martes, 3 de octubre de 2023

"Brighton Rock" y "El revés de la trama" de Graham Greene


 Las dos valen la pena. Los de Libros del Asteroide deben haberlas meditado bastante. Su catálogo es lo suficientemente bueno como para intuir que hay una mente pensante detrás con muy bien gusto. Pero con Graham Greene ya hay mucho trabajo de selección hecho. Se apuesta sobre seguro.  

Patricia Highsmith bebió de esta fuente. Lo noto en el caminar errático del personaje principal de "Brighton rock"  donde sus pensamientos avanzan tanto o más que el personaje. Es un psicópata antes de que se hablase de psicópatas. Un joven de los barrios bajos que se quiere hacer un nombre dentro de estos pero con la empatía de Jeffrey Dahmer y sin su buena educación. Todos los amigos y "novia" que tiene son medios para sus fines, bastante perversos. Si me parece la peor de ambas es porque es obra primeriza y porque la otra es demasiado buena. Aún así encuentro la semilla de la literatura de suspense del futuro y como he dicho de la Highsmith. Porque la psicología es más protagonista que la acción. Aunque acción tiene y mucha, más que en la siguiente.   


Es en "El revés de la trama" donde ya un autor plenamente maduro y dueño de sí mismo nos entrega una novela que se puede definir como obra maestra. En el África Occidental, unos funcionarios se asfixian de calor y uno de sus policías, Henry, se aburre en su matrimonio y luego pasa a aburrirse con su amante. Un hombre que se deja amar pero que no parece sentir nada superior a la ternura o el cariño. No es un psicópata como el anterior, realmente le preocupan sus mujeres, pero es incapaz de hacerlas felices. Tampoco de ser él feliz. Y sí, toneladas de culpa debido a sus principios católicos que no le impiden pecar como si no hubiera un mañana. En esta novela está el retrato psicológico, está el sentido de culpa que también aparece en el primero(y el catolicismo), están los retratos de dos mujeres muy bien explicadas y verosímiles a pesar de ser descritas por la pluma de un varón, está la intriga y la política sin excederse para no aburrir, está el ambiente que es maravillosamente opresivo. Ese ambiente insoportable que nos gusta en la literatura pero detestaríamos en nuestra vida. Mejor leído que vivido.  

Está el resumen de lo que fue Graham Greene como escritor. 

La escritura de Graham Greene empieza sin alardes pero más tarde o más temprano te acaba atrapando. Es de esas mentiras que te puedes acabar creyendo. Libros del Asteroide, ya lo he comentado, han seleccionado de un buen escritor lo mejor. 

Hay algo más suyo pendiente de lectura por ahí. No lo será por mucho tiempo. 

lunes, 25 de marzo de 2019

Mr. Mercedes




Hace tiempo una amiga del otro blog con la que hablaba de literatura me comentaba que no soportaba a Stephen King. No tenía nada contra la literatura de género pero el bueno de Stephen le parecía comercial y escritor de Best Sellers. Americano en el mal sentido.
Con el tiempo cambió de idea porque leyó un cuento con un ritmo que la mantuvo en suspense durante más de media hora.
Y es que a los que leemos literatura mainstream habitualmente nos vence el elitismo tontorrón. Si sabes que lo que lees está destinado a la evasión y no a darte la frase perfecta y que de vez en cuando no tiene nada de malo relajarse un poco con una buena historia, pues te llevarás una grata sorpresa.
Yo pecaba de ese elitismo también. Pero lo cierto es que en ciertas épocas del año me da por leer este tipo de literatura sin aspiraciones de premio Nobel. Y puede ser muy agradable. Y se puede decir de algunos de estos escritores que incluso son buenos. Porque es difícil aguantar las toneladas de páginas que ha escrito este señor y todavía poder reinventarse y escaparse de lo que uno ha hecho sin hacerlo del todo, siendo fiel a tu estilo.
Stephen King en “Mr. Mercedes” se escapa brevemente del terror y nos ofrece una historia de género negro donde un policía retirado busca psicópata. Sigue con sus detalles macabros. No baja ese ritmo frenético y ese humor negro que le distinguen. Sí le sobran páginas. Como siempre. Porque el Best Seller parece un libro hecho para que te pese en las manos aunque con el ebook eso ya sea innecesario.
Pero tiene algunas páginas de verdadero suspense. Todo muy cinematográfico, claro (hay serie de televisión). Los malos son muy malos y los buenos muy listos y muy buenos aunque no guapos, esto también es interesante en el libro. Aunque no me guste el maniqueísmo infantil. Pero aún así cuadra con la narrativa y el universo de Stephen King. En su Maine y en el resto de sus novelas el mal es algo casi medieval, digamos que es el demonio. Y el bien es el bien que acabará venciendo a esas fuerzas oscuras. Si bien es cierto que la fórmula terrorífica exige que en la última página siempre veamos que el mal no ha muerto del todo, que tengamos un último escalofrío para que no pensemos que hemos leído un cuento para niños. Así que en esta novela el bueno es el poli y el malo es el tarado que arremete con su Mercedes contra unos tipos en una cola de parados que buscaban ganarse la vida y la pierden de una forma detalladamente morbosa. Muy entretenido. Con un trabajo de investigación policial que me ha recordado a Michael Connelly, el escritor de policíacos por antonomasia. Con dos partes más que forman una trilogía, ya sabemos que a la ficción le gusta mucho en los últimos años venir de tres en tres. Con algunos giros de guión, digo de novela, efectistas pero bien planteados (aunque a veces le veo un par de costuras a la novela Stephen King es un buen profesional y por lo menos hace pocas trampas, algunas pero pocas).
He leído varios libros de este autor. Y seguiré recurriendo a él cuando necesite literatura de transporte público. La Renfe me está fastidiando mucho últimamente y este señor me hace más agradables las demoras hasta destino.

