Periférica es una editorial experta
en brindar rarezas absolutas. Ocasionalmente me encuentro libros más
convencionales como los de Cristopher Morley (recomendable literatura que habla
de libros). Pero otras veces ese gusto por lo bizarro acaba hasta con mi
paciencia. Y no es que le haga ascos a la variedad. De ellos en plan raro leí a
Rita Indiana que me sorprendió favorablemente. También a Carlos Labbé a quién
pensé, mientras leía su novela, que no me hubiese importado enviarle un paquete
bomba, asesinarlo, y que no volviese a hacerme perder el tiempo con novelas tan
insoportables.
Pues la novela de Joyce Mansour me
deja en un lugar más cercano al del escritor chileno que al de las otras que me
gustaron tanto.
Vaya por delante que no me gusta el
surrealismo. Si a ti te gusta tal vez esto sí esté escrito para ti. Por más que
hay un postfacio del traductor que se empeña en contarnos que esta escritora
conoció a Breton pero se negaba a admitir que se adhiriera a su corriente, que
la autora tenía un estilo propio e inimitable. También, en un ejercicio de
honestidad nos cuenta en ese postfacio y en un extracto para la contraportada,
que no es una novela fácil. Pues no, no lo es. Ni siquiera creo que sea una
novela. Tal y como nos cuenta Antonio Ansón, el señor que traduce, el título es
por un postre del mismo nombre. La escritora escribe pequeñas “islas
narrativas”. Son fragmentos de información más que una historia que fluye.
Están más cerca de la poesía que de la novela. Aunque hay un leve hilo
narrativo. La narradora visita un hospital donde su padre está enfermo de
cáncer. Luego la ingresan a ella. Somos testigos de sus fantasías. Estas se
mezclan tanto con la realidad que no sabemos distinguir las unas de la otra.
Todo es sobre cáncer, decadencia, un sexo furioso, una escatología que me ha
hecho recordar Zonas húmedas de
Charlotte Roche (aunque esta es más legible). Pero su prosa lírica y extraña y
única me parece que es tan narcisista que agota. Un libro que no consigue
llegar ni a las cien páginas (descontemos postfacio), se me hace largo. Dejen
que les enseñe cómo escribe y luego ya decidan porque yo hoy no tengo el día.
Al menos que hable un poco esta escritora egipcia con pasaporte británico
(nunca quiso ser egipcia).
“Dos viejos saltaron sobre mi espalda, acribillándome las nalgas con sus
lápices de colores; apuntaban demasiado alto en su impaciencia, ¡pero qué más
da! Un maltés, chorreando mocos, hundió su daga entre mis muslos; después,
estornudando feliz, enhebró su escroto por el ano de la drogadicta”Pag.40
“Si el orgasmo queda todavía en entredicho, la función nutritiva de
ciertas formas de masturbación ha sido ampliamente aceptada en los hospitales
suizos”pag.51
“Levantó las viejas nalgas cóncavas con unos cuantos lengüetazos. De
ahora en adelante, me temo, el aire de la gran noche se deslizará por la
ventana entreabierta: vía anal, mirando hacia la luna”pag.89
Se acabó. Si transcribo un poco más
transcribiré el libro entero que es corto. Como si no fuera bastante con
haberlo leído.
Puede que sea un coñazo, pero la primera cita, la de los dos viejos saltándole sobre la espalda, tiene su punto humorístico que me ha hecho reír.
ResponderEliminarPues ya sabes, Dorotea. El estilo me parecía tan particular que lo he transcrito porque estoy seguro de que tiene su público. Te vas a encontrar muchos párrafos como ese. Yo acabé cansado de viajar sin rumbo hacia ningún lugar. En cualquier caso su voluntad de ser diferente ya merecía publicación. Y hasta que se hable del libro.
ResponderEliminarSim embargo este no me llama. Probablemente estoy influida por tu reseña :)
EliminarLeo poco y casi nada pero me gustav leer lo que tu piensas de cada mirada
ResponderEliminarabrzos
Gracias, recomenzar. A fin de cuentas lo primero que pienso cuando escribo el blog es que alguien lo lea.
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