, La batalla de Chernobil, y ya fue el remate para mi ánimo. Pero es un tema que no quiero olvidar, aunque cada nuevo abril se hable menos de él.
Un abrazo.