lunes, 4 de diciembre de 2017

Las efímeras



A Pilar Adón la sigo desde hace tiempo en varias de sus encarnaciones. Como cuentista, como entrevistada (sí, me gusta mucho lo que explica sobre literatura, es una lectora voraz), como traductora para Impedimenta, ¡hasta en el facebook la sigo!
Tal vez por eso quería leer desde hacía tiempo “Las efímeras”. Es una novela que ya partía con varias buenas reseñas. Porque esta mujer escribe muy bien. Su narrativa se enmarca en ese estilo que crea atmósferas más que historias al uso. También hay una buena construcción de personajes. Sin prisa. Lo que sucede en sus historias sucede más dentro de sus personajes que fuera. También destaco el simbolismo. En esta historia todos los personajes tienen un animal totémico. En el caso del personaje Dora el lagarto, en el de su hermana el capullo que se hace mariposa, los hombres somos bestias cercanas al lobo o al cerdo claro, ya me voy acostumbrando (aunque sigo sin aceptarlo al cien por cien), por ahí va el asunto.
Pero como sé que hay gente a la que le interesa la historia que se cuenta aquí va el resumen. Dora Y Violeta son dos hermanas que se relacionan como muchas hermanas o amigas que conocemos. Una domina sobre la otra. En realidad en las parejas casi siempre es así pero en este caso es flagrante la dominación de Dora sobre su hermana. Estas viven aisladas a las afueras de una comunidad. Dicha comunidad es un lugar llamado la Rouche que vive en una gran casa con las habitaciones en forma de colmena (son como insectos, en realidad todos lo son, efímeros y efímeras). Su estilo de vida es la autosuficiencia. Pero un día la hermana pequeña, la dominada, se lía con Denis, un tipo de turbio pasado y se va con él.
Mientras, en la comunidad, Anita controla a su propio grupo de gente. Ella también mantiene una curiosa relación  con Tom, otro tipo interesante aunque de modo diferente a Denis. En realidad la historia parece más interesante de lo que luego resulta sobre el papel. Pilar Adón no tiene prisa por que sucedan acontecimientos. Va presentando en episodios autoconclusivos a sus personajes. Con un ritmo ente lento y estático. Más centrada en su poética escritura y en el cómo se cuenta que en el mismo contar. Y como escritora de la técnica por encima de la visceralidad todos sus elementos derivarán en una conclusión calculada. Ella es la creadora de su universo. Es su dios absoluto. Nos propone sus propias reglas sin explicarlas pero se entienden. Es un universo sin tiempo (aunque leemos sobre un coche sin modelo que al menos nos sitúa del siglo XX en adelante), hay una naturaleza dura, bíblica y que da miedo (me recuerda al Lars Von Trier de la película “Antichrist”), hay sensación de irrealidad a pesar de que no hay elementos claramente sobrenaturales.
Como detalle diré que el hecho de que la comunidad se llame La Rouche no parece nada casual, fue una escuela francesa, laica y autogestionada entre los años 1904 y 1917. En cuanto a los nombres tan poco españoles de los personajes parece más bien ese esnobismo que tenemos los anglófilos por lo de fuera (aunque cuando yo escribo en la intimidad tiro del santoral autóctono, me gusta lo inglés o lo francés pero no desprecio la península, creo que en cualquier lugar cuecen arte o belleza).
Como pega, decir que a ratos se me alargaba toda esa calma a la hora de contar y también el hecho de que Adón me parece escritora de escritores. Por y para ellos. Demasiado. Falta sentimiento. Falta soltarse el pelo y convulsionar al lector, sacar lo que tienes en las entrañas y luego sí, ordenarlo con tu intelecto pero sacar algo  menos perfecto. La belleza por sí misma no es suficiente. Los libros que quedan dentro de ti suelen ser más humanos. Y este es un libro que asfixia sin tregua. También es una máquina que de tan perfecta está pidiendo a gritos algún fallo. No sé.

“A veces, dos personas que no se conocen de nada pueden tener las mismas impresiones, moverse por estímulos idénticos, lamentarse y arrepentirse de lo mismo, formarse juicios y presentir exactamente los mismos hechos venideros. Y no saberlo” pág. 144     

“A mí no me interesa la belleza comúnmente aceptada, ya lo sabes. No me ha interesado nunca. Cuando veo cuerpos perfectos, una piel límpida, el pelo ordenado, las medidas correctas…. Son elementos que no me sorprenden. No me conmueven. Prefiero detectar algún descuido. Alguna flaqueza. Los cuerpos impecables no han vivido…”pág. 206


“Creo que fue Schopenhauer quien dijo que el instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad sino en el miedo a la soledad, y estoy totalmente de acuerdo” pág.216  

domingo, 19 de noviembre de 2017

Francamente, Frank



El alter ego de Richard Ford es sin duda Frank Bascombe, su personaje más íntimo. El personaje de una trilogía algo más que exitosa: El periodista deportivo, El día de la independencia y acción de Gracias. Si no recuerdo mal leí hace muchos años el segundo y creo que no estaba preparado para una literatura más descriptiva que  de acción. Pero años más tarde, con más bagaje literario me quedé prendado con sus cuentos y sobre todo con Canadá. Redescubrí a un autor al que ya le entendí la grandeza. Porque se puede ser Shakespeare pero ni Shakespeare le gusta a todo el mundo. Y Richard Ford imagino que tampoco.
Con ese pasado llego a “Francamente, Frank”. Este supondría un epílogo a la trilogía de la que hablo. El personaje tiene sesenta y ocho años. Un personaje jubilado y reflexivo.
Diría que son cuatro historias o cuentos pero no hay historia. Se puede escribir sin narrar una historia y sin embargo sentir que te han explicado algo. En la primera “historia” Frank visita los restos de la casa de un tipo al que le vendió una casa que se le llevó un huracán (curioso que lo he leído tan cerca de las noticias sobre estos desastres del clima). En el segundo una señora le visita porque quiere ver la casa en la que vivió cuando era niña y en la que ahora vive Frank. En otro visita a su ex mujer Anne que tiene una enfermedad terminal y la vive en una clínica de alto standing. Termina… Da igual. Ya ven que las historias no son de suspense o acción precisamente. Pero la aventura mental del escritor sí me interesa. Ese vistazo melancólico a lo que a todos nos espera (con suerte) cuando empecemos a recoger las cosas de nuestro escritorio y empecemos a dejar espacio a los que vienen detrás. Tal vez por eso me choca que la contracubierta hable del sentido del humor de Richard. No es un libro con el que me haya reído precisamente. En ocasiones he sonreído mentalmente pero esto es más una reflexión sobre la humanidad (ver su interesante reflexión sobre lo innecesario de tener muchos amigos y de lo sobrevalorada que está esta amistad). Parece un libro de Domingo, sofá y té. Pero también es buena literatura. Porque habla de temas eternos como las relaciones de pareja, la citada amistad, nuestro rápido paso por la tierra… Todo eso sin alardes ni excesos. Con su habitual estilo sin adornos. Seco pero directo como mucha de la literatura americana. Y sin embargo con un estilo fácilmente distinguible.
No consumir en caso de bajón.

“– Creo que ya es hora de que te vayas.
Anne abre los ojos desmesuradamente, pero no mueve los pies.
-      Lo sé- digo.
No hay necesidad de tocar, besar, abrazar. Pero lo hago de todos modos. Es nuestro último fetiche. El amor no es otra cosa, al fin y al cabo, que una interminable serie de actos individuales.”  Pág. 166


lunes, 30 de octubre de 2017

Chicas muertas



Selva Almada escribe su novela más concisa e intensa. ¿Novela? No exactamente. Es literatura si Alexievitch lo es. Pero realmente no es lo que alguien podría considerar exactamente así. Aunque tampoco es un ensayo periodístico. Creo que está tocando varios de esos límites o que los cruza pero no se deja etiquetar fácilmente. Tampoco importa demasiado. Quiere contarnos algo y lo hace con nota.
Tres adolescentes de provincia en los años ochenta mueren impunemente. Tres chicas muertas, como resume el libro. Cuando Argentina celebraba su democracia de estreno. Y años después se investiga sobre lo que pudo sucederles. Este párrafo indica muy bien la intención de la autora y de la narradora, que parece más su alter ego que un personaje al uso.

