lunes, 7 de marzo de 2016

Farándula




Estamos ante el último premio Herralde de novela. El de 2015, claro. Premios. Nadie se los cree. Y este tampoco. Esta autora tiene un buen puñado de su obra publicada en la editorial que ¡oh, casualidad! ahora le da un premio. El finalista de esta edición también estaba publicado por la editorial. Todo queda en casa. Mucho mamoneo es lo que hay. Desde luego van quedando pocas ganas de enviarle manuscritos a las ediciones de premios. Mejor buscarse un padrino extra-grande.
Pero vamos a la novela. Se anuncia como una muy borde, quiere hacer daño. En esta ocasión al mundo de la cultura rápida que tenemos montado dónde todo dura poco, dónde solo nos quedamos en la superficie de las cosas, dónde la gente se apunta a causas nobles sin saber muy bien por qué, también donde las viejas estrellas no tienen tiempo de llegar a viejas porque las nuevas se abren paso todo el tiempo. Pasan por su ¿argumento? un actor, Daniel Valls, que se apunta a defender esas causas y cae en desgracia frente a sus compañeros y hasta se llega a poner en ridículo. Este personaje me gusta especialmente porque diga lo que diga la autora, parece basado en  alguien real (yo veo a Willy Toledo pero esto es solo cosa mía y de mi imaginación). Vemos a una vieja gloria en decadencia y con síndrome de Diógenes en su ocaso (“El ocaso de los dioses”, película de Billy Wilder muy en sintonía con el libro). Vemos a otra actriz efervescente que se ve gordísima en pantalla pero es muy delgada en persona (y lo que hace por no parar de adelgazar). Vemos a la mujer noble y rica de Willy… bueno, del personaje de arriba, una sumisa impenitente con el tipo. Y leemos sobre el novio de la actriz anoréxica. En capítulos cortos como balazos Marta Sanz nos cuenta su odio en forma de parodia (en un fragmento dice que parodiar es odiar un poco) y su visión sobre la farándula (palabra que viene de faralaes y tarántula). Todo muy venenoso, muy inclemente. La autora no deja respirar a sus creaciones. Tal vez por eso no me las creo, porque no lo pretenden, son más esperpento que relato verosímil. No creo que ni los peores sean así o… Bueno, la frivolidad es muy típica de este mundo pero es que en la novela nadie, nadie te cae bien. Y no es cosa de risa, porque a veces más bien entristece ese sarcasmo.
Otro detalle que me llama la atención del libro es su gusto por las enumeraciones. Entra un personaje en una calle de Madrid y ya comenzamos con el inventario a base de muchas comas de todo lo que ves allí. Dispuesto,eso sí, con cierta gracia y ritmo. Yo no soy mucho de disfrutar este gusto de los poetas y los novelistas por la enumeración. Me los imagino con sus hijos y sus sobrinos jugando al “veo, veo que ves” y anotando en un papel todo lo que esté relacionado con el tema de la enumeración para luego correr a escribirlo en la novela y llenar de comas la página. Y como Marta Sanz disfrutaba al enumerar y yo me quejaba, va sobre el final y suelta la más larga enumeración posible, le ocupa dos o tres páginas o más, no sé, se me hizo larga. Pero menos mal que no abandoné porque mira tú por dónde, esa enumeración sí me gustó y llevaba a una pequeña reflexión y hasta tiene grandes logros, no solo dice lo que ve, juega con las palabras y la música y hasta el efecto y le sale bien pero no digo nada por si alguien quiere leerlo y todo esto le va sonando a spoiler(que no, que este libro no tiene argumento, ya lo he dicho, la gente habla y piensa pero no hay una historia con planteamiento, nudo y desenlace, así a lo clásico no se ganan ya los premios).
También hay monólogos interiores dónde habla la autora y sus personajes son como marionetas de guiñol porque se nota que el ritmo es siempre el mismo. Son monólogos apretados con frases largas y muchas subordinadas y decenas de comas. A lo Thomas Bernhardt o Elfriede Jelinek (incluso Javier Marías que es fan de alguno de estos). Estos monólogos donde una frase se estira para parecer el pensamiento de alguien (que sí, que para mí es la autora y no el personaje) son como el plano secuencia del cine. Quedan muy bien pero son difíciles y se puede no acertar. Aunque Marta Sanz sale airosa. El monólogo de Ana Urrutia hacia el final está muy bien hilvanado. Es por eso que me encuentro varios pasajes apreciables en la novela, por ese cuidado con el estilo. Aunque no haya personajes y sí arquetipos (todos muy malos o tontos o escatológicos). Aunque no soy muy de esperpentos. Aunque prefiero la ironía al sarcasmo. Aunque estos mensajes ya los tengo muy asumidos y sí, ya sé que “Eva al desnudo” más “El crepúsculo de los dioses” son grandes hitos del cine (se ha hecho mucha ficción sobre ambas, dan mucho juego).
 A pesar de todos esos “aunque” no me parece una mala novela. Es sólo que no me quiero sumar al entusiasmo sospechoso de ciertos diarios. Ni siquiera al de muchos blogs que a veces se dejan incendiar por opiniones leídas previamente.

Es sólo que uno llega a veces tan cargado de buenos augurios que lo que lee no puede estar a la altura. Tal vez sea eso.   

3 comentarios:

  1. Las dos últimas líneas son la clave de muchos éxitos y fracasos en las lecturas. Y lo contrario también, es decir, esperar una porquería y resultar que no es tan malo.

    Y sobre los premios... no comment :D

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  2. Pues sí. Ahora que la veo en perspectiva le veo más los aciertos a la novela pero... bueno, como hemos acordado que no comments con lo de los premios no seguiré mareando esa perdiz.

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  3. No, no, despotrica lo que quieras sobre los premios. El no comment iba por mí, para no cabrearme XD

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