Vargas
Llosa ha vuelto a escribir libro y es uno de los pocos escritores que podemos
considerar mediáticos sin ser exactamente televisivos (aunque últimamente esté
viviendo una cuarta o quinta juventud o decimoctava con alguien muy mediática).
A la que hay libro suyo en la calle, los periódicos en su sección cultural y
las revistas literarias y hasta los programas de televisión nos avisan cada
día, no se nos vaya a olvidar.
Yo le
llevo leyendo casi veinte años. Desde que marcó mi experiencia como lector con
“La tía Julia y el escribidor”. Un libro que sumaba las estructuras
faulknerianas sofisticadas al sentido del humor, a la construcción inteligente de
personajes entrañables… Era la modernidad literaria en Sudamérica. Yo lo leí
tarde pero seguía siendo un libro nuevo, no envejecía. Estoy seguro de que si
lo releyera sería igual de bueno. O su “Elogio de la madrastra”. Un poco menos
su segunda parte “Los cuadernos de Don Rigoberto” pero también. Y luego también
me gustaron “La fiesta del chivo”(política dictatorial y heavy), “Las
travesuras de la niña mala”(travesuras de escritor calentorro pero divertido
sin más), “La guerra del fin del mundo”(ambicioso y bien llevado), “Conversación
en la catedral” (obra maestra de estructura a la que tengo que dar una nueva
oportunidad porque leí con prisa y mal), “El hablador”(bueno) “Como pez en el
agua”(autobiografía de su periodo como candidato presidencial de lo más
reveladora, maravilloso libro), sus ensayos literarios (inspiradores), sus
obras de teatro (menores), sus cuentos (pichí, pichí pero bueno, más o menos), “Pantaleón
y las visitadoras” (como la tía Julia, entrañable, bueno y divertido), “Lituma
en los Andes” (un premio planeta que no fue lo mejor de su obra pero
interesante como novela negra, mejor de lo que suele dar ese género), “El
paraíso en la otra esquina” (quise ser Gauguin aunque luego en la realidad no
sé si hubiese podido), “Quién mató a Palomino Molero” (no me acuerdo así que…),
“Historia de Mayta” (no le pillé la gracia, creo que hablaba de cuando él era
rojillo peruano y por mí vale pero creo que me aburrí, otro a revisitar),
artículos periodísticos (me encanta el género periodístico así que no digo más)
y luego… le dieron el premio nobel con “El sueño del celta”. Creo que le pasó
como a Dicaprio. Que había que dárselo porque se lo debían y no se lo dieron
por lo mejor de su obra. Es el primer libro suyo que parece de otro. Narrativa
plana sin imaginería lingüística marca de la casa. Sin casi nada. Si no sabes lo
que Bélgica le hizo al Congo te entretendrá pero yo ya llevaba la literatura al
respecto de Sebald o de Conrad. Para mí,
este libro sin forma ya estaba de más. Lástima.
Es por eso
que llegué a su penúltimo libro, “El héroe discreto”, sin esperar mucho. Pero
me lo pasé bien. Tampoco era su estilo pero era divertido. Un libro sin
pretensión alguna. Ganas de divertirse de manera comercial pero con un algo de
calidad. Como “Travesuras de la niña mala” pero más light. Y aquí empezó mi
conspiranoia. Vaya por delante que yo me río mucho a cuenta de los
conspiranoicos pero a mí este libro me parecía escrito por Jaime Bayly, su
compatriota más dicharachero. Bayly hace literatura con acento peruanísimo y
dejes locales de lo más simpáticos, cargado de sexualidad equívoca, de humor,
de ganas de epatar. A mí me divierte, he ido a que me firme algunos libros por
Sant Jordi. Es un tipo ingenioso y polémico.
Aunque
creo que ya no se lleva bien con Vargas Llosa. Este odia a Fujimori. Bayly
defiende a su hija como presidenciable futura del Perú. ¿Entonces? Pues no sé
porque tanto el libro mencionado del héroe y este que nos ocupa (y del que
debería escribir algo y llevo una entrada larguísima sin mencionarlo todavía),
parecen escritos por Jaime y no por Mario. Pero vamos, que a veces los maestros
aprenden tanto de sus discípulos que acaban imitándoles. Son maestros que
copian a discípulos que en su día les copiaron a ellos. Feedback artístico.
Y este
último libro parece más Bayly que Llosa por el modo en que trata el lenguaje.
Ya no hay imaginería ni hallazgos formales. Se usan las palabras de manera
funcional para hacer reír. Todo su ejercicio de estilo ha desaparecido. Se
mueve entre la gracia fácil, el deseo epatante a lo Bayly (el modo en que trata
la homosexualidad casi es exhibicionista, sorprendente en este octogenario en
proceso de resurrección, no hay sugerencia, hay evidencia y subrayado grueso,
las escenas lésbicas parecen la forma en que él fantasea cuando se tiene que
poner a tono, no es amor lésbico, es sexo de peli porno para hombres, sin más).
Hay un capítulo de los finales que retoma esa estructura difícil pero con un
truco repetido de los suyos, creo que de “Lituma en los andes”. Varios
personajes viven sus experiencias paralelamente, el lector tiene cada dos
párrafos un cambio de lugar y personajes y tiene que adivinar dónde está y
quien habla. Pero lo dicho. El truco es viejo. No hay un verdadero alarde
experimentador. Este hombre escribe ya como el abuelo que mete barcos en la
botella. Es su afición para cuando su nueva y flamante mujer esté ocupada. Como
ya hizo historia literaria, ahora se dedica a hacer historietas. O a lo mejor
es el modo de llegar a más público. Los grandes premios te dan prestigio. Los
libros comerciales te dan dinero. Pero… ¿a él le hace falta el dinero? No,
prefiero ver este libro y el anterior como divertimento de escritor que se lo
puede permitir.
Aún así el
libro es agradable de leer si no te apetece nada fuerte. Hay que llevarse algo
a la playa y la gente no suele apostar por cosas como “La república” de Platón.
Esta novela sirve para eso, para el verano y las neuronas perezosas y no es tan
desastrosa que nos sintamos insultados, hay grandes momentos y los personajes
están muy bien dibujados(también las situaciones). Es literatura comercial, muy
comercial para venir de quién viene. No llega a Best Seller (aunque venderá
mucho) pero se queda a medio camino. Hay que entender que no todos los libros
quieren ser obra maestra. Algunos solo quieren que pasemos un buen rato. Y a
mí, contra algunas críticas que lo destrozan por su falta de ambición, debo
decir que de tanto en tanto prefiero algo así, menos engreído, más natural.
Este escritor en zapatillas de andar por casa se lo está pasando bien. En su
vida y en su escritura. Ahora ve y dile lo que tiene que hacer. Con ochenta
años. Aunque lo de Panamá no se lo voy a perdonar, eso no. La literatura, eso
sí, es otra cosa.
De Vargas Llosa sólo he leído a la niña mala. Me gustó y siempre digo que tengo que ponerme con otra cosa suya, pero no encuentro el momento. Quien sabe si pillo este algún día en la biblio, ahora que estoy en un momento de cosas ligeras...
ResponderEliminarEl de la niña mala era otro de sus libros ligeros de la última década. Ahí se ponía al día con sus vivencias en esos países que va contando. Y en esas épocas. En casi cualquier biblioteca es un acaparador de baldas así que lo tienes fácil.
ResponderEliminarEste de momento no lo tienen en mi biblioteca habitual. Me habría gustado aprovechar las vacaciones. Tendré que esperar.
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