Yo creo que lo que tenemos que conseguir es reconstruir cómo el mundo las miraba a ellas. Si logramos saber cómo eran miradas, vamos a saber cuál era la mirada que ellas tenían sobre el mundo ¿entendés?” pág. 109

La novela quiere analizar por qué sucedió lo que sucedió con estas chicas y tantas otras anónimas mujeres que murieron por violencia de género. Sus ejemplos de agresiones a todos los niveles del hombre contra la mujer en ciertos ambientes rurales da alguna clave pero no quiere agotarse en eso. Hay alusiones a detalles de la propia familia de la autora-narradora. Detalles difíciles de abordar para alguien menos valiente que Selva Almada. 
La historia no cuenta grandes barbaridades pero me parece más espeluznante y terrorífica que si lo hiciera. Juega bien con el fuera de campo. Y nos hace empatizar con esas tres chicas que un día salieron de su casa para no regresar mas que en forma de comunicación macabra por parte de la policía. 
Diría que ciertos hombres podrían leerla y aprender algo pero me temo que el machismo no lee literatura femenina. O mejor dicho Literatura. Y el femicidio del que se habla aquí es más cosas de bárbaros o psicópatas.
Viendo la prensa española pensaría que la violencia de género sólo sucede aquí pero este libro me trae una Argentina muy similar a nuestra tierra. Incluso he comprobado que en los ochenta tenían algún programa televisivo muy similar a los nuestros (como “La clave”).
Selva Almada huye del morbo. Explica. Con frases increíblemente concisas. Es un libro breve pero dice más de lo que se ve. No parece tener ni una coma de más.

Y el colorido de algunos giros lingüísticos de esa Argentina no perturba el buen fluir del relato. Es fácil entenderla por el contexto.    
Como detalle decir que lo encontré en narrativa policíaca y de eso hay pero no es novela de género. 
Intento cogerla y etiquetarla pero no se deja. 
Sólo añadir que da para reflexión más que para evasión. 

lunes, 16 de octubre de 2017

Cáscara de nuez



Nunca me falla. Y parece que fue ayer que reseñaba aquí mismo “La ley del menor”. Pues casi por sorpresa, como casi siempre que paseo por los estantes de novedades de las bibliotecas, me encontré con la última novela de Ian McEwan. Parece que últimamente va más rápido (o yo reacciono más lento). Y a pesar de que publica con cierta fluidez no baja el nivel. Está entre mis escritores preferidos y cada novela me justifica este aprecio y fidelidad de lector. Una balda de una de las estanterías de mi casa le homenajea. Fui comprando casi todos sus libros a la que podía. Con este tenía mis reservas pero...   
En esta novela pensé que me decepcionaría por un par de motivos. Trata sobre un triangulo amoroso. Un marido poeta enamorado de su mujer que a su vez se acuesta con su cuñado. Entre el cuñado y ella deciden matar al poeta. El argumento no podía ser más trillado.
Por otro lado el punto de vista es el del bebé del poeta que ella lleva en las entrañas. Esto sí parece más original pero me parecía un punto de vista inverosímil. Este nonato tiene reflexiones sobre nuestra actualidad política, sobre la humanidad, sobre el futuro, sobre sus padres y lo que van a hacer que son francamente ingeniosas. Pero precisamente por eso no puede tenerlas. Un feto entre sus paredes uterinas no puede dar para tanto. Y aún así, si lo tomas como el elemento humorístico del asunto que es y entras en el juego (curioso cuando se queja del sexo de su madre y del sexo de este golpeando cerca de su cara o sobre cómo le afecta el sexo oral de su madre), se puede disfrutar. Hay que olvidar que el narrador es el bebé. O por lo menos recordarlo al final que es cuando todo eso cobrará sentido.
Porque McEwan, como los buenos novelistas ingleses entre los que destaca prácticamente como el mejor, va dejando caer detalles aquí y allá que no son casuales. Y ese argumento tan tópico del que me quejaba, sólo por su trabajo de orfebrería con la psicología de los personajes, parece nuevo. Vuelve a resultar interesante lo de "matemos al marido" que ya hemos visto en mil ficciones. Porque sí, una vez más, importa el cómo se cuenta y no tanto el qué.
Lo siento, amigos y amigas, este escritor me gusta demasiado. Voy a buscar otras reseñas por ahí a ver si me he excedido y le he dado puntuación doble por inglés y por ser McEwan.

“Estamos hartos de privilegios y placeres, así como de quejas, y los que aún no lo están, pronto lo estarán…. Siempre nos preocuparemos por cómo van las cosas: es lo que depara el problemático don de la conciencia”  pág.40 (esto viene tras un largo monólogo sobre nuestros problemas actuales como especie y cómo a pesar de nuestras quejas estamos mejor de lo que nunca hemos estado a nivel global)


martes, 19 de septiembre de 2017

El centro



Intentando retomar viejas sensaciones de viejos veranos de infancia he leído mucha literatura de género este verano. Con desigual resultado.
Este libro lo vendía esta recientemente desaparecida Editorial “La factoría de ideas”, como ciencia ficción feminista. Mi muy modesta opinión me ha brindado otras conclusiones.
Para empezar no es ciencia ficción. La misma autora asegura que la ciencia que hay en sus páginas es inventada. ¡Vaya que si lo es! No hay ciencia especulativa como en la mayoría de clásicos del género. Hay más bien fantasía sujeta a reglas aleatorias. Aquí el problema es que puede suceder cualquier cosa contra las reglas de la física o la biología en cualquier momento. Y sucede. En ese sentido esto sería mera fantasía, o surrealismo o efectos del LSD y otros alucinógenos en la escritura. No tiene por qué ser malo. En el lado positivo de la balanza diré que algunas de sus creaciones fantásticas son excelentes. Tiene muchas imágenes poderosas que es difícil no imaginar en pantalla grande. Pero si no hay reglas es como el relato de un niño. No me genera tensión, no siento empatía por los personajes, me da igual lo que pase porque pasará algo sin voluntad de tener mucho sentido. Supongo que estoy infectado por el amor a la lógica pero vamos, que si te gusta lo absurdo, esta es tu novela.
En cuanto a lo de feminista sí, tal vez. El discurso mujeres contra hombres y viceversa recorre todas las páginas. Pero el feminismo aquí es cuando menos curioso. Vean la historia. Una plaga en el futuro (esto sí suena a ciencia ficción) ha matado a casi todos los hombres. A las mujeres no les afecta y dominan ahora la tierra. Los pocos machos que quedan están controlados en una especie de castillo donde concursan para convertirse en reproductores (serán los cerdos superiores en clara alusión a lo que las mujeres piensan de nosotros en muchas ocasiones). Sí, parece muy feminista de momento. O más bien hembrista. Hay un laboratorio donde introducen a un tipo al que tratan de cobaya humana y torturan durante casi las trescientas cuarenta páginas de historia. Aquí los hombres son tratados como objetos de estudio, de reproducción, de risa (la mayoría son débiles y cobardes o estúpidos) y puedes seguir. Realmente parece una novela muy dura contra mi sexo.
Pero difícilmente me puede parecer feminista una novela en la que las mujeres repiten los comportamientos violentos, sexuales, mezquinos y un largo etcétera de los hombres. Porque así son sus heroínas. Es difícil encontrar una que caiga bien. Así que realmente no sé de qué va o qué quiere contarme salvo en algunos párrafos interesantes sobre nuestra sociedad (sí, la que vivimos ahora, no la de su futuro inventado).
En la primera página su heroína se introduce una pistola en la vagina a modo de consolador y de ahí para adelante, todo guerra. En  un centro comercial unas chicas adolescentes se lían en una guerra de sexo y violencia que no cesa hasta el final. Los capítulos del centro se alternan con los del macho o machos puestos a estudio. Uno de los dos mundos es símbolo del otro.
Pero la historia, en la que no consigo implicarme nada (por más que tiene un buen ritmo es redundante y le sobran páginas, cuenta demasiadas veces el mismo tiroteo) se defiende en las perlas con las que terminaré este post. Si no fuese con las inteligentes reflexiones de Tricia Sullivan, me hubiese costado llegar al final. Pero es que ocasionalmente me ha hecho sonreír o asentir o subrayar. Y solo por eso no suspendo la historia. Un bien bajo para mí. Tal vez a ti que no te gusta la ciencia ficción te guste más.

