lunes, 14 de diciembre de 2015

"Los años de peregrinación del chico sin color"


Escribir de Murakami ahora es llegar tarde a casi todo. Se habla y se escribe tanto que poco nuevo puedes decir. Sólo tu opinión personal. Una de tantas. Todo el mundo lee a Murakami. Tengo amigos que no leen nunca salvo cuando Murakami saca libro y entonces sí, cogen un libro. Alguno me preguntó por escritores que se le parezcan. Los japoneses no le servían y tenía razón. Murakami no escribe del todo al modo japonés. Hay mucha occidentalización en él. De ahí tal vez que tenga éxito fuera de su país (aunque también hay mucho de su patria, es más bien un híbrido occidente-oriente, un puente entre dos civilizaciones no tan opuestas como se piensan). Creo que lo más cercano que encuentro a este hombre es Paul Auster. Por lo extraño de sus ambientes, esa realidad kafkiana (Kafka es un punto en común entre ambos escritores), esas citas casi frikis de los libros que les gustan, las películas, el convertir lo cotidiano en materia de lo fantástico y hacerlo de un modo poco evidente (sabemos que estamos en el mundo de lo irreal pero no siempre está claro, a veces es más una sensación que un hecho palpable). Ambos son también oníricos.
Pero volviendo a Murakami tengo que decir que yo no soy uno de sus mayores admiradores. He leído cuatro de sus novelas con esta y sí, nunca me ha desagradado del todo pero siempre o casi me costaba entrar en su mundo. Decenas de páginas dedicadas a contarnos lo que come. Leerle es desear picar algo. Su estilo se construye de pequeñísimos hechos como ir a la cocina y hacerse café, fumar, tomar Cutty Sark, comer sushi o ver cómo se cocina algo muy japonés. Después hay algo de historia. Alguna mujer de la que se enamora o se enamora de él (de carácter fuerte normalmente). Sólo en “Tokyo Blues” el ambiente me parecía menos onírico de lo normal, más posiblemente autobiográfico. En “Kafka en la orilla” todo parecía normal hasta que a la mitad del libro un gato le hablaba al personaje y ya me dije “estos japoneses dando la nota, no sabes por dónde pillarlos, y yo que me estaba creyendo el libro…”  Así que hasta la fecha sus libros no me disgustaban pero tampoco me apasionaban. Me sobraban páginas en algunos casos salvo en “Tokyo Blues” que era mi preferido a pesar de no contar gran cosa (pero la literatura japonesa es así, contemplativa y estética por encima de narrativa, o la aceptas o te vas a hacer otra cosa como lavar los platos o cualquier faena que se te esté quedando atrasada, no pierdas el tiempo que nadie te obliga a hacerlo).
Luego entraba a ver esos entusiastas blogs dónde elevan a Murakami a Nobel obligado, youtubers que lo ensalzaban (algunos hasta elogiaban las portadas del libro, hecho que me hacía salir corriendo de la crítica, los libros no se juzgan por la portada, anormales), gente que pedía como mi amigo, más escritores como este o clonar al japonés.
Cuando cogí este “Los años de peregrinación del chico sin color” lo hice más que nada porque parecía más escueto. A menos páginas, menos paja y menos escenas de charla, comida, café… Me engañaba. Murakami alimenta a sus personajes en cualquier situación. Debe pensar que si no les da de comer se morirán como si fueran reales. Pero no importa. Creo que eso le da un ritmo al libro muy particular. En este caso particular es incluso agradable. Comes con ellos y ya te puedes sentar a tomar café (yo tomé café mientras leía a Murakami para apuntarme a la fiesta gastronómica, lo admito, y hasta sugerí ir a un “japo” a mi compañera).
En este libro un tipo de treinta y seis años recuerda a los cuatro únicos amigos que tuvo en su adolescencia. Estos le rechazaron y le sacaron del grupo sin mediar excusas. Esto le marcó profundamente hasta el punto que actualmente sigue sufriendo de un modo subconsciente por aquello, eso marca sus relaciones con las mujeres. Pero Sara, la última novieta que se echa, le dice que tiene que solucionar esa cuenta pendiente con su pasado y este, un chico sin color, “un vacío que espera que lo llenen”, se deja llevar por esa opinión y se va a buscar a esos viejos compañeros de correrías. Todo eso sucede más o menos sobre la mitad del libro. No hay prisa. Esto es muy japonés, ya lo he dicho. Aunque luego debo admitir que los personajes están bien construidos, que todos tienen motivaciones y parecen reales, que sus puestos de trabajo también parecen auténticos y bien documentados, que las observaciones sobre la vida del personaje principal me parecen interesantes, que también me lo parece el misterio abierto, que el libro me entretiene y que sin ser obra maestra es de lo mejor de Murakami que he leído. Me recuerda al mencionado “Tokyo Blues” en que es menos fantástico que sus otros libros, más personal. Salvo algo relacionado con un espíritu maligno que se puede interpretar casi metafóricamente, la historia es verosímil desde nuestro mundo cartesiano.
Algunos “peros” que le achacan son que el mundo japonés es alienígena, que piensan diferente a nosotros. Que por eso mismo el final queda abierto y sin resolver.
Eso sucede por un motivo, bueno, es mi teoría. Como este escritor ha conseguido muchísimos adeptos jóvenes se enfrenta también a críticos inexpertos, algunos de ellos sólo han jugado a la consola, han visto anime y le han leído a él. No les des algo que no esté previamente masticado o se ponen nerviosos. Dicen que el libro no tiene final, que los japoneses son muy distintos a nosotros y bueno…  
La sociedad japonesa será muy distinta a la nuestra pero este autor precisamente es el más occidentalizado de los suyos que he leído, te puedes identificar con algunos de sus pensamientos tanto como cualquiera.  En cuanto al final deja cabos sueltos premeditadamente pero también suficientes claves como para que te lo montes tú mismo. No voy a contar nada porque es mejor leerlo y no estropearlo pero a mí sí me parece un libro bien rematado. En dos minutos yo mismo escribí mentalmente esa conclusión, no es difícil. Y sea como sea da para debate si te gustan esas cosas.
Este es uno de sus libros más maduros, creo que el penúltimo. Uno de los más humanos y reflexivos, altamente entretenido. Lo esencial queda explicado. El resto queda para el lector.
Creo que tendré que volver a Murakami. Y será gracias a esta novela.

Sí, en ocasiones el talento es divertido. Es vistoso, llama la atención. Y si tienes suerte, incluso ganas dinero con él. También atrae a las mujeres. En fin, supongo que es mejor tenerlo que carecer de él… pero solo puede desplegarse cuando estás concentrado. Y si algo no funciona bien en tu mente o en tu cuerpo, si, pongamos por caso, se te afloja un tornillo o se te estropea alguna conexión, entonces la concentración, y por lo tanto el talento, se esfuma como el rocío en la madrugada. Por ejemplo, si te duele una muela o tienes molestias en la espalda, no puedes tocar bien el piano”  Escribir de Murakami ahora es llegar tarde a casi todo. Se habla y se escribe tanto que poco nuevo puedes decir. Sólo tu opinión personal. Una de tantas. Todo el mundo lee a Murakami. Tengo amigos que no leen nunca salvo cuando Murakami saca libro y entonces sí, cogen un libro. Alguno me preguntó por escritores que se le parezcan. Los japoneses no le servían y tenía razón. Murakami no escribe del todo al modo japonés. Hay mucha occidentalización en él. De ahí tal vez que tenga éxito fuera de su país (aunque también hay mucho de su patria, es más bien un híbrido occidente-oriente, un puente entre dos civilizaciones no tan opuestas como se piensan). Creo que lo más cercano que encuentro a este hombre es Paul Auster. Por lo extraño de sus ambientes, esa realidad kafkiana (Kafka es un punto en común entre ambos escritores), esas citas casi frikis de los libros que les gustan, las películas, el convertir lo cotidiano en materia de lo fantástico y hacerlo de un modo poco evidente (sabemos que estamos en el mundo de lo irreal pero no siempre está claro, a veces es más una sensación que un hecho palpable). Ambos son también oníricos.
Pero volviendo a Murakami tengo que decir que yo no soy uno de sus mayores admiradores. He leído cuatro de sus novelas con esta y sí, nunca me ha desagradado del todo pero siempre o casi me costaba entrar en su mundo. Decenas de páginas dedicadas a contarnos lo que come. Leerle es desear picar algo. Su estilo se construye de pequeñísimos hechos como ir a la cocina y hacerse café, fumar, tomar Cutty Sark, comer sushi o ver cómo se cocina algo muy japonés. Después hay algo de historia. Alguna mujer de la que se enamora o se enamora de él (de carácter fuerte normalmente). Sólo en “Tokyo Blues” el ambiente me parecía menos onírico de lo normal, más posiblemente autobiográfico. En “Kafka en la orilla” todo parecía normal hasta que a la mitad del libro un gato le hablaba al personaje y ya me dije “estos japoneses dando la nota, no sabes por dónde pillarlos, y yo que me estaba creyendo el libro…”  Así que hasta la fecha sus libros no me disgustaban pero tampoco me apasionaban. Me sobraban páginas en algunos casos salvo en “Tokyo Blues” que era mi preferido a pesar de no contar gran cosa (pero la literatura japonesa es así, contemplativa y estética por encima de narrativa, o la aceptas o te vas a hacer otra cosa como lavar los platos o cualquier faena que se te esté quedando atrasada, no pierdas el tiempo que nadie te obliga a hacerlo).
Luego entraba a ver esos entusiastas blogs dónde elevan a Murakami a Nobel obligado, youtubers que lo ensalzaban (algunos hasta elogiaban las portadas del libro, hecho que me hacía salir corriendo de la crítica, los libros no se juzgan por la portada, anormales), gente que pedía como mi amigo, más escritores como este o clonar al japonés.