miércoles, 6 de marzo de 2019

La novia gitana




En el anterior post ya estaba tonteando con lo comercial y ahora me entrego de cabeza a ello. Voy por épocas y ahora me apetece algo más liviano. Aunque nunca estúpido.
Este libro es bastante más actual. No he desempolvado el último y más mugriento de los libros de las bibliotecas a las que voy. La novela de Carmen Mola está en los estantes de las librerías AHORA. Y creo que goza de buena salud y éxito.
Es una novela negra cruda. Escrita por una escritora primeriza de la que no te tienes que molestar en buscar su rostro porque es anónima y usa seudónimo y pasa de darnos una foto que nos despiste de lo puramente literario (te va a encantar Dorotea). Varios autores han optado por ese anonimato. “Leedme, no me hagáis entrevistas”, parecen querer decirnos. Y les entiendo.
Esta novela va de dos mujeres gitanas que mueren con años de diferencia pero con el mismo patrón. Les hacen un agujero en la cabeza y les meten gusanos en la cabeza para que se las vayan devorando lentamente. Eso permite que entre en escena una investigadora de 50 años que a juzgar por el impactante final, no puedo decir nada, puede que tenga más entregas. Creo que el éxito del libro nos traerá más casos con el mismo personaje.
La novela se da un buen paseo por Madrid, por la comunidad gitana y sus costumbres, por el Alzheimer… (hay varios temas bien introducidos aunque creo que el principal es la trama de los gitanos y su idiosincrasia).
Sus personajes, y eso es lo que más me gusta, están muy cuidados. Casi todo el mundo ha remarcado lo obvio: si es una escritura novata no se le nota nada. Sus descripciones son poderosas y a veces un poco crudas pero necesarias en la historia, su investigadora tiene mucho carisma y muchas particularidades que la hacen única o casi en su género, que nada suena a forzado en la historia, que hay muchos giros inesperados pero verosímiles. Te la creas o no mantiene una excelente coherencia interna.
Te hablarán mucho y bien de la novela. Pero no dejes que el hype suba mucho o te decepcionará. Leída sin grandes expectativas a mí me ha proporcionado buenos ratos de distracción. Y un poco de envidia por la soltura con la que una persona desconocida puede darte una primera novela tan profesional.
P.D. He encontrado algunos hechos curiosos en la red. La autora responde con evasivas cada vez que le preguntan si es su primera novela. Todo son rumores pero yo apuesto que no es novata. Ahora resulta que tenemos un misterio mayor fuera de las páginas del libro que dentro.  