La verdad es que al verlo al otro lado del cañón de mi pistola, me estaba humedeciendo. He leído en alguna parte que al clítoris le gusta el poder” pág. 111

Se lanza al artificio creado por el hombre, que inventó el comercio para seducirla. Nunca necesitó nada de eso. Anuncios de descuentos con tarjetas de crédito y solicitudes de compra le son totalmente innecesarios; es capaz de hacer seres humanos, pero parece que a ella no le importa.
De verdad pienso que si las mujeres son incapaces de darse cuenta de esto, no se merecen dominar el mundo” pág. 138   

“…la Falange de los Maderos Gordos. Toda la masculinidad autocomplaciente y pagada de sí misma que puedas consumir, y segunda copa gratis en la comisaría. Eso es todo lo que yo veo en los polis, esa mierda patriarcal que siempre se impondrá a cualquier acuerdo de respeto mutuo. Esa jodida incapacidad obsesiva para verte y tratarte como a una persona, es una subclase de macho que nunca jamás cambiará, no importa lo que ocurra. Ahí están ellos, con sus uniformes y su disciplina, una representación codificada y abstracta de todos los trabajadores de la construcción que llevan toda la vida silbándote, y ahí estás tú, demasiado educada para mearte en sus cajas de herramientas en venganza, demasiado educada para desafiarlos, caminando todo colorada porque lo peor de todo era que no sabías si de verdad te silbaban como le silbarían a Caprice (modelo) o si solo estaban siendo sarcásticos y riéndose de tus piernas flacas y cortas y de tu culo plano. Encima, se supone que no tienes que molestarte. Se supone que tienes sentido del humor: como ellos. …” pág. 282


Este último párrafo todavía continúa pero ya veis por dónde va. Y es brillante. Y es por esto y cosas así, como ya he dicho, por lo que terminé de leer sin demasiado disgusto una ficción que me trató tan mal.  

miércoles, 30 de agosto de 2017

Pesadilla en rosa



El detective Travis McGee emprende unos de sus veintiún casos. Habrán sido más pero estas son las novelas publicadas por John D. MacDonald, su autor, sobre este detective tan caballeroso y sensible con las mujeres (en la medida en que había caballeros en los años sesenta que es cuando se escribió “Pesadilla en rosa”, segunda parte de la saga aunque como suele pasar en la novela negra, se pueden leer de modo independiente).
Con el verano me dedico de nuevo a la novela de género y evasión para que las vacaciones también lo parezcan más. Aunque lo cierto es que con lo descansado que voy podría meterme mejor en sesudos estudios sobre el alma humana. Sea como sea, el niño que llevo dentro regresa en verano y me recuerda que yo leía ciencia ficción, terror y en los últimos años carretadas de novela negra.
Las que saca “Libros del asteroide” me decepcionan entre nada y nunca. Esta editorial ya me tiene entregadas varias alegrías que a veces no sabes si es género negro o mero suspense pero que están muy bien escritas. Martin Suter o George V. Higgins o Rafael Bernal ya me dejaron un magnífico sabor de pupilas. Tengo recuerdos muy satisfactorios de esas lecturas (varios libros de cada autor).
Con este autor sigo manteniendo la esperanza en el género. La sinopsis es de manual. Detective se ausenta de su hogar habitual (Florida en este caso) porque un antiguo compañero de armas al que le debe la vida le llama por un favor. Allí se encontrará con Nina, la hermana de su amigo. El prometido de esta acaba de morir en extrañas circunstancias. Resulta que el tipo había encontrado irregularidades en la contabilidad de su empresa. Y luego… ya se liará.
Pero lo que llama la atención de este escritor es que se entretiene más reflexionando sobre cómo son ciertos tipos de hombres y ciertos tipos de mujeres que investigando. De ahí que sea un escritor de género que escribe como mainstrean, o esa es la impresión que me ha quedado. Se  relaciona con mujeres con un respeto muy poco habitual en los hombres de su generación y no digamos en los detectives solitarios de novela barata. Se enamora de ellas o ellas de él. Aunque no tiene mucha suerte en el amor. Imagino que al final ganaba la fórmula y había que ampliar la pasarela de féminas que pasasen por esta saga de veintiún libros. Buscar excusas para que el personaje no se casase. Aunque ganas no parecen faltarle.
Cuando estás acostumbrado a ese ritmo de reflexión y de ironía que no llega ni de lejos al de Raymond Charles (todos beben de este pero es inalcanzable) pero entretiene para bien, también es capaz de meter a su personaje en una situación complicada. No diré cómo le va pero recordad que es fuerte, guapo y le quedan diecinueve novelas de vida ficticia por delante. Estas cosas son así. No importa el qué si no el cómo. ¿Saldrá de sus aprietos? ¿Le irá bien con la encantadora muchacha que se queda colgada de su capacidad para escucharla? Sí, lo sabemos. Pero se lee sin aburrir.

P.D. Los detractores no disfrutan con sus reflexiones sobre los sexos ni con su mala suerte en el amor. Tampoco con su ritmo inicialmente lento (no es lento, es que escribe sobre sus pensamientos y no sobre el caso) Va a gustos, supongo. Avisados-as quedáis. 

domingo, 13 de agosto de 2017

Control de transmisión



Siguiendo con mi relajación estival he probado ahora con la ciencia ficción. Sí, de la hard, pero como he leído mucho de esta no pensé que me resultase un gran esfuerzo mental. Lo que demuestra que no soy adivino. Chris Moriarty, una autora de nombre ambiguo para mí (conozco tantos Chris como tantas Chris), despliega un mundo increíblemente original, cargado de ciencia bien documentada, con escenas en lugares futuros exóticos y… terriblemente decepcionante.
Porque el argumento es casi todo lo que he sacado en claro del asunto. Arkady, un clon con conciencia miembro de una organización o bando llamado el Sindicato se pasa al bando de Israel. Este clon tiene un arma que puede borrar a toda la humanidad del mapa. Pero Israel no se traga el asunto, reza la sinopsis, y lo vende al mejor postor. Por otro lado tenemos el Frente para  la Emancipación de la Vida Artificial que envía la comandante Catherine Li que fue expulsada de la Fuerzas por las Paz por crímenes de Guerra(hay otro volumen anterior pero no es necesario ni lo será porque yo paso de este mundo). Está enlazada a una IA que ha vivido múltiples vidas. Esquizofrenia de los humanos del futuro, una tierra maltrecha por efecto de estos, la metáfora del conflicto israelí-palestino contra el de los humanos-trashúmanos o humanos artificiales. Montones de ideas maravillosas de las que me voy desconectando porque el atracón de libros que la autora nos recomienda al final del tocho que nos ocupa, se inmiscuyen demasiado en la narración. Hay más datos que literatura y eso pasa factura. Los personajes no tienen ningún perfil determinado, son arquetípicos. Escribe de una manera tan farragosa que sientes que cuesta avanzar, es como un polvorón que se te atasca en la garganta y solo pasará con agua o te matará de asfixia. Pero aquí no hay agua que te lo pase. Es un magnífico ejemplo de cómo no vale tener buenas ideas si no sabes desarrollarlas con arte. No me importa el premio con el que cuenta, el Phillip K. Dick. No me lo creo. Me la comparan con Alastair Reynolds o Richard K. Morgan pero no resiste esas comparaciones.
Pocas veces he estado tan cerca de abandonar un libro. Pasaba páginas y notaba que leía con el piloto automático, no prestaba atención y me sentía como un espectador del último “Twin peaks” o como la víctima de una insolación, desorientado y al borde de una lipotimia. Y pocas veces también me cebo así con una novela.
Claro que le puedo ver algo positivo. Ocasionalmente nos explica interesantes datos científicos sobre las hormigas o sobre la biocomplejidad, los marines y todo lo que se ha leído esta voluntariosa escritora pero más parece la carpeta de documentación para escribir algo que ese algo propiamente escrito. Cuando llega la acción me importa bien poco. Ni siquiera estoy seguro de entender los motivos de ambos bandos. Y claro, no me implico.
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Un mal paso este verano no tiene por qué sacarme del objetivo de leer buenas historias. Seguiré en algún otro lugar con alguien que entienda lo que es la literatura de género. 

domingo, 23 de julio de 2017

El banquete celestial



Este autor sorprende fuera y dentro de las páginas. Donald Ray Pollock se dio a conocer con Knockemstiff (2008), una colección de relatos crueles pero absorbentes por su nervio narrativo. Luego llegaría “El diablo a todas horas”, una novela en la misma línea, magnífica(me gustó tanto que cuando vi en la biblioteca, sección novedades, el libro que nos ocupa hoy, lo agarré rápido y con avaricia, mirando a un lado y otro por si alguien me quitaba “mi tesoro” aunque tratándose de literatura no hay mucho que temer).
El amigo Donald se pasó la vida trabajando en un matadero y en una fábrica de papel, de peón. Treinta y un años de currante no especializado. Un gran lector, eso sí. A los cincuenta dejó la faena y se puso a estudiar literatura creativa. Y el estudiante fue tan aplicado que con su primera obra ya le llegaron los premios. Tiene en su haber reconocimientos tan prestigiosos en Norteamérica como el PEN/Robert W. Bingham Prize y una beca del Guggenheim Fellowship.
Importan más las ganas que la edad. Imagino que también el talento.
Porque esta novela, como en todos sus escritos coge de modelos a los habitantes de su pequeño pueblo y los traslada a 1917 para servirnos una historia que mezcla el western con la aventura con la comedia con la historia con… en fin, mezcla todo de forma tan natural que no parece un pastiche. El ritmo es frenético y si conoces lo que hacen los hermanos Cohen en cine ya sabes a qué atenerte con este tipo. También me recuerda a “Sin perdón” de Eastwood en el sentido de que nadie es bueno al cien por cien, toda persona tiene su lado oscuro. Cualquiera esconde una maldad que me recuerdan a esa película y un poco también a la realidad. Sí, casi todo son hombres como en esa película, parece que hoy toca virilidad desatada. Pero las pocas mujeres que salen se adaptan también a ese patrón (vuelve a recordarme a la película) salvo algún alma bondadosa como la de la granjera Eula.
Cuatrocientas páginas en las que deben salir más de cincuenta personajes con sus respectivas historias y todas son interesantes y en ningún momento sientes que te pierdes. Siempre está el referente de los bandidos que se cruzan con esas vidas en un ambiente hostil.
Esto es como beber alcohol de mucha graduación. La lectura es briosa, sin aderezos, así que asequible para todo el mundo. La temática no es para almas muy sensibles, de esto hay que avisar. Aún así, en este infierno humano con una portada que si lo lees es increíblemente acertada en su simbolismo, tienes hasta mensajes positivos casi a lo Coelho (pero pocos, que aquí manda la acción).


Nunca dejaba de asombrarle el hecho de que cualquier día pudieras ir arrastrándote por la calle, hundido en una depresión de caballo, y de pronto pasaba algo pequeño y maravilloso que te cambiaba la perspectiva de todo, que llevaba tu mundo de la oscuridad a la luz y hacía que estuvieras feliz de seguir con vida. Y normalmente era algo con lo que tú no tenías nada que ver…. Hacia un par de minutos se había sentido la persona más desgraciada y solitaria del mundo, y ahora estaba comiendo rosquillas glaseadas de la pastelería Manheim con un hombre al que no había visto en su vida. En la vida solo había que aguantar como fuera hasta que llegaba el milagro” pág. 314

lunes, 26 de junio de 2017

La mujer de púrpura



Jeanette Winterson tiene unos veinte libros a sus espaldas y bastante éxito. No sé cuánto tiempo pensaba que iba a estar sin que la detectase con mi radar pero ya ha sido bastante. Decidí empezar con esta novela gótica suya. Según mis “investigaciones” no es representativa suya o no la mejor, que La niña del faro por ejemplo sí es una obra maestra. Pero es que no es fácil cazar sus novelas en la biblioteca. No llega a los extremos de Lucía Berlín tras la que llevo meses pero no le va mal. Se la llevan en préstamo muy a menudo. Al menos sus novelas más exitosas. Esta no lo es.
La historia de esta historia hace buena la máxima de que los agujeros oscuros de la historia es donde medran los escritores. En el siglo XVII, en Lancashire, Norte de Inglaterra se juzgó por brujería un grupo de mujeres. Una de ellas era Alice Nutter, una mujer que vivía de su trabajo tiñendo ropa de color rojo oscuro. Esta mujer le había caído en gracia incluso a la reina. ¿Por qué la incriminaron? No lo sabemos ni probablemente lo sabremos pero para eso está la literatura. Para que nos lo inventemos. En este caso para que lo haga Jeanette Winterson.
Buena parte de los personajes y los hechos son reales. Salvo esos en los que la brujería es real y estas señoras usan como tratamiento de belleza un elixir que las rejuvenece de viejas a jóvenes en segundos. O esos lugares intermedios entre la vida y la muerte que aparecen más como imagen lírica que cómo realidad o explicación del hecho histórico. Porque eso sí me resulta increíblemente original y hasta inteligente. La novela describe el periodo con una minuciosidad ejemplar y ese realismo detallado contrasta con esos otros pasajes dónde la magia tira por tierra todo el realismo y entramos (aunque brevemente) en el mundo de la fantasía. Lo que no excluye que el lector se pueda montar su propia historia y la convierta en novela histórica realista si así lo desea. A fían de cuentas muchas brujas creían volar en escoba cuando lo que realmente les ocurría es que habían tomado hierbas alucinógenas con efectos similares al LSD que hace tan relativas las distancias, que te hace creer que efectivamente puedes volar. Aquí la brujería está integrada en la historia a pinceladas que bien pudieran tomarse como alucinación. Aunque el camino opuesto, el de dar por válida la magia y admitir que es parte de esta historia también es una solución posible.
Le encuentro un par de pegas no demasiado graves.
La primera es que al principio la sucesión de nombres es tan grande que puede llegar a confundir. Y eso que algunos son personajes históricos y muy conocidos por mí (John Dee el matemático, ocultista, etc. es admirado por el mejor guionista de cómics del mundo, Alan Moore, y conozco mucho sobre su vida y obra). Tenemos a Shakespeare haciendo un cameo con la protagonista. Y a la reina y al rey Jacobo I. Y se nos habla de la conspiración de la pólvora, de cuando varios católicos ingleses (Guy Fawkes, Robert Catesby) quisieron volar el Parlamento de Londres y también matar al rey Jacobo y al resto de parlamentarios protestantes. Guy Fawkes también es célebre para los frikis que leímos o vimos “V de Vendetta” del mismo Alan Moore. La máscara del personaje que también quería volar el Parlamento de Londres y admiraba a Fawkes acabó en la cara de los actuales seguidores del movimiento Anonymous.
Pero vamos, que a pesar de los muchos conocidos que veo, se acumulan los personajes y durante las primeras páginas puede confundir a un lector poco avezado. Recomiendo que no perdáis de vista que el personaje principal es Alice Nuttel y el grupo de brujas que van a quemar y puede que uno de sus amantes. Y que a medida que avanza la novela, se va aclarando la situación.
La otra pega es que es una novela corta pero una historia muy ambiciosa. Me da la sensación de que es un trabajo esforzadísimo el de montar está trama con una época tan bien construida pero que todo transcurre muy rápido, se desperdicia potencial. Para muchos no será una pega. Empiezas y acabas en un par de tardes y te llevas montañas de información.
Porque sí, da la sensación de que se ha cuidado mucho la verdad histórica cuando así lo ha requerido la narración. Todos los personajes son reales y actúan como se conoce que lo hicieron menos cuando se van por el camino de la mano izquierda (el de los demonios y tal, yo eso se lo dejo a Iker Jimenez pero soy más bien escéptico, como dice Alice Nuttel en varios pasajes, no creo en brujas por más que ella… mejor no contar tanto).
Antes hablaba del dualismo realismo-fantasía que se da en la historia. También se da el dualismo cochambre-belleza. Tienes pasajes verdaderamente hermosos al lado de torturas de la Inquisición, escatología maloliente de celdas inhumanas, ratas en abundancia medieval, violaciones, endogamia… Lo peor y lo mejor del ser humano pero yo diría que más de lo primero que de lo segundo aunque ya me parece justo. 
La otra dualidad que detecto es la de las brujas en apariencia terribles sucias y malintencionadas contra la no menor maldad de los hombres que las violan, las chantajean o con la excusa de la religión se excitan torturándolas. Un “hermoso” paseo por lo que da de sí la humanidad y sobre todo su crueldad (más la masculina que la femenina, las brujas no llegan al nivel brutal de los representantes de la ley ni de los religiosos).
Así que una novela más que interesante que augura un futuro en el que regresaré a esta autora para disfrutar sus mejores platos. Este solo ha sido el entrante pero no me ha dejado indiferente. Hubiese deseado que me dejase así en algunos pasajes francamente escabrosos pero es lo que hay, no podemos desviar la vista de la realidad porque si lo hacemos nos engañamos a nosotros mismos.
Jeanette Winterson hace que su personaje se abra paso a través de un mundo con doble moral, hipócrita, opresivo.
Para los interesados-as decir que el lesbianismo de la autora no debió casar bien con el fervor religioso de sus padres y se fue pronto de casa. No debería ser relevante pero estos detalles ayudan a entender a veces lo que sucede en una novela o por qué ciertos personajes actúan de tal modo. Porque alguno de ellos parece un alter ego de la autora y de sus luchas.
Pero vamos, que mejor anteponer siempre la creación artística a cualquier otra apreciación.

La magia es un método-había dicho John Dee-, nada más, y nada menos, que una manera de conseguir que las fuerzas sobrenaturales se hallen bajo el dominio humano.” Pág. 46

Soborno e intimidación…, aunque todo es legal, puesto que lo lleva a cabo la ley.” Pág.144    


Si Alice es una bruja, ¿Cómo puedo amarla? La amaría aunque fuera una loba que le arrancara el corazón. Y se preguntó qué revelaba eso acerca del amor”. Pág. 157

domingo, 21 de mayo de 2017

El ruido del tiempo


                                                            

Julian Barnes siempre ha sido uno de mis autores preferidos de mi generación de autores favorita (nada menos que la generación Granta del 83 con escritores como Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes, William Boyd y Salman Rushdie). Creo que sólo dudaría entre quién es mejor si pienso en Amis o McEwan. Y aún así hay libros de Barnes que para mí son mejores que alguno de McEwan y que casi todo Amis. “Una historia del mundo en diez capítulos y medio” o “El loro de Flaubert” son parte de su literatura con mayúscula.
No sé si “Nada que temer”, dónde reflexiona sobre la muerte, se puede definir como literatura o ensayo pero sigue siendo un soberano libro dónde su humor inglés se suma a su erudición y te deja elementos suficientes para la propia reflexión y cómo no, para una futura relectura.
Y tras otras novelas, cuentos y lo que quiera escribir este hombre que dice que lo da todo en cada frase (no sé si exagera), me llega su último relato sobre la vida de Shostakóvich, el compositor ruso. A partir de esa noche fatídica en la que Stalin asistió a la representación de su Lady Macbeth de Mtsensk en el Bolshói de Moscú (26 de Enero de 1936), Barnes nos habla sobre el miedo en tiempos de dictadores. Y creo que hace bueno aquello de Vargas Llosa sobre el hecho de que todas las dictaduras se parecen. Porque me parece más de lo mismo. Y por si fuera poco más de un tema muy tratado. Casi a la par que la segunda guerra mundial. En este caso acerca el zoom a un personaje que disgusta con su arte al líder de su país y pasa una vida acobardado y temiendo que lo depuren a Siberia o peor, que lo fusilen.
Pero las páginas, incluso con el estilo al que me tiene acostumbrado este escritor, no consiguen sacarme la sensación de que todo eso sí, vale, bien, muy bien descrito, pero no aporta nada nuevo. Y también nos recuerda sobre los peligros de entrar en aguas tan transitadas. Siempre tendrás lectores que no te perdonarán que les hables de lo que ya se ha escrito más y mejor en otro lugar. O que tu personaje, siendo ruso, piense como un inglés, o que te leas un par de biografías del compositor para construir el personaje pero descuides otras donde dan una visión diferente.
Hace poco hemos visto las terribles polémicas, no del todo justas con Elvira Navarro, sobre su libro que hablaba de Adelaida García Morales. Escribir sobre personajes reales del siglo pasado o este puede atraer a familiares, conocedores, estudiosos que te vengan a destruir la novela. Pero como yo no soy de estos diré que si sabes poco del estalinismo o su comunismo salvaje, la novela puede resultar entretenida. Que la reflexión sobre el autor que se vende o no al poder es lo más objetiva posible (en realidad se decanta por el lado de la comprensión hacia los que se venden a cambio de vivir pero no de un modo descarado).
En tres capítulos claves y muy conocidos de la vida del compositor, se nos resume su vida. Y todos giran en torno a sus miedos, los del autor y probablemente los nuestros.

Una novela correcta. Un bien. No indigna de su autor si vas sin expectativas. Pero una novela que no deja demasiada huella. Y eso es imperdonable. Especialmente si una de las exaltadas palabras publicitarias que te dedica The Daily Express  es “Su mejor novela hasta el momento”. Vale que la publicidad es exagerada pero esta vez se pasaron. Hay que leer al Barnes más antiguo en mayor medida que a este. Si bien el actual pasa bien y no se atraganta.  

martes, 2 de mayo de 2017

Las chicas



Este libro de Emma Cline sorprendió por la madurez de una autora que debutaba. Una escritora joven que escribe su primera novela y lo hace tan bien es como una promesa de futuro. En todas las críticas se señalan algunos fallos menores y luego se pasa a hablar de que en el futuro corregirá lo que ha escrito. Y es cierto que la novela es más interesante de lo que la juventud de su autora o su inexperiencia podría resultar pero la pregunta que me viene a la cabeza es… ¿Cómo la criticaríamos si nos olvidásemos de la edad de la autora o de lo que haya hecho antes? Pues yo lo tengo claro. Le pondría un seis sobre diez. Es un bien alto. Es una historia con los personajes muy bien construidos, con unos objetivos claros y bien expuestos (la fascinación que ejercen sobre la gente joven y perdida las sectas, la relación entre madres hijas que puede llegar a ser muy cruel a pesar del amor, lo que la admiración hacia ciertas personas “peligrosas” nos puede obligar a hacer por ellas, etc.) y largos y difíciles párrafos muy bien resueltos. La novela transcurre tan agradablemente para el lector que en los sentidos comentados es notable. Pero le voy rebajando puntuación porque durante más de cien páginas nos cuenta demasiados asuntos irrelevantes. En realidad casi un tercio de la historia se podría haber reducido. Al menos para mí que admito que al principio me aburrí bastante con algunas situaciones redundantes que tratan de subrayar en exceso cómo es el personaje principal. Es un error muy típico de principiantes escribir más palabras de las que necesitas. Otro error es pasarte con los adjetivos pero a mí en este caso no me molestan.
La historia nos cuenta cómo una chica joven se queda prendada de otra chica llamada Suzanne que vive en una comuna o familia bajo la influencia de Russell (este personaje es Charles Manson con otro nombre, el tristemente célebre psicópata que de pequeño me dio mi primera historia de horror verdadero cuando vi una serie sobre sus asesinatos en la casa de Polanski). En la historia, se deja de lado el morbo y se centra el foco de atención en el por qué de que esta chica tan aburrida con su vida se deja enredar en ese mundo que llevará a los célebres asesinatos. Como también he visto un documental del canal de Historia sobre el asunto casi puedo sentir a la escritora cogiendo su inspiración de una testigo de la “familia” que se quedó fuera de la casa de Sharon Tate mientras Charles Manson y compañía acuchillaban por aquí y por allá al personal. El documental da voz a esa testigo y tenemos la historia desde su apesadumbrada voz. Ese documental me hizo pensar en Eve, el otro personaje relevante de esta historia, la chica que fascina a su narradora. Su discurso es algo como “me sentí fascinada, amaba a la secta, me dieron un lugar en el mundo pero lo que hicieron estuvo mal”. Sólo que en esta historia es más como “quería la aprobación de Suzanne, la adoraba, haría lo que fuera por ella”. Y Russell-Manson, el asesino, queda en segundo plano.
Si no conoces nada sobre los crímenes de la “familia” Manson querrás ampliar información. Si los conoces, los verás desde un lado alternativo. Curioso en cualquier caso.


Por aquel entonces, yo estaba siempre pendiente de la atención de los demás. Me vestía para generar amor, me bajaba un poco el escote, adoptaba una mirada melancólica cuando me mostraba en público, una mirada que insinuaba muchos pensamientos profundos y prometedores, por si acaso a alguien le daba por echar un vistazo.”pág.29 

lunes, 17 de abril de 2017

Estimado señor M.





Hace tres años leí “Tres noches” de Austin Wright, un libro de los años noventa que recuperaron en dos mil diez. Era un libro fascinante. Metaliteratura de la buena. Había dos líneas de acción. La de la familia que tiene un encuentro en la noche con unos matones y la del escritor que está escribiendo una novela con el argumento de una familia que tiene un encuentro con esos matones. El escritor le entrega esa novela a su ex. Esta lee el libro y trata de separar la ficción de lo real. Tanto si te interesa como si no te interesa el argumento te aseguro que su desarrollo era inteligente, adictivo, original… podría seguir.
Y ahora, leyendo esta novela he recordado aquella porque vuelve a tratarse de metaliteratura y hay intriga, inteligencia, una buena estructura… Aunque el tiempo pondrá a cada uno en su sitio y seguramente me quede con el desaparecido Wright.
Aún así a esta novela no le falta su miga. Es del holandés Herman Koch y yo ya le seguía por “La cena” y “Casa de verano con piscina” que en su momento me hicieron reír pero también me hicieron pensar.
Aquí la historia va de un narrador en primera persona que parece dirigirse a un tú que no es el lector. Le habla en su mente o le escribe o ya luego le habla en persona. Es su vecino, M., un escritor de perfil medio cuyo mayor éxito fue una novela que escribió sobre dos adolescentes que hicieron desaparecer a su profesor. En aquella novela el profesor, Jan Landzaat se lía con la adolescente Laura pero esta se cansa rápido y acaba con su compañero Herman. En un fin de semana aparece el profesor para pedirle patéticamente explicaciones a Laura y luego desaparece. Les echan la culpa de la desaparición a los adolescentes pero como no hay pruebas no hay crimen. En la novela del señor M. los adolescentes son claramente responsables de la desaparición. En la realidad… ya tenemos la intriga montada. Debemos averiguar quién es el narrador y qué quiere. Tenemos un largo capítulo que es prácticamente esa novela de la que se habla encajada en el centro de la novela que tenemos en las manos. Cotejamos la realidad con lo que se escribe. Asistimos a la vida de un escritor y sobre todo a sus miserias. A veces el mundillo literario y sus mezquinas gentes me recuerda el de los poetas de “Ávidas pretensiones” de Aramburu sólo que sin hipérboles, el del holandés es más mesurado en ese sentido.
Casi todo el libro se resume en la contraportada pero al final aún hay una sorpresa que no esperamos aunque eso es lo de menos. El disfrute aquí está más relacionado con  el mundo de los escritores y con todos los trapos sucios que Herman Koch saca a la luz (nótese que uno de los personajes se llama como él aunque es más fácil imaginarle como el señor M., el escritor). 
Un auténtico artefacto de intriga y reflexiones que a pesar de todo baja un poco el listón en la para mí, nada interesante historia central de instituto y niñatos pero que aún así, se recupera enseguida y lo cierto es que no te permite dejarlo. Este hombre es como el eslabón perdido entre la buena literatura y la literatura de género o best-seller. Aunque creo que más cae del lado del mainstrean, su calidad como escritor está en el lado correcto. Y si no, lean los anteriores libros que incluyo arriba. Son incluso mejores. O eso, o es que después de hacerlo tan bien, para mí ya solo podía bajar.
Para escritores en ciernes o para escritores ya consagrados. Para escritores.

Dicen que para la mayoría de los escritores todo está fijado, que después de cierta edad ya no se acumulan nuevas experiencias” pag.36

“Ni en “El año de la liberación” ni en “Ajuste de cuentas” se deja nada a la casualidad. La casualidad hace que tanto escritor como historia pierdan credibilidad, y usted es tan consciente de ello que en sus libros se asegura meticulosamente de que cada consecuencia tenga su causa” pag.75

