miércoles, 23 de enero de 2013

El rey pálido

David Foster Wallace no es como para recomendar a todo el mundo. Este escritor escribía novelas desde una inteligencia privilegiada, muy privilegiada pero que no entendía que no todo el mundo estuviera a su nivel. Y eso es positivo. De un libro-reto también puedes salir mejor de lo que entraste. Y en el caso de Foster Wallace nunca saldrás sin premio. Por supuesto leerle exige un gran peaje, la resignación a montones de páginas de datos que tal vez sólo le interesaban a él pero que de pronto, cuando más aturdido te tiene por su minuciosidad obsesiva, te despeja introduciendo el humor y despertándote con una carcajada. Porque eso no se lo puede negar nadie, sabía hacer reír. Era original. Escribía diferente. Tenía una voz tan única y una lucidez tan enorme que su muerte no hace más que aquellos que lo admiramos como yo no podamos leer este libro sin otra sensación que la de la tristeza de saber que para nosotros no habrá más inéditos (es un decir, ahora están editando apócrifos suyos de juventud, veremos su calidad). En este libro inacabado porque en un momento del año 2008 decidió colgarse del garaje de su casa y dejar que su mujer se encontrase la tragedia y el horror(los suicidas no son precisamente generosos sino más bien egoístas y van a lo suyo), el escritor nos quiso explicar el aburrimiento y decirnos que aquel que consigue superarlo tiene la llave de la felicidad asegurada. La tesis es objetable y nunca veremos en qué pudo quedar pero yo encuentro que la novela, tratándose de quién se trata y si nadie me hubiese dicho que estaba inacabada, me hubiese parecido el típico producto de Foster Wallace extraño y vanguardista pero fascinante. Porque en sus historias nunca pasaba nada. Recuerdo un cuento suyo con un señor sentado en una hamaca leyendo y no pasaba nada más que eso. Y sin embargo resultaba divertido. Pues con esta novela más de lo mismo. Personajes que estudian para entrar en la administración y en un monstruo de burocracia que requiere seres inadaptados(pero que se adaptarán mejor al aburrimiento que les espera), acomplejados, raros, aparentemente rozando los problemas mentales. Personas con peculiaridades que en algunos casos llegan a lo imposible como ese empleado que conoce los datos más irrelevantes del mundo como el peso exacto de tal persona en cierta parte del mundo o la cantidad exacta de sarro en la boca de otra, el bebe siniestro con cara de ballena, el hombre que suda porque le aterra sudar, el mismo Foster Wallace que al igual que otro gran freak de la literatura reciente(Houellebecq) decide convertirse en personaje de ficción de su propia novela. Largos pasajes intercalados con otros más ligeros dónde Wallace supera al mismo Proust en desgranar la realidad hasta el punto de que da la sensación de que no se deja nada por decir. El viaje en autobús hasta el centro administrativo son más de cincuenta páginas de apretadísima letra sin el respiro del diálogo dónde sólo hay un personaje, una carretera y coches y pensamientos que pivotan sobre este hecho y poco más. No puede ser para todos los gustos. Si te cuesta resignarte a dos páginas de datos que no te importan de cualquier otro autor no quiero pensar lo que ocurrirá con este. Tengo un amigo que me odió por recomendarle uno de sus libros más ligeros(cuentos). "El rey pálido" es una novela tan fascinante como casi todo lo que escribió este gran autor pero es una novela que te dejará exhausto si no conoces el terreno. Tú decides.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario