Hace tres años leí “Tres noches” de
Austin Wright, un libro de los años noventa que recuperaron en dos mil diez.
Era un libro fascinante. Metaliteratura de la buena. Había dos líneas de
acción. La de la familia que tiene un encuentro en la noche con unos matones y
la del escritor que está escribiendo una novela con el argumento de una familia
que tiene un encuentro con esos matones. El escritor le entrega esa novela a su
ex. Esta lee el libro y trata de separar la ficción de lo real. Tanto si te
interesa como si no te interesa el argumento te aseguro que su desarrollo era
inteligente, adictivo, original… podría seguir.
Y ahora, leyendo esta novela he
recordado aquella porque vuelve a tratarse de metaliteratura y hay intriga,
inteligencia, una buena estructura… Aunque el tiempo pondrá a cada uno en su
sitio y seguramente me quede con el desaparecido Wright.
Aún así a esta novela no le falta su
miga. Es del holandés Herman Koch y yo ya le seguía por “La cena” y “Casa de verano
con piscina” que en su momento me hicieron reír pero también me hicieron
pensar.
Aquí la historia va de un narrador en
primera persona que parece dirigirse a un tú que no es el lector. Le habla en
su mente o le escribe o ya luego le habla en persona. Es su vecino, M., un
escritor de perfil medio cuyo mayor éxito fue una novela que escribió sobre dos
adolescentes que hicieron desaparecer a su profesor. En aquella novela el
profesor, Jan Landzaat se lía con la adolescente Laura pero esta se cansa
rápido y acaba con su compañero Herman. En un fin de semana aparece el profesor
para pedirle patéticamente explicaciones a Laura y luego desaparece. Les echan
la culpa de la desaparición a los adolescentes pero como no hay pruebas no hay
crimen. En la novela del señor M. los adolescentes son claramente responsables
de la desaparición. En la realidad… ya tenemos la intriga montada. Debemos
averiguar quién es el narrador y qué quiere. Tenemos un largo capítulo que es
prácticamente esa novela de la que se habla encajada en el centro de la novela
que tenemos en las manos. Cotejamos la realidad con lo que se escribe.
Asistimos a la vida de un escritor y sobre todo a sus miserias. A veces el
mundillo literario y sus mezquinas gentes me recuerda el de los poetas de
“Ávidas pretensiones” de Aramburu sólo que sin hipérboles, el del holandés es
más mesurado en ese sentido.
Casi todo el libro se resume en la
contraportada pero al final aún hay una sorpresa que no esperamos aunque eso es
lo de menos. El disfrute aquí está más relacionado con el mundo de los escritores y con todos los
trapos sucios que Herman Koch saca a la luz (nótese que uno de los personajes
se llama como él aunque es más fácil imaginarle como el señor M., el
escritor).
Un auténtico artefacto de intriga y
reflexiones que a pesar de todo baja un poco el listón en la para mí, nada
interesante historia central de instituto y niñatos pero que aún así, se
recupera enseguida y lo cierto es que no te permite dejarlo. Este hombre es
como el eslabón perdido entre la buena literatura y la literatura de género o
best-seller. Aunque creo que más cae del lado del mainstrean, su calidad como
escritor está en el lado correcto. Y si no, lean los anteriores libros que
incluyo arriba. Son incluso mejores. O eso, o es que después de hacerlo tan
bien, para mí ya solo podía bajar.
Para escritores en ciernes o para
escritores ya consagrados. Para escritores.
“Dicen
que para la mayoría de los escritores todo está fijado, que después de cierta
edad ya no se acumulan nuevas experiencias” pag.36
“Ni en “El año de la liberación” ni en “Ajuste de cuentas” se deja nada a
la casualidad. La casualidad hace que tanto escritor como historia pierdan
credibilidad, y usted es tan consciente de ello que en sus libros se asegura
meticulosamente de que cada consecuencia tenga su causa” pag.75
“Antiguamente las bibliotecas eran espacios polvorientos y de
recogimiento, piensa; hoy todas intentan parecer la terminal de salidas de un
aeropuerto.” pag. 97