“Antiguamente las bibliotecas eran espacios polvorientos y de recogimiento, piensa; hoy todas intentan parecer la terminal de salidas de un aeropuerto.” pag. 97


lunes, 27 de marzo de 2017

MAN



Hace años, unos amigos míos visitaron Vietnam. No sé el recuerdo o el conocimiento que les reportó su visita. Yo no he estado nunca tan lejos. Más que el esfuerzo de hacer maletas, me costaría el esfuerzo de superar varias horas de fobia al avión (por eso tolero mejor los viajes aéreos a Europa, el pavor no llega a agotarme, antes de que me dé cuenta ya estoy en tierra). Pero como soy un friki de la literatura (y de los comics, el cine, la música… un friki punto y aparte) puedo viajar a muchos sitios sin moverme de casa. A muchos les parecerá menor el uso de la imaginación para emprender aventuras pero yo me pregunto, una vez leída esta novela… ¿Qué diferencia hay entre el recuerdo que tendrán mis amigos de su viaje a Vietnam y el que yo tengo de las costumbres de Vietnam? ¿Quién conoce mejor el país? ¿Ellos que se pasearon por los lugares turísticos y programados o yo que me he paseado por la mente de Kim Thúy, la escritora autóctona que me cuenta sus historias? Como no es una competición lo voy a dejar así.
Esta novela es ideal para la editorial Periférica. Una vez más se decantan por la estructura original y la ruptura de la historia Inicio, nudo, desenlace… No hay una narración lineal. La escritora nos cuenta su vida en su Saigón y su posterior trayecto hasta Montreal y su exilio allí. La dureza de su Vietnam y sus historias fuertes (todas las historias como las de los dictadores se parecen, compiten entre ellas para ver cuál es la más horrible) se cotejan con las de Montreal donde se casa con el propietario de un restaurante Vietnamita. Su vida occidental es infinitamente más amable que su vida en oriente. No es muy sorprendente. La gente suele emigrar por ese orden o más bien en esa dirección. Oriente está muy castigado y no todo el mundo se resigna a que le pisen la cabeza y decide abandonar su tierra aunque nunca lo hagan del todo. Thúy cuenta su historia a base de párrafos que son como capítulos pues vienen introducidos por una palabra vietnamita y su traducción. En cada uno de estos fragmentos un plato de cocina le evoca un recuerdo que nos va dando una pista nueva sobre su pasado. No hay un conflicto claro que te enganche así que esto no es más que una especie de retrato que acabas entendiendo más o menos cuando acabas la novela. El estilo es lírico y en ese terreno es dónde la novela se mueve mejor ya que se trata de una buena escritora. Hay pequeñas historias que relacionadas entre ellas por la voz de la narradora hacen que tu montes el puzle a tu manera en tu cabeza y prácticamente sea el lector quien acabe la novela. Muy Periférica, ya lo he dicho.
La escritora me cae bien, es inteligente, sabe seleccionar bien sus platos y condimenta con anécdotas adecuadas lo que escribe. Sus personajes son tan creíbles que probablemente sean reales o sigan muy de cerca a gente que ha conocido. Sólo echo en falta de vez en cuando ese conflicto. Creo que las novelas pueden ser tan ambiciosas que aún estando enamoradas del estilo no renuncien a desarrollar una historia que te atrape. Esto último no sucede aquí. Tal vez la situación de amor y adulterio que no voy a spoilear por aquí sea ese conflicto que busco, pero es tan breve y tardía que no da para decir que esto sea otra cosa que una mini-historia más dentro del plano general.
Por último decir que la novela es corta así que tampoco aburre.
Espero haber dado una idea de lo que te puedes esperar. Me consta que esta narración no es para todos los públicos pero sí merece la pena para escapar ocasionalmente de los trillados caminos de lo convencional. Y ahora sí, me vuelvo a Inglaterra o a Norteamérica (desde mi sillón español, claro). Pienso seguir picando platos exóticos. Aunque acabe regresando a dónde ya sabéis si leéis mucho por aquí(al lugar donde medio país se apuntó al Brexit pero la botella medio llena dice que otro medio no).
    
Las tradiciones culinarias se transmitían en secreto, como trucos de magia que pasasen de maestro a aprendiz, un gesto por vez, según el ritmo cotidiano. Pág.10   

En el sur de Vietnam nunca hablamos del tiempo. Nunca hacemos comentarios, quizá porque no hay estaciones, no hay cambios, como en esta cocina. Pág. 33 (¿De qué hablan en los ascensores vietnamistas?)     


“…Mamá, que me recordaba que el éxito atrae al rayo y que por eso los recién nacidos especialmente bonitos recibían apodos espantosos… Si no, llamarían la atención de los espíritus errantes celosos, capaces de lanzar maleficios.” Pág. 109

lunes, 6 de marzo de 2017

La mano invisible



Hace años, en uno de esos muchos trabajos que he tenido y me han dado pesadillas y a los que llamaba alimenticios pero en realidad todos lo son porque todo trabajo es para darte de comer salvo los que haces por gusto pero entonces ya son aficiones o pasiones, soñé toda una noche que trabajaba, tuve la sensación de que hacía un turno perfectamente descrito con sus minutos y tiempos y con la sensación de que había durado las mismas ocho horas que duraba el trabajo real. Al día siguiente tenía la sensación de que había trabajado un turno doble. O de que había despertado de una pesadilla para empezar otra peor. El sueño era malo pero la realidad me parecía peor porque se continuaría hasta que decidiera acabar ese trabajo (afortunadamente me echaron y tuve trabajos que raramente fueron peores, da igual, el trabajo mencionado era algo de fábricas, me dan alergia los trabajos mecánicos, rodeados de machos o de mujeres de papel sobre calendarios, olor a humos o a líquidos del lado de la tabla periódica más nocivo para mi salud, yo no podía estar mucho tiempo en un sitio así ni por dinero).
Y este libro me ha recordado a esos trabajos. Una novela dónde cada capítulo te describe hasta lo obsesivo la faena de un personaje. Le vemos trabajar línea a línea. El escritor nos vuelve albañiles, administrativas, vigilante, informáticos, camareros, carniceros… Los personajes interactúan levemente entre ellos, hay como un misterio por resolver en la novela pero no os hagáis ilusiones con eso porque esto es literatura de premio que es como decir que el trabajo de resolverlo todo no solo no te lo van a dar mascado sino que tal vez ni te lo den, te quedarás en un lugar más o menos cerrado o abierto, según veas las cosas y a otro asunto.
Y sí, sé que mucha gente no apreciará estos terrores que tan bien nos desbroza Isaac Rosa en “La mano invisible” y que probablemente se aburrirá pasando páginas de trabajo y trabajo sin historia en la que apoyarse o aliviarse, sólo sufriendo el tedio de los trabajadores en carne propia o dejándose caer en la sensación de la cita que abre el libro:

Y no creas que esto me ha suscitado impulsos de rebelión. No, sino todo lo contrario, la cosa que más lejos estaba de imaginar: la docilidad. Una docilidad de bestia de tiro resignada. Me parecía que había nacido para esperar, para recibir y ejecutar órdenes; que toda la vida no había hecho más que esto, que nunca haría nada más.
Simone Weill,
Carta a Albertine Thévenon

Pero sus frases largas y repletas de subordinadas que abusan de las comas y hasta del ocasional punto y coma son hipnóticas, me recuerdan los paseos de monólogo de la literatura de Bernhardt. Pero  este da vueltas sobre la misma queja mientras que Isaac Rosa tiene más bien la intención de ser exhaustivo y de explicar todo lo que ha aprendido sobre el mundo que nos describe. Y vaya si se documenta. Nivel Foster Wallace de aporte de datos (aunque sin notas a pie de página ni humor surrealista, Isaac Rosa tiene su propia voz, te guste o no). A mí lo que tal vez me ha hecho terminar el libro sin dificultades y con más placer que padecimiento ha sido la cadencia de su prosa. Porque escribe muy bien. Ciertas voces de ciertos blogs dicen que sus otros libros eran mejores. Tal vez yo he entrado por la puerta equivocada y tal vez lo hagas tú si entras en su mundo por “La mano invisible” pero por si acaso es un escritor a seguir. Si los otros “son mejores”, cómo serán. 
De aquí se sale asustado, a veces aburrido y sobre todo muy deprimido. Pero también un poco más sabio. Esto es sobre lo peor de nuestro primer mundo. No siempre será tan malo como nos lo describe pero seguro que lo es en más casos de los que pensamos.