Cuando cogí este “Los años de peregrinación del chico sin color” lo hice más que nada porque parecía más escueto. A menos páginas, menos paja y menos escenas de charla, comida, café… Me engañaba. Murakami alimenta a sus personajes en cualquier situación. Debe pensar que si no les da de comer se morirán como si fueran reales. Pero no importa. Creo que eso le da un ritmo al libro muy particular. En este caso particular es incluso agradable. Comes con ellos y ya te puedes sentar a tomar café (yo tomé café mientras leía a Murakami para apuntarme a la fiesta gastronómica, lo admito, y hasta sugerí ir a un “japo” a mi compañera).
En este libro un tipo de treinta y seis años recuerda a los cuatro únicos amigos que tuvo en su adolescencia. Estos le rechazaron y le sacaron del grupo sin mediar excusas. Esto le marcó profundamente hasta el punto que actualmente sigue sufriendo de un modo subconsciente por aquello, eso marca sus relaciones con las mujeres. Pero Sara, la última novieta que se echa, le dice que tiene que solucionar esa cuenta pendiente con su pasado y este, un chico sin color, “un vacío que espera que lo llenen”, se deja llevar por esa opinión y se va a buscar a esos viejos compañeros de correrías. Todo eso sucede más o menos sobre la mitad del libro. No hay prisa. Esto es muy japonés, ya lo he dicho. Aunque luego debo admitir que los personajes están bien construidos, que todos tienen motivaciones y parecen reales, que sus puestos de trabajo también parecen auténticos y bien documentados, que las observaciones sobre la vida del personaje principal me parecen interesantes, que también me lo parece el misterio abierto, que el libro me entretiene y que sin ser obra maestra es de lo mejor de Murakami que he leído. Me recuerda al mencionado “Tokyo Blues” en que es menos fantástico que sus otros libros, más personal. Salvo algo relacionado con un espíritu maligno que se puede interpretar casi metafóricamente, la historia es verosímil desde nuestro mundo cartesiano.
Algunos “peros” que le achacan son que el mundo japonés es alienígena, que piensan diferente a nosotros. Que por eso mismo el final queda abierto y sin resolver.
Eso sucede por un motivo, bueno, es mi teoría. Como este escritor ha conseguido muchísimos adeptos jóvenes se enfrenta también a críticos inexpertos, algunos de ellos sólo han jugado a la consola, han visto anime y le han leído a él. No les des algo que no esté previamente masticado o se ponen nerviosos. Dicen que el libro no tiene final, que los japoneses son muy distintos a nosotros y bueno…  
La sociedad japonesa será muy distinta a la nuestra pero este autor precisamente es el más occidentalizado de los suyos que he leído, te puedes identificar con algunos de sus pensamientos tanto como cualquiera.  En cuanto al final deja cabos sueltos premeditadamente pero también suficientes claves como para que te lo montes tú mismo. No voy a contar nada porque es mejor leerlo y no estropearlo pero a mí sí me parece un libro bien rematado. En dos minutos yo mismo escribí mentalmente esa conclusión, no es difícil. Y sea como sea da para debate si te gustan esas cosas.
Este es uno de sus libros más maduros, creo que el penúltimo. Uno de los más humanos y reflexivos, altamente entretenido. Lo esencial queda explicado. El resto queda para el lector.
Creo que tendré que volver a Murakami. Y será gracias a esta novela.


Sí, en ocasiones el talento es divertido. Es vistoso, llama la atención. Y si tienes suerte, incluso ganas dinero con él. También atrae a las mujeres. En fin, supongo que es mejor tenerlo que carecer de él… pero solo puede desplegarse cuando estás concentrado. Y si algo no funciona bien en tu mente o en tu cuerpo, si, pongamos por caso, se te afloja un tornillo o se te estropea alguna conexión, entonces la concentración, y por lo tanto el talento, se esfuma como el rocío en la madrugada. Por ejemplo, si te duele una muela o tienes molestias en la espalda, no puedes tocar bien el piano”  

6 comentarios:

  1. S., la has copiado dos veces ;)

    De Murakami sólo he leído Tokio Blues y me encantó. Me han recomendado After Dark, en cualquier momento me pongo con ella. Fíjate que antes de que mencionaras a Paul Auster estaba pensando en él, no sé si porque también hay gente muy fan suya que no lee otra cosa o porque el estilo de alguno de sus libros me recuerda al de Tokio Blues.

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  2. "After Dark". Pues mira, aprovecho para tomarte el consejo y seguramente sea la próxima. Cuando toque regresar a Murakami. Sobre Paul Auster nada, lo he leído casi todo. Soy bastante fan. Aunque bueno, yo leo de todo.

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  3. Volví a tu blog para encontrar alguna reseña sobre 1Q84 y lo que opinabas del libro y del escritor. Leí en su momento Tokio Blues pero supongo que no fue el momento o andaba la mar de despistada...porque no recuerdo absolutamente nada de nada...que desastre soy...o lo que recuerdo es que pensé que no iba a leer nada más de este señor...¿no me acabó de gustar? podría ser ...
    Bueno, yo quise saber de tu opinión, como siempre.
    un abrazo

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  4. Para mí tampoco debía ser el momento la primera vez. No me pareció para tanto el autor. Con tanto libro leído creo que sigue sin ser para tanto. Pero sí ha llegado un momento en que lo lee gente que lee literatura juvenil. Algo debe tener. Parece bueno para casi todo el mundo.
    Con autores como este de los que dudas o te dieron una mala sensación tal vez debas dejarlos un tiempo aparcados y luego, con ganas, darles otra oportunidad(pero no más). O da igual. Será que no hay opciones. En cualquier caso mi opinión no sienta cátedra. La mejor opinión siempre será la tuya. Saludos

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  5. Os leo justo ahora que estoy con El elefante desaparece y ni fu ni fa, de hecho no consigo avanzar, no veo en él esa genialidad que dicen que tiene los que lo defienden para el nobel. Por momentos me parece hasta tontería. O igual es que tampoco es mi momento para él.

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  6. Habéis empezado a leer todas a Murakami en verano... vaya. Yo esa novela que dices ya la tenía en duda porque he leído un par de críticas que decían algo parecido a lo que cuentas. Y lo malo es que si lo empiezo lo acabo así que mejor probar otras cosas.

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