Hace años, unos amigos míos visitaron
Vietnam. No sé el recuerdo o el conocimiento que les reportó su visita. Yo no
he estado nunca tan lejos. Más que el esfuerzo de hacer maletas, me costaría el
esfuerzo de superar varias horas de fobia al avión (por eso tolero mejor los
viajes aéreos a Europa, el pavor no llega a agotarme, antes de que me dé cuenta
ya estoy en tierra). Pero como soy un friki de la literatura (y de los comics,
el cine, la música… un friki punto y aparte) puedo viajar a muchos sitios sin
moverme de casa. A muchos les parecerá menor el uso de la imaginación para
emprender aventuras pero yo me pregunto, una vez leída esta novela… ¿Qué
diferencia hay entre el recuerdo que tendrán mis amigos de su viaje a Vietnam y
el que yo tengo de las costumbres de Vietnam? ¿Quién conoce mejor el país? ¿Ellos
que se pasearon por los lugares turísticos y programados o yo que me he paseado
por la mente de Kim Thúy, la escritora autóctona que me cuenta sus historias?
Como no es una competición lo voy a dejar así.
Esta novela es ideal para la
editorial Periférica. Una vez más se decantan por la estructura original y la
ruptura de la historia Inicio, nudo, desenlace… No hay una narración lineal. La
escritora nos cuenta su vida en su Saigón y su posterior trayecto hasta
Montreal y su exilio allí. La dureza de su Vietnam y sus historias fuertes
(todas las historias como las de los dictadores se parecen, compiten entre
ellas para ver cuál es la más horrible) se cotejan con las de Montreal donde se
casa con el propietario de un restaurante Vietnamita. Su vida occidental es
infinitamente más amable que su vida en oriente. No es muy sorprendente. La
gente suele emigrar por ese orden o más bien en esa dirección. Oriente está muy
castigado y no todo el mundo se resigna a que le pisen la cabeza y decide
abandonar su tierra aunque nunca lo hagan del todo. Thúy cuenta su historia a
base de párrafos que son como capítulos pues vienen introducidos por una
palabra vietnamita y su traducción. En cada uno de estos fragmentos un plato de
cocina le evoca un recuerdo que nos va dando una pista nueva sobre su pasado.
No hay un conflicto claro que te enganche así que esto no es más que una
especie de retrato que acabas entendiendo más o menos cuando acabas la novela.
El estilo es lírico y en ese terreno es dónde la novela se mueve mejor ya que
se trata de una buena escritora. Hay pequeñas historias que relacionadas entre
ellas por la voz de la narradora hacen que tu montes el puzle a tu manera en tu
cabeza y prácticamente sea el lector quien acabe la novela. Muy Periférica, ya
lo he dicho.
La escritora me cae bien, es
inteligente, sabe seleccionar bien sus platos y condimenta con anécdotas
adecuadas lo que escribe. Sus personajes son tan creíbles que probablemente
sean reales o sigan muy de cerca a gente que ha conocido. Sólo echo en falta de
vez en cuando ese conflicto. Creo que las novelas pueden ser tan ambiciosas que
aún estando enamoradas del estilo no renuncien a desarrollar una historia que
te atrape. Esto último no sucede aquí. Tal vez la situación de amor y adulterio
que no voy a spoilear por aquí sea ese conflicto que busco, pero es tan breve y
tardía que no da para decir que esto sea otra cosa que una mini-historia más
dentro del plano general.
Por último decir que la novela es
corta así que tampoco aburre.
Espero haber dado una idea de lo que
te puedes esperar. Me consta que esta narración no es para todos los públicos
pero sí merece la pena para escapar ocasionalmente de los trillados caminos de
lo convencional. Y ahora sí, me vuelvo a Inglaterra o a Norteamérica (desde mi
sillón español, claro). Pienso seguir picando platos exóticos. Aunque acabe
regresando a dónde ya sabéis si leéis mucho por aquí(al lugar donde medio país
se apuntó al Brexit pero la botella medio llena dice que otro medio no).
Las tradiciones culinarias se transmitían en secreto, como trucos de
magia que pasasen de maestro a aprendiz, un gesto por vez, según el ritmo
cotidiano. Pág.10
En el sur de Vietnam nunca hablamos del tiempo. Nunca hacemos
comentarios, quizá porque no hay estaciones, no hay cambios, como en esta
cocina. Pág. 33 (¿De
qué hablan en los ascensores vietnamistas?)
“…Mamá, que me recordaba que el éxito atrae al rayo y que por eso los
recién nacidos especialmente bonitos recibían apodos espantosos… Si no,
llamarían la atención de los espíritus errantes celosos, capaces de lanzar
maleficios.” Pág. 109
Nunca me había parado a pensarlo, pero qué razón tienes en lo relativo a los viajes, pasar de puntillas por un lugar, y no saber absolutamente nada del sitio. Qué sería de nosotros sin los libros. Y me perdí tanto en esa reflexión que apenas presté atención a la reseña. Tuve que releerla.
ResponderEliminarNo pasa nada por la reseña. No creo que te guste especialmente el libro. Cuando digo demasiado Periférica digo demasiado experimental.
ResponderEliminarSobre los viajes, pasa como con muchos otros asuntos. A veces nuestras experiencias son insuficientes porque reflexionamos poco sobre ellas. Claro que una mezcla de teoría y práctica siempre ha sido lo suyo. Leer y viajar son perfectamente compatibles.
Saludos.
cuanta razon tienes en lo que dices el poder de la mente sin moverte de tu casa solo a traves de la lectura
ResponderEliminarGENIAL
Y en eso sigo. Aunque si tienes oportunidad de salir de vez en cuando no la descuides. Saludos
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