lunes, 18 de febrero de 2019

Patria




Hay libros que están justo en la frontera entre la alta y la baja literatura. “El jilguero” de Donna Tartt es un ejemplo. Pero también lo es “Patria” de Aramburu. Y ya sé que a muchos les molestan las etiquetas. Pero lo mío no son aseveraciones ni sentencias dictatoriales. Es mi impresión y si me equivoco me lo podéis discutir.
Este libro no me parece baja literatura porque aunque es literatura comercial que puede ser consumida por un público generalista, tiene una cierta ambición. No es alta literatura porque encuentro demasiados subrayados. A veces lo pone demasiado fácil al lector y no profundiza tanto como esperaría quien lea la grandilocuente publicidad que la acompañaba (algo sobre “La novela” de su generación).
Quería leerla porque trataba un tema extrapolable a la Cataluña en la que vivo. El conflicto de un nacionalismo regional tan fuerte que quiere abolir los lazos con el resto del país. Y los paralelismos leyéndola son grandes.
Pero el problema es que no leo nada que los periódicos o los documentales no me hayan relatado antes. Como si sus casi setecientas páginas rascasen solo la superficie. Salen los conflictos de la gente que vivió el conflicto vasco pero se pierden demasiadas páginas detallando sus vidas personales, sus amores (no siempre interesantes) y también algunos asuntos más propios de una serie de televisión para todo el público que una verdadera intención de ir más allá. No hay una voz única y original. Su estilo es reconocible por detalles insustanciales como esa manía suya de ofrecer doble ración de verbos separados por una barra para que elijamos o para hacer énfasis: preguntó/interrogó, entro/irrumpió, etc.
El abogado defensor que llevo dentro alega que la novela no me ha aburrido a pesar de su larga extensión, que la he leído rápido, que no me ha parecido mal escrita y que el ritmo es impecable, que alguien que no sepa pero nada de nada del asunto sí puede encontrarla atractiva, que es maravillosa para un público amplio sin ganas de que le hayan estallar la cabeza.
El fiscal me dice que la quería terminar pronto para empezar con algo de más enjundia, que si eres español o española informado-a esto te pilla cansado y está muy visto, que su narrativa desordenada de ir hacia delante y hacia atrás en la historia no es tan sofisticada como quiere serlo y lo cuenta todo tanto y tan prolijamente que hasta un niño podría leerla sin perderse pero que no es necesario dar tantas explicaciones hasta resultar repetitivo, que le sobran páginas seguro. Pero sólo para mí.
Así que la dejo tal y como avanzaba al principio de esta impresión mía. En una tierra de nadie de la literatura. Ni buena, ni mala. Ese “meh” que usan tanto los millenials.
Que no tenga subrayados que ofrecer es algo que también podría alegar mi fiscal.      

martes, 15 de enero de 2019

Las lecciones peligrosas




Alissa Nutting quería saltarse las normas de la habitual novela romántica. O algo así viene a decir en una de sus muchas entrevistas post novela. Y desde luego, no es que se las salte, es que esto no es una novela romántica ni por casualidad. Hay aquí hay de todo menos gente que ame a otra gente. Pero pongámonos en situación.
Alissa es una escritora de Ohio donde trabaja como profesora asistente de literatura creativa. Antes de esta novela ya había participado como cuentista en antologías pero esta es su primera narración larga. Un golpe de efecto con el que consiguió una leve pero inevitable polémica. Se la comparó, todas las reseñas lo dicen, con la “Lolita” de Nabokov. Y lo cierto es que poca relación le veo con ese clásico de la literatura del siglo pasado. Lo único que comparten es… ¿el amor de un adulto por un niño o adolescente? No, ni siquiera eso. El Humbert de Lolita está enamorado a su manera demencial de la niña. Sus largos párrafos demuestran su locura a la par que su enamoramiento de su lolita o nínfula, como él las definía. Alissa Nuttíng está cualquier cosa menos enamorada de sus “nínfulos” (ella no les pone nombre, sólo desea a los adolescentes entre los catorce y los quince años, cuando todavía no hay ni el amago de musculatura o virilidad adulta, los quiere como promesa de futuro, poco hechos). Este libro además no tiene el lirismo ni la estética de Nabokov. Digamos que aquí el grafismo de las escenas es el del porno duro si bien el ritmo de la prosa es magnífico, no tiene nada de malo esta escritora, tiene mucho oficio, demasiado para ser novelista de nuevo cuño.
La historia se inspira en el caso de una profesora a la que pillaron liada con un alumno suyo y a la que su abogado defendió diciendo que era demasiado guapa para ir a la cárcel(sólo la salvó el hecho de que el adolescente la defendió porque la amaba). En la novela, Celeste es una bellísima profesora de veinticinco años que busca calmar su no confesada ninfomanía (o por lo menos su obsesión por el sexo) buscando adolescentes tímidos(los chulos no le van porque se pueden ir de la lengua) a los que follarse hasta que se hagan quinceañeros. No hay amor. Sólo deseo sexual. No le importa absolutamente nadie.
Está casada con un guapo policía de treinta y pocos que no se entera de nada (un detalle de humor fantástico que a la policía “que no es tonta” no le agradará tanto). Celeste es una psicópata. Yo estuve jugando durante la novela al “a ver qué problema mental tiene este personaje” y no me decidía entre psicópata (son de nacimiento) o sociópata (se hacen). Es psicópata porque no le importa lo que sienta nadie a su alrededor. Ella es así y punto. Para Celeste sólo existe la posibilidad del orgasmo con lo único que puede facilitárselo. No le importa ni el objeto de su deseo. El adolescente se enamora de ella pero ella ya sabe que lo suyo tiene fecha de caducidad y se irá a buscar otro cuando toque. Su parafilia se explica por encima en las primeras páginas(ver su primera experiencia sexual en la que ella dominaba a un adolescente más bajito y débil que ella). Pero esa tendencia ya estaba ahí.   
Como Kafka decía que la literatura no te debe dejar indiferente (debe ser un hachazo en la cabeza) yo entiendo que esta escritora se lo toma al pie de la letra. Deja un personaje que se te mete muy dentro aunque personalmente la odio. Me paso la novela deseando que la pille su marido o su cuerpo de policía o los padres del adolescente… Quién sea. Aunque también me hacen reír sus salidas de humor negro pero increíblemente imaginativas. A veces su deseo por sorprender con algún detalle humorístico-escatológico me ha recordado a Charlotte Rose pero la transgresión de Alissa va por otro lado. Y si no me creéis reflexionad por todo lo que supone por ejemplo un párrafo como este.  Por qué se han echado algunos y algunas las manos a la cabeza:

“Yo sabía que, si alguna vez tenía un hijo, me sería imposible ignorarlo cuando llegase a cierta edad, y no quería verme obligada a hacer frente a una transgresión de este tipo”. Pág. 181    

Habla de pederastia e incesto. ¡Y sólo es uno de los muchos párrafos que podría seleccionar! Como quién no quiere la cosa.
Desde que he leído esto ya no veo con envidia a esas parejas perfectas que sólo son apariencia. Puede haber mucha miseria detrás de la gente aparentemente hermosa por fuera.
También nos quiere preguntar sin hacerlo si se puede considerar delito cuando dos consiente. ¡Por supuesto que sí! Y si no que miren los efectos dañinos del sexo voluntario o no sobre la psicología infantil (como licenciado pedagogo conozco el debate y lo tengo claro).
A Celeste la denunciaría sin dudar en el mundo real.
En la novela no puedo soltar su historia.
Qué buen trabajo ha hecho esta escritora. Aunque absténganse los paladares delicados.


martes, 4 de diciembre de 2018

Bravura




Ya puedo decir que he leído todo lo de Emmanuel Carrère publicado en España. Incluso su biografía novelada sobre Phillip K. Dick.
“Bravura” y el “El bigote” son dos libros de esos que se publican cuando los autores tienen mucho éxito y los editores rebuscan en su pasado y descubren cosas inéditas (en nuestro país, esto ya se editó en Francia allá por los ochenta). Entiendo que se haga. Los admiradores quieren más de sus ídolos y puede interesarles ver los primeros pasos de sus escritores favoritos. Estos incluso pueden ser buenos. Pero a mí, después de leer todo lo que me gustó de Carrère y tenerle como autor de los seguros, de esos que sabes que cuando vas a leer algo suyo te va a gustar sí o sí, estos inicios me sorprenden. “Bravura” fue su primera novela y se nota. Si leéis a este escritor empezando por esta novela a lo mejor se os quitan las ganas de volver a hacerlo.
Mal estructurado, confuso, de lectura farragosa (leía unas veinte páginas y lo dejaba, en realidad me he peleado con la novela, he ido y vuelto de esta muchas veces, cualquier otro-a más inteligente que yo la hubiese abandonado en las primeras cien páginas sobre las más de trescientas cincuenta que tiene), ambicioso pero en plan juvenil, queriendo meter de todo pero al final liándose y liándote a ti.   
Y la idea era buena. Habla de ese invierno en que un volcán en Java cambio el clima y nos dio inviernos fríos y oscuros incluso en Europa, durante el año 1816. En Suiza, Lord Byron, el médico Polidori y los Shelley, para distraerse con tanta lluvia y tan pocas posibilidades de irse de marcha, se retaron a escribir una historia de terror cada uno. Esa velada se conoce como “la noche de los monstruos”. Ahí nació el Frankenstein de Mary Shelley, como ya sabemos.
El autor coge esa anécdota y muchos hechos históricos (esto sí es gusto del escritor que vendrá después) y nos cuenta una historia alternativa con Polidori. Al borde del suicidio cree que Byron se ha apropiado de la historia “El vampiro” y que Shelley le robó una idea para escribir Frankenstein. Y parece interesante. Pero luego aparece el personaje del capitán Walton, un tipo que escribe una historia alternativa de Frankestein muy curiosa y la leemos y ya empezamos a aturdirnos con ese viraje pero en fin, vale, vamos a ver qué pasa. Esta nueva versión de la historia la lee Ann, una escritora de historias románticas que da otro viraje a la historia tan alucinante y mal escrito que todo empieza a hacer aguas (como este resumen mío de la historia). La contraportada nos explica más o menos esto y que se trata de un juego de muñecas rusas, historias dentro de historias y reflexión sobre el arte de escribir. Todo suena tan bien que dan dobles ganas de llorar por el resultado desaprovechado. Y sin embargo sí veo a ratos destellos del Carrère que vendría. Una lástima. 