Sinceramente no creo que exista nada que se pueda definir como primer mundo. Pero me voy a descansar.    

martes, 14 de febrero de 2017

Huye rápido, vete lejos



Fred Vargas en realidad se llama  Frédérique Audoin-Rouzeau. Lo de Vargas le viene de un personaje de “La condesa descalza” interpretado por Ava Gardner, María Vargas. Tendré que volver a ver esa película. Apenas la recuerdo. La hermana de esta escritora que es pintora también usa lo de Vargas. Me hubiese gustado ver la cara de esas dos chicas cuando pasaron la película. Las marcó de por vida.
Pero ya entrando en “Huye rápido, vete lejos”, dudo que la novela le deba mucho a la película mencionada. Las deudas contraídas por Fred Vargas como novelista son evidentemente con el género negro y muy particularmente con su trabajo como arqueóloga. En esta novela salen medievalistas consultados por la policía para averiguar qué está ocurriendo en Francia con ciertos miedos apocalípticos que alguien está sembrando. La misma escritora escribió un ensayo sobre la peste. En la ficción no nos va a dar la brasa con sus conocimientos sobre el tema pero sí veremos varios datos bien situados sobre el asunto que ayudarán a resolver el caso. O por lo menos a sentir que además de estar leyendo una novela de género aprendemos algo.
Porque esto no es novela mainstream de las que suelo sacar por aquí. Esto es novela de éxito y con muchas ventas y éxito en diversos países. Pero como había oído que Vargas se trabajaba bien el asunto de los personajes pues decidí darme un paseo por su mundo. Es higiene mental lo de entrar de vez en cuando a leer novela de género. Y si tienes suerte hasta te encuentras con algo que valga la pena y se salga de la media.
Yo de esta novela salgo más bien satisfecho. Tenía el listón muy bajo, debo decir. Durante las primeras páginas la escritora me presenta a los personajes y lo hace magistralmente, no son los arquetipos a los que nos tiene acostumbrado el género pero… no avanzaba la historia. O eso parecía. Se nos cuenta que en París el comisario Adamsberg (el personaje pertenece a una de sus series abiertas así que sale en otras novelas de la autora) investiga la aparición de unos cuatros en las puertas de ciertos edificios. También nos presenta a un marinero bretón que hace curiosos pregones en una taberna dónde sus mensajes pasan desde el estado de la mar hasta las recetas de cocina o los avisos de cierto asesino sobre sus futuros planes… La historia entrelazará estos asuntos en apariencia dispares y a partir del aproximado montón de páginas que he comentado, la narración coge ritmo y empieza a resultar más que entretenida.
Me cuesta entrar en un detective que se guía por instintos que rozan lo sobrenatural. No me lo creo. No me creo otros asuntos exagerados que van surgiendo por aquí y por allí pero lo cierto es que desde la página cien hasta el final (sobre la cuatrocientos o así), la novela no me aburre en ningún momento. Y sí me hace creer en su puñado de personajes. Variados. Necesarios o no tan necesarios para la historia pero reconocibles y trabajados sin aparente esfuerzo. También le compro el misterio en el que lo envuelve todo y el interés que mantiene. Y por último le agradezco sus breves pero interesantes lecciones sobre la Edad Media. Esto podría acercarla al estilo de Dan Brown pero afortunadamente la historia de Fred Vargas huele menos a fórmula repetitiva para hacer película y no hay hechos estúpidos donde un profesor de historia corre como un héroe de acción por aquí y por allí. Adamsberg, intuiciones aparte, es bastante más humano y algo más verosímil.

No seré el mayor admirador de Fred Vargas pero al menos entiendo un poco mejor su éxito. Y desde luego está un escalón por encima de muchos-as de sus competidores directos-as en la novela negra.           

lunes, 6 de febrero de 2017

Neverhome (Ella era más fuerte)




Este libro de Blackie Books me redime de aquel “Lolito” infame de la misma editorial que reseñé por aquí. En realidad redime a la editorial. O lo hace a mis ojos. Porque ya nos estábamos llevando mal. A pesar de que cierto excompañero de biblioteca siempre me la recomienda y asegura que “todo lo que publican es muy bueno”.
Así que acepté una de sus últimas sugerencias. Me dijo que Laird Hunt era muy bueno aunque él solo había leído su anterior novela La benévola (Blackie books,2013). Y que desgraciadamente no la tenían en ese momento. Buena señal, eso es que la seguían pidiendo prestada. Es un libro con muchos pretendientes a pesar de no ser un título comercial. Pero vayamos a este que nos ocupa.
Neverhome (ella era más fuerte) nos cuenta la historia de Ash Thompson, la historia de una soldado que en la guerra que enfrentó al Norte contra el Sur en los Estados Unidos se alinea a favor de los norteños contra los esclavistas. Ella en realidad se llama Constance y es una de esas mujeres que a lo largo de la Historia han conseguido sus derechos a base de hurtarlos, de agenciárselos de tapadillo disfrazándose de hombres. El travestismo como truco feminista.
Por lo que leo en la contraportada hay censadas 400 mujeres que se confundieron en el paisaje masculino de aquella guerra y fueron al frente para disfrutar de los maravillosos olores, piojos, hambruna, amputaciones, vísceras al aire y cráneos reventados de la guerra. Yo siempre he estado a favor de que las mujeres tengan la igualdad absoluta. Compartirlo todo con ellas. En lo bueno y en lo malo. Y el marido de esta señora piensa como yo porque mientras ella prefiere irse a la guerra su marido se queda de amo de casa escondido en su granja, en ocasiones expuesto a las humillaciones de algunos habitantes del pueblo. Pero a salvo de otras penalidades de la guerra.
Algún comentarista dice que aquí se genera una controversia. Esa que nos hace preguntarnos ¿Debe el feminismo orientarse hacia mujeres que hacen lo mismo que los hombres o por el contrario conseguir todos los derechos pero mantenerse en su femineidad, sea lo que sea eso? Y claro, parece que Liar Hunt hace que su feminismo sea el de una mujer que se convierte en hombre. Pero discrepo. Creo que el libro es más sutil que todo esto. Porque Constance hace de soldado y lo hace tan bien como cualquier otro hombre. Pero también tiene otros matices. Unas veces heroica, otras veces cobarde (interesante el discurso paralelo sobre el miedo  que me deja la sencilla frase final de la novela y que no diré por no contar demasiado), en ocasiones implacable, otras piadosa… Esta versatilidad emocional la hace humana y para mí, viene a decir que antes que mujer es persona, como cualquier hombre, y eso es la que la iguala. Su discurso feminista no está en el hecho de que ella adopte un rol masculino sino en el hecho de que lo puede hacer tan bien o tan mal como un hombre pero independientemente de eso, debería tener derecho a hacerlo si quiere o a renunciar del mismo modo. Y lo más brillante es que a veces olvidas ese discurso porque te limitas a seguir su larga peripecia a través de una prosa ajustada sin excesivas florituras pero con ocasionales aciertos estéticos, bien medida, en una primera persona pensante y “reflexionante” y hasta “soñante” (suele evocar a su madre muerta o su marido abandonado en sus sueños o pesadillas). Las escenas de guerras son terribles pero el escritor debe entender que ya hemos visto mucho de eso y no se recrea en ese asunto, siempre acaba esquivando el campo de batalla como hace su protagonista y nos lleva por el camino del pensamiento humanista.

Dice la publicidad de la novela que Paul Auster se quedó sin respiración mientras la leía. Creo que Paul Auster fue atendido rápidamente de su fallo respiratorio porque sigue vivo. No creo que se te tenga que parar nada leyendo esta historia pero sí que es brillante sin alardes. Y tendrá película( o ya la tiene, ya lo consultaré por ahí). Precisamente mientras la leía pensaba que me gustaría verla en el cine. Yo me la imagino como una de Terrence Malick pero ya tiene otro director asignado. Veremos.