Aunque antes de leerlo
tenía las mismas reticencias que la misma escritora antes de escribir su
libro (¿Otro libro de escritor-a sobre la madre muerta?) decidí
darle una oportunidad por el enorme éxito que en Francia, un gran
país para la literatura, le avalaba. Y Delphine de Vigan consigue
demostrarme que nunca se habrá escrito bastante sobre nada mientras
haya una visión particular, inteligente y artística al respecto.
Porque este libro no cuenta nada que no se haya contado antes(o sí,
pero parecido) y sin embargo resulta interesante en sus casi
cuatrocientas páginas de confesión literaria. ¿Por qué? Tal vez
sea porque no escatima los puntos más oscuros de su familia
arriesgándose a llevarse mal con ellos, porque a pesar del desorden
que dice que encuentra la escritora en lo que cuenta a mí me parece
una estructura perfecta y diáfana que se entiende perfectamente(y en
la que no te pierdes a pesar de los personajes, acabas siendo como
lector, uno más de la familia), porque no hay un ensalzamiento
glorioso de la madre y vemos una balanza con lo bueno pero también
con lo mucho terrible que hubo.
El esfuerzo literario de
la escritora por no dejarse nada acaba aceptando que ninguna historia
es realmente lo que ocurrió. Coteja historias con puntos de vista
que a veces se contraponen. Cada familiar recuerda lo que puede o lo
que quiere y la misma anécdota se la contaron de modos muy
distintos. Ella decide que al final te tienes que quedar con una
historia, la tuya, la que aceptas y te va bien y eso es lo que nos
narra en esta novela tan actual, tan poco novela. Como los ejercicios
autobiográficos de sus compatriotas Carrère o Beigbeder, la
escritora elige como tema para la novela lo que mejor conoce, su
propia historia o una que le es cercana, la de una madre con graves
problemas mentales pero también con sus heroicos triunfos incluso en
mitad de la enfermedad. En ningún momento es aleccionadora. Sólo
cuenta y nos muestra sus dolores y sus complicaciones mientras
escribe pero no busca un juicio positivo o negativo. Ni siquiera
cuando habla del abuelo que en otras manos menos sensibles o
inteligentes degeneraría en novela panfletaria contra... Bueno,
mejor no decirlo por si alguien no sabe qué es lo que ocurre con ese
inteligente y simpático pero también siniestro abuelo George.
Toda la novela me ha
recordado o me ha hecho reflexionar que es muy relativo lo de la
oveja negra. Que en cada clan hay más bien unas cuantas ovejas de
ese tono y otras que esconden su diferencia y en general que nadie
está libre de no ser normal porque la normalidad es relativa.
¿Se habrá liberado la
autora de sus fantasmas personales escribiendo esta terapéutica
novela? No lo sé. Sí se que la novela me ha brindado unas cuantas
horas de agradable lectura. No todo son obras maestras pero entre
clásico y clásico, son estas las historias que apetece leer.
Yo hubiera cogido el libro por la portada, me gusta.
ResponderEliminarLo de la oveja negra hace mucho tiempo que yo lo pienso, todo depende de la perspectiva en la que se vean las cosas,estoy segura de que si una misma persona nace en distintas familias, en una sería un héroe y en otra la oveja negra.
También lo apunto, puede que me enseñe algo su forma de relatar porque a mí me gustaría escribir sobre mi vida y la de mi familia, que tal vez no sea demasiado interesante pero un día de estos tendré que comenzar a matar fantasmas y demonios con una "pluma".
Estoy de acuerdo contigo. La portada está muy lograda, me atrajo inmediatamente esa fotografía en elegante blanco y negro. Aprovecho para decirte que este libro sí puede ser de los tuyos y está especialmente recomendado para alguien con tu sensibilidad. A diferencia de otros más brutales que he reseñado por aquí este te puede gustar. Si además tienes pensado eso con tu familia pues qué más se puede decir...
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