lunes, 5 de noviembre de 2018

Las cosas que perdimos en el fuego




Mariana Enríquez, porteña, 1973, condenada a escribir sobre lo cotidiano que deviene en extraño y acaba en atroz. Y digo condenada porque encuentro que tradición no le falta. Cortázar, Silvina Ocampo, Borges, Bioy Casares, Ernesto Sábato son referentes que me vienen a la memoria cuando la leo. Y lo brillante de Mariana es que estas referencias son como ecos porque la comparación se esfuma a la que leo un cuento distinto y me cambia el paisaje y hasta los esquemas mentales que ya estaba construyendo.
En “Las cosas que perdimos en el fuego” nos encontramos con doce cuentos de terror actual. A ratos sobrenaturales y horribles, a ratos más reales y documentalistas que nuestra realidad (también me ha recordado a Selva Almada en su retrato del macho machista tan reconocible en Buenos Aires como en cualquier otro lugar del mundo, en su denuncia fría dejando que los hechos definan al personaje casi más que las palabras). En cuanto a su mente sí consigue una literatura de género de calidad. Y yo esto sí que lo celebro. Poder recomendar un libro de terror, ciencia ficción o pura fantasía que vuele tan alto como un libro más mainstream, más fácil de premiar en prestigiosos certámenes (prestigiosos pero a veces injustos o pactados). Claro que esta escritora ya viene probando las mieles del éxito desde hace tiempo. Público y premios, el dúo dinámico del paraíso de un escritor, están a su favor.
Así que me dejo llevar por estos cuentos que siempre comienzan relatándome sobre la realidad de un barrio bajo de Buenos aires, de la infancia de una chica y sus fiestas, de un guía que habla de asesinos en serie, de una estudiante que se arranca las uñas y el pelo, de unos policías corruptos que se aprovechan de los miserables de mil maneras, de un triste episodio de la historia argentina... y todos estos hechos reales o verosímiles devienen, cuando menos lo esperas, en terrores cotidianos de los que poco puedo escribir si no quiero destriparlos. A veces puedes creer que el hecho es sobrenatural pero a veces te deja pensando si sólo ha sucedido en la mente de la protagonista o en la nuestra. Porque también se maneja bien con lo sutil. Sus mejores cuentos son los que narran la acción fuera de campo. Creo que eso genera que el lector monte su propio cuento alternativo en la imaginación.
Todo esto no quiere decir que no haya una historia que quede tan abierta que parezca como esas estafas de escritores pedantes que no saben cómo terminar su historia y la dejan a medias. Mariana Enríquez hace su trabajo y se nota que lo que escribe nace de una necesidad real de ser contado.
Como sucede en cualquier antología unos te gustarán más que otros. Algunos incluso me han rozado el Stephen King: “Bajo el agua negra” o el atroz “El patio del vecino” (pero un Stephen King al que no le pagasen los libros a peso y hubiese recortado el noventa por ciento de sus páginas). Creo que Enríquez es lo suficientemente versátil como para darte relatos leves que sugieran más de lo que enseñan y otros que te lo dan casi todo.
Otra gran recomendación de mi amigo el bibliotecario José, cuyas palabras fueron “estoy cubriendo el hueco que tengo con la literatura escrita por mujeres”. Bien, si hubiese dicho femenina ya hubiese ido por mal camino.
Pero al final da igual, las escritoras y los escritores geniales escriben libros sin sexo. Son para todo el que los quiera disfrutar.

Nos miramos a los ojos. Yo le creía casi siempre. Una vez me había dicho que no entrara en la habitación de mi abuela porque ella estaba ahí, fumando. Mi abuela, nuestra abuela, llevaba diez años muerta. Le hice caso, no entré, pero sentí el olor penetrante de los habanitos que fumaba la abuela en el aire, aunque no